San Benito, Sucre. ¡Las 160 familias ‘anfibias’ de Santa Ana por fin están pisando tierra firme! Es lo primero que se escucha apenas se llega al ‘Nuevo Santa Ana’, Sucre, a 15 kilómetros de los terrenos donde permanecían diez meses entre el agua por el desbordamiento del río San Jorge.
'Aquí aprendimos primero a nadar que a caminar', exclama Jhorman Ortega, presidente de la junta de Acción Comunal de este corregimiento de San Benito Abad, mientras camina por las nuevas viviendas de cemento y zinc construidas en siete manzanas.
Esta población se convirtió en la primera de Colombia en ser reubicada de manera voluntaria por efectos de la ola invernal. El proceso fue promovido por la actriz barranquillera Isabela Santo Domingo, por medio de la fundación Dar por Colombia, la Cruz Roja y la Unidad de Gestión del Riesgo. Luego se sumó el Fondo de Adaptación que invirtió 3.888 millones de pesos y que ahora destinará $1.100 millones para una institución educativa y cerca de $4.000 millones para obras de urbanismo y protección en la ciénaga..
El 23 de septiembre de 2013 la última de las 160 familias que conformaban el corregimiento llegó a un terreno firme después de dos siglos de estar viviendo 9 de los 12 meses del año bajo el agua, por lo que eran considerados anfibios.
Antes los habitantes de Doña Ana vivían con inundaciones constantes.
Este desplazamiento le dio el honroso título a los doñaneros de vivir en el primer corregimiento del país reubicado de manera voluntaria por causas de la ola invernal.
La población está ubicada en un terreno de 6.5 hectáreas dividas en 7 manzanas y que fue donado por la administración municipal.
El predio dista 40 minutos en lancha del antiguo Doña Ana y a dos horas en carro de la capital de Sucre.
El pasado 4 de marzo el gerente del Fondo de Adaptación, Germán Arce Zapata, inauguró la Institución Educativa San José de Doña Ana que favorecerá a 118 estudiantes de primaria, y allí quedó evidenciada la problemática que embarga a este corregimiento sumergido en el agua y el abandono.
James Rafael Lozano Pineda, docente de la institución, con solo un suspiro trajo a su mente todos los recuerdos de aquellos años en que solo durante 3 meses podían ir a la escuela caminando.
Los niños ahora tienen un lugar donde trabajar.
'El invierno era una pesadilla, hacíamos dos años en uno. Yo hice primero de primaria en dos años. Las clases terminaban en abril cuando comenzaba a inundarse el pueblo y otra vez comenzaba el otro año hasta abril. Poco tiempo después el gobierno hizo aulas de dos pisos y trabajamos todo el año completo pero era sufrimiento porque los niños llegaban a los salones mojados porque se venían nadando', explica.
Esta historia contada por el profesor evocando su época de alumno podría parecer algo lejano y quizás imposible, pero quien desmiente este pensamiento y confirma los padecimientos es Bréiner David Aguirre Buelvas, de 12 años, estudiante de 4 grado.
'Si encontrábamos canoa nos íbamos en ellas y si no había no se iba al colegio. El regreso era nadando y montábamos los bolsos en la cabeza o en la tapa de un tanque para que no se mojara. Era difícil ir a clase y daba pereza', dice el estudiante que no oculta su alegría por estrenar nueva institución.
Jhorman Ortega Quiroz, presidente de la Junta de Acción Comunal, asegura que han sido muchos los avances de la población porque el agua los mantenía en un constante atraso, pero ya están viendo los primeros obstáculos, 'la población está creciendo y las casas son las mismas, y la sequía está acabando con nuestro único sustento económico y alimenticio que es la pesca porque la tierra no es muy fértil para la agricultura'.
Manuel Cadeño, pescador, asegura que lo que antes era abundancia hoy es escasez.
'Antes había mucha agua y la pesca era próspera, en la actualidad llevamos más de 20 días con la ciénaga seca y tenemos que ir a pescar a lugares más lejanos, lo que nos trae pérdidas. A esto se suma que hace poco la Policía nos quitó los chinchorros porque los huecos eran muy pequeños, pero esa es la única forma de pescar en época de sequía', manifiesta el pescador.
El líder comunal Ortega dice que el pueblo ha crecido aceleradamente, en cada casa hay por lo menos 3 niños y los doñaneros mueren de viejos. Desde que habitan el nuevo Doña Ana solo han muerto 3 personas que han tenido que ser sepultadas en corregimientos de Galeras, municipio cercano, ante la falta del cementerio.
'A mí me gustaría que hubiera un cementerio para tener a nuestros muertos cerca. Sepulté a mi esposa en el corregimiento de Puerto Franco. Si Judith Mercado, mi amada, estuviera aquí la iba a visitar todos los días, pero está lejos y no tengo ni dinero para el traslado por lo que solo he podido ir dos veces, mientras que si estuviera cerca iría en las mañanas a ver a la mujer con la que viví 45 años y que me regaló 10 hijos', dijo Orlando Martínez.
Otra de las peticiones de algunos miembros de esta comunidad es una iglesia católica y un centro de salud.