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'Cuando vivíamos en el antiguo Doña Ana hasta los niños podían pescar. Ahora que estamos aquí en el nuevo Doña Ana ni vemos los peces… tenemos que ir a otros lugares a buscarlos', relata con dejo Tulio Lastre Madera uno de los lugareños.

Lo que Lastre cuenta es la cruda realidad que viven los habitantes del corregimiento donde escasean las oportunidades para sus pobladores, aunque a nivel nacional ha sido uno de los más publicitados y es reconocido como el primero que el Fondo de Adaptación reubicó por las inundaciones.

Los buenos recuerdos

En el caserío los nativos pasaban 9 de los 12 meses del año inundados, tanto que los niños aprendían primero a nadar que a caminar. Así permanecieron dos siglos, hasta que el 21 de noviembre de 2013 fue inaugurado su nuevo territorio, distante 45 minutos del antiguo, que prometía mejores condiciones de vida.

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En su añoranza del pasado, Lastre dice que en la antigua Doña Ana 'hasta los pelaos ganaban' porque pescaban cerca en las terrazas y patios de sus casas, vendían lo que pescaban y podían ganarse 10 mil pesos. 'Ahora ni los viejos ganamos', lamenta al recordar que incluso en verano, cuando no andaban en canoa y ni sentían el calor, 'teníamos ciénagas donde cogíamos hasta 300 pescaos. Ahora nada'.

El nuevo Doña Ana está conformado por 1.200 habitantes y 148 viviendas, construidas en un terreno de 6,5 hectáreas que era bordeado por una ciénaga de 9 metros de profundidad, que, además de ser la principal despensa de la población, los comunicaría con otros corregimientos de Galeras.

Aquel lugar que solo podía ser transitado en canoas, hoy es la pista perfecta para carros, motos y bicicletas; donde hasta hace unos meses pescaban bocachico, hoy deambulan caballos y vacas.

Orlando Martínez Pabuena asegura que los que salen favorecidos son los ganaderos que sacan a pastar sus reses en los terrenos que antes eran la ciénaga, pues la fuente de la economía de los doñaneros no es la ganadería, pues demanda mucho dinero.

'A nosotros nos tocó cambiar de lugar de residencia, de cultura y de modo de vida, aquí todos somos pescadores y ahora por el verano nos va a tocar aprender a cultivar. Cuando vivíamos allá nos comíamos las tres comida y ahora hay familia que se comen una sola', dice Martínez.

Es tan 'fregada la situación', como él la describe, que, asegura, ya se han presentado 'los primeros casos de desplazamiento por el verano'. Unas tres casas están deshabitadas porque no hay fuentes de trabajo.

Alexis Rojas Morales tiene 20 años de ser pescador y nunca había vivido un episodio de sequía como el de hoy en Doña Ana. Se sorprende cuando ve las canoas varadas y los carros, motos y bicicletas andando por donde debía correr agua.

'Debo caminar tres horas para encontrar agua y solo cojo viejitos y moncholos. Son pescaos pequeños, de poca carne. No amerita el tiempo que demoro caminando, pero, ajá, ¿de qué vamos a vivir?', cuenta con resignación.

Arturo Pabuena Pabuena, vicepresidente de la Junta de Acción Comunal de Doña Ana, agrega que la sequía ha sido un 'golpe grande' para los habitantes que todavía están en etapa de adaptación.

Explica que para ellos es difícil dejar la pesca por la agricultura. 'Demanda más tiempo y los resultados son más demorados'.

En medio de los pesares de la comunidad, Pabuena revela que el Fondo de Adaptación alquiló por cinco años un terreno de 15 hectáreas en Punta de Blanco, Galeras, donde proyectan cultivos y programas de piscicultura, pero no han iniciado por la sequía y, además, porque al operador le faltan algunos trámites.

Además de la sequía los habitantes manifiestan que tienen muchas necesidades entre ellas mejoras en el servicio de agua potable pues no llega a todas las casas, un centro de salud, una cancha, la iglesia y el cementerio. Sus muertos han tenido que ser sepultados en pueblos aledaños que ni siquiera hacen parte de San Benito por lo que sienten que los dejan abandonados.

Todo esto lo tenían en la antigua Doña Ana que hoy gracias a su iniciativa están reforestando, 'porque este sitio no puede quedar del todo abandonado, debe quedar rastro de que algún día vivió una comunidad y la mejor forma es que hayan árboles y animales, un homenajes para los que nacimos ahí', manifestó el vicepresidente de la Junta.

Casas agrietadas

Una de las problemáticas que era desconocida hasta la llegada de EL HERALDO fue el agrietamiento de cerca de 10 viviendas, lo que para sus habitantes resulta injusto porque solo tienen 3 años de estar habitadas.

Una de las más afectadas son las de Yarimis Carrasco Mercado y Luis Enrique González Morales. Sus casas están agrietada en varios puntos, incluido el corredor.

Ella asegura que no se justifica que los daños hayan aparecido de manera prematura.

'No sé si está mal construida o el terreno no era el adecuado, pero esta situación es crítica', sostuvo González.

Ahora solo esperan que San José, el patrono del corregimiento, les haga el milagro. Quieren que sus necesidades sean resuelta y que vuelva la lluvia, para que la ciénaga no sea transitada por carros, motos y bicicletas, sino que las canoas de las decenas de pescadores vuelvan a las faenas diarias para la subsistencia de las familias.