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Anuncia Buelvas Martínez aún llora como la primera vez la partida de su hija. Sus lágrimas se vuelven más incontrolables cuando el calendario llega sin tregua al 20 de enero, fecha inolvidable, cuando su pequeña Astrid Rojas, de 8 años, murió. La niña fue una de las más de 500 víctimas fatales de las corralejas del 20 de enero de 1980 en Sincelejo.

Su memoria es fotográfica y recuerda paso a paso lo que sucedió ese día. Su primogénita de un hogar de 3 menores estaba ilusionada con ir a la ciudad de hierro, pero al estar cerca de las corralejas le insistió que la llevara.

'Uno de los porteros de la corralejas me preguntó por qué lloraba la niña. Le respondí que ella quería entrar a corralejas, que costaban 100 pesos, pero que no tenía dinero. Entonces él respondió que me la dejaba en 50 pesos con tal de que entrara. Y así fue', explica la mujer.

Estando en el palco, un conocido de la familia llamó a la niña y le advirtió que las corralejas se estaban cayendo, pero ella no le avisó a su mamá para que no se fueran del lugar.

'Cuando empezaron a caerse, la agarré, pero la gente se vino para donde nosotros y no nos dio tiempo de salir, desde entonces no vio más a su hija. Fui llevada inconsciente al Hospital de Corozal, donde estuve internada varias días debido a las fracturas', recuerda.

Este 20 de enero, llegó desde muy temprano al Cementerio Central a poner flores. Y muy cerca, sin saber que compartían el mismo dolor, estaba Carmen Salcedo, quien también estuvo en palco con su mamá Carmen Chávez, que estaba de cumpleaños.

Con complacencia, manifiesta que milagrosamente está viva para contar su historia, pero uno de sus primos no corrió la misma suerte. Luis Alberto Martínez Carrascal.

'La gente se tiraba desde el tercer piso, era horrible ver tanto muerto. Me salvé de milagro, porque los palcos comenzaron a caerse desde donde estábamos nosotros. Ese era el palco de mi tío Enrique Salcedo', relata.

Cada vez son menos los dolientes que se ven en el Cementerio Central llevándoles flores a sus muertos por esta tragedia. El hecho está, sin embargo, en la memoria de un pueblo que pide que siga inmortalizado por el recuerdo.