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Dos de las tres rejas de entrada al Cementerio Central de Sincelejo estaban cerradas ayer en la mañana con un improvisado candado. La otra, entreabierta, como reacia a los visitantes. Adentro los vivos que contemplaban la muerte podían contarse con los dedos de una mano. No fue un 20 de enero igual al de por lo menos los últimos cinco años. 

Al fondo se divisa arrodillada al pie de una tumba Anuncia Buelvas. Escoge con paciencia unos ramos de coral, sal de la india y claveles amarillos y rojos sobre los cuales se pierde su mirada. No es una escena nueva para ella porque la ha repetido desde hace 35 años cuando perdió a su hija Astrid Rojas Buelvas, de 9 años, una de las 500 víctimas mortales de la caída de las corralejas del 20 de enero de 1980.

'Ella quería ir a la ciudad de hierro, se puso rebelde porque quería montar los palcos. Le dije que no tenía nada, solo $100. Uno de los muchachos de la corralejas me dejó la entrada en $ 70, y subimos', recuerda Anuncia.

Astrid pudo haber sobrevivido a la tragedia, pero según su madre, cayó ante la alerta de un hombre que la había llamado para que abandonara los palcos.

'Ella no me quiso decir para que no me bajara. No me quiso decir que los palcos estaban cayendo. Cuando sentí que caía una de las escaleras, me eché hacia atrás, y se nos vino el palco encima', cuenta Anuncia, quien recuerda hasta esa parte.

Cuando despertó estaba en el Hospital de Corozal, golpeada y adolorida. Lo primero que pidió fue saber de su hija. 'Mi mamá me había dicho que Astrid estaba bien, que no tenía nada. Y vamos a ver que ya estaba enterrada', dice y prorrumpe en llanto.

Duró dos meses hospitalizada e ignorando la suerte de su hija, y solo hasta ese momento, cuando ya estaba recuperada, supo que había fallecido.

'Desde ese momento estoy en desacuerdo con las corralejas. Y ahora menos, cuando hay tanta delincuencia y violencia. Para mí se acabaron las fiestas para toda mi vida'.

En otro extremo del panteón hay un cuadro similar. Ángela Mercedes Montes también le ha llevado flores a su hija María Waldisney Hernández, otra de las víctimas de la tragedia de las corralejas. La niña murió el 11 de febrero de 1980 por los traumas y golpes sufridos en las mismas corralejas.

Asegura que la visita cualquier día, pero fijamente el 11 de cada mes, y cada 20 de enero solo si tiene flores.

Recordó que el 20 de enero todos los Montes fueron a las corralejas, pero Ángela se quedó porque no le gustaban. Su familia fue afortunada. Tras la caída de los palcos, solo sufrieron golpes. Su hija también resultó lesionada, pero su madre sabía que algo no andaba bien.

'Ella no tuvo heridas, como a los cinco días se privó y la llevé donde el médico. Le mandó pastillas tranquilizantes', relata.

Seis días después de la tragedia,María Waldisney regresó a Barrancabermeja, en donde finalmente murió.

Conmovida, Ángela Montes recordó a su hija María Waldisney Hernández.