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No la ven, pero la sienten. No la conocen, pero saben de su poder. No hace ruido, pero de ella todos hablan. Los habitantes la buscan pero no tienen dinero ni siquiera para pagar una recompensa.

No se trata de una delincuente, sin embargo, los nativos de Surban le tienen mucho más miedo que a la guerrilla que por décadas frecuentaba el sector. Sin armas y sin violencia ha cambiado la vida de las 36 familias de esta vereda, tan lejana como inmensa en el subdesarrollo.

Surban era el pueblo más dulce de Sucre y desde hace dos años está viviendo sus días más amargos: una plaga, esa, la que han buscado por cielo y tierra, ha acabado con 60 hectáreas de caña de azúcar.

Inmóviles y envueltos en telarañas se ven 15 trapiches, antes sonoras máquinas movidas por motores de luz, ACPM, o caballos que duraban eternas horas dando vueltas cargando un palo hasta moler la última caña.

'Lo duro es que no conocemos la enemiga, nadie ha podido dar con la plaga que está acabando con los cultivos, ha venido el ICA, el Cimpa y expertos del Valle del Cauca y no nos dan razón de ese animal', explicó Manuel Pérez Lara, presidente de la Asociación de Paneleros de Surban (Asopasur).

Cuando la plaga llega a la caña se empieza a secar de arriba hacia abajo y así se va expandiendo por toda la plantación.

Esta vereda era la mayor distribuidora de panela de Sucre: semanalmente se hacían 2.500 unidades, pero ahora no superan las 50.

La libra de panela tenía un valor de $3.500 y era comercializada en Sucre, Bolívar y Córdoba, donde era apetecida porque es totalmente orgánica.