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Evaristo Acosta Huertas dice que pese a que solo llegó hasta quinto de primaria puede asegurar con orgullo que internet no le gana a la hora de resolver una tarea a cualquiera de los estudiantes que a diario van a su casa ubicada en la calle 9 entre carreras 9 y 10 de Sincé, en Sucre.

‘Don Eva’, como cariñosamente le llaman al historiador de su municipio, es una especie de ‘Wikipedia’ de carne y hueso al que todos van a consultar.

Esta ‘Oficina Médica del Alma’ como él la llama, abre a las siete de la mañana, cuando se sienta en su mecedora a esperar a estudiantes, pero también, a hermanos, sobrinos y su círculo de amigos con los que acostumbra a tertuliar sobre temas de actualidad.

'Yo sé un poco de todo, pero del inglés, muy poco, de yes no paso', responde con una enorme sonrisa, sin soltar sus manuscritos en los que anota datos claves.

A la entrada de su vivienda, ubicada diagonal a la Iglesia Principal, muy cerca donde vivió nuestro Nobel de Literatura Gabriel García Márquez durante su niñez, un letrero recibe al visitante ’Oficina Médica del Alma’.

¿De dónde ese nombre?, le preguntan los que ingresan por primera vez, a lo que este hombre de 79 años responde con seguridad.

Explica que la ‘razón social’ no tiene nada que ver con las fuerzas oscuras sino que obedece a que en Egipto cuando se estableció la primera biblioteca pública y los libros eran simples hojas de papiro, en el dintel de la biblioteca estaba escrito ‘Oficina Médica del Alma’.

'Yo no podía colocar en mi casa un letrero que dijera Biblioteca Evaristo Acosta porque aquí no hay libros sino manuscritos, además los libros están en mi cabeza', asegura.

Hasta esta casa de tabla y zinc llegan a diario entre diez y veinte personas, número que se duplica en septiembre durante la fiesta de la Virgen del Socorro, y en noviembre, para el aniversario de Sincé, cuando llegan más estudiantes a indagar sobre historia.

'No los tiene Google'

Una de las jóvenes que acude con frecuencia a consultarle las tareas es Angie Melissa Aldana, estudiante de 10° de la Institución Educativa Antonia Santos.

'Es más fácil preguntarle a Don Eva que buscar en internet, además hay muchas cosas de la historia del departamento que no están en Google y él las sabe', dice Angie Melissa.

'Un erudito'

Helí Fernando Sierra Montalvo, amigo de infancia de ‘Don Eva’ y uno de los docentes más prestigiosos de Sincé, también destaca los amplios conocimientos de Acosta Huertas.

Evaristo -dice-es sin igual y siempre igual. Es una de las personas más versadas en la historia de Sincé. Es erudito, se dedica a las minucias de la historia. He sido docente universitario y en los proyectos de investigación, él es una de las fuentes de mis alumnos.

Pero al contrario de lo que muchos creen, este ‘Wikipedia’ de Sincé no cobra por las consultas que le hacen porque para él, este noble oficio es sinónimo de cultivar nuevas amistades.

'Para mí es un honor servirle a la comunidad, además voy conociendo a más gente', asegura.

Sin embargo, si bien no recibe dinero en efectivo, no falta el bachiller o el profesional que le dejan en su casa un detalle en señal de agradecimiento.

'Aquí me traen calabazos de suero, una mano de plátano, patilla, yo no pido nada porque yo no pierdo un amigo por los mil pesos que podría valer una tarea', asevera.

A su edad, ‘Don Eva’ tiene su mente fresca y el interés por la lectura que cultivó desde niño sigue intacto. De hecho, muchos de sus visitantes acostumbran a donarles libros y revistas.

Explica que la clave para mantener una memoria prodigiosa es que antes de levantarse de la cama pone cada minuto de su vida en manos del Espíritu Santo. 'Siempre paso reflexionando, leyendo o escribiendo, nunca tengo mi cabeza en descanso y eso permite que tenga mis conocimientos frescos', recalca.

Evaristo Acosta Huertas permanece sentado en esta mecedora desde donde participa en tertulias con sus amigos.

El amor de antes

Para ‘Don Eva’, cada libro o escrito tiene su valor, pero asegura que siente un cariño especial por las cartas de amor de antaño.

Según este historiador, hasta hace algunas décadas, el hombre que quería conquistar a una mujer debía enviarle tres cartas.

'Eran manuscritos llenos de romanticismo, palabras bien dichas, sentimientos bien plasmados, el amor era sinónimo de sentimiento; ahora el amor es visto como la geometría, los pelaos dicen: vamos a cuadrarnos, y no hay un coqueteo ni una palabra linda, después en nueve meses se oye el llanto del muchachito', explica.

Muchos de sus documentos permanecen guardados en un cuarto, pero aún recuerda que parte de sus manuscritos quedaron destruidos el 7 de abril del año pasado cuando un incendio acabó con dos locales contiguos a su casa.

'Esto era más acogedor, tenía cuadros y mis manuscritos estaban expuestos, pero he tenido que arreglar todo debido al incendio', sostiene.

En la ‘Oficina Médica del Alma’ no hay reloj como en todas las casas, tal vez porque no es necesario. Allí el tiempo parece detenerse en cada una de las historias que relata su propietario en la que cada uno de sus visitantes se convierte en el protagonista.

'Soy el pechichón'

Evaristo nunca está solo en su casa. Sus hermanos y sobrinos le colaboran en lo que necesite, 'yo soy el pechichón', afirma, pero en su corazón no habita nadie, aunque de manera tímida confirma que tuvo un gran amor. 'Quedé solo porque el que mucho escoge con nada queda', dice.