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En la calle, como lo vieron deambular desde hace 10 años en el barrio Las Colinas, en Sincelejo, murió la mañana de este lunes Niño Andrade, un perro criollo que cuidaba los pasos de los moradores del sector que no quisieron sepultarlo sin un homenaje póstumo.

Debajo de un palo de mango, donde reposaba sus largas jornadas de camino, le hicieron un altar como símbolo de gratitud por los años de compañía.

Ismael Vergara, uno de los vecinos, dice que el canino los cuidaba a todos, 'y cuando nos quedábamos tomando nos acompañaba y nos llevaba a cada uno a nuestras casas. Todo el mundo lo quería, era nuestro guardián'.

Su muerte, según algunos de los habitantes, obedeció a envenenamiento porque se caía cuando caminaba.

La iniciativa de despedirlo como cualquier persona la tuvieron los habitantes de la calle 26, pero la noticia se regó por el barrio y fueron llegando todos los vecinos incluidos los dueños de las perras con las que Niño Andrade propagó su especie, alrededor de 10 perros.

A las 12:30 del mediodía, tal y como rezaba en su epitafio, fue sepultado en una finca a la salida de Tolú, mientras los habitantes esperan que muy pronto llegue el sucesor, aunque para ellos no será igual.