Por Jesús Bovea
Especial para EL HERALDO
Escondido en los recuerdos de una intimidad que parece ser exclusiva. Barranquilla, la Puerta de Oro de Colombia, resguarda en sí una multiplicidad de historias que dan cuenta de un carácter inamovible de ciudad.
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Dentro de los documentos perdidos de una metrópolis que busca de manera permanente y acelerada fortalecerse y avanzar. Se detiene el tiempo. La memoria sin duda sirve como la mejor de las garantes para no olvidar.
En su conformación, este sitio de libres tomó la misma orientación, las calles de lo que se convertiría en ciudad tomaron composiciones espontáneas, tanto así que hasta el mito de unas vacas fundadoras aún vive entre los ciudadanos.
Sin embargo, avanzado el tiempo, Barranquilla comienza a delimitar sus zonas, los asentamientos se convirtieron en barrios y su condición de puerto permitió que los movimientos arquitectónicos y urbanísticos del mundo llegaran también, creando así un intercambio rico en saberes y haceres.
Los primeros sitios de interés en la nueva Barranquilla fueron el puerto y el centro, ambos destinados a la dinamización de la economía, sin embargo, a sus alrededores también hubo un movimiento social que reconfiguraría la cultura.