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Si hubiera que resumir el más grande deseo de la hermana Gladis Estella Llano Uribe en una frase, el versículo 14 del capítulo 17 de Lucas encajaría perfecto: 'Al verlos, les dijo: Id y presentaos a los sacerdotes. Y sucedió que, mientras iban, quedaron limpios.'

Limpios de una enfermedad milenaria: la lepra, que ella, con la fuerza de su vocación y una gestión incansable en la que completa seis años ininterrumpidos, espera erradicar en Sucre y Córdoba, donde atiende cada año a 80 pacientes.

Para ella no cuentan los prejuicios sobre quienes padecen la también llamada enfermedad de ‘Hansen’, ni las graves úlceras de sus pacientes, ni lo lejos que ellos vivan. La mueve el amor por los demás, que sufren –además de esta patología– rechazo, estigmatización y, en algunos casos abandono.

Un día de servicio de la hermana Gladis, quien vive en la Casa de la Juventud Villa Bernarda en Morroa (Sucre) con sus hermanas de congregación, comienza bien temprano. Antes de partir a las comunidades para cumplir con un total de 20 brigadas de salud por año, alista una caja con medicamentos e implementos de curación, la monta en la parte trasera de una camioneta que le donaron alemanes para ese fin, y se embarca rumbo a la misión.

Esta vez va cerca, a Corozal, municipio cercano a Morroa, donde le esperan tres pacientes de lepra de avanzada edad. Al bajarse del vehículo toma la caja con las medicinas y sube entre peñas hasta donde su primera paciente, a quien una 'úlcera perforante plantar' le ha afectado gravemente el pie izquierdo.

La misión

La hermana Gladis se sienta, retira una vieja venda del pie de su paciente y amiga, que no se ahorra sonrisas por tenerla de vuelta. 'Aprendí cuando llegué a Colombia de una experiencia de misiones en el África. Había hecho un curso de enfermería auxiliar y conocí a tratar la enfermedad. Un médico de la DAWH, asociación alemana que trabaja en Bogotá, vino a dictar unas capacitaciones especiales a médicos y enfermeras de Sucre y de Córdoba y nos enseñó', resume.

Si las curaciones surten efecto y la paciente sigue su tratamiento al pie de la letra no habrá necesidad de que le amputen el pie. La hermana Gladis confía en que el final, en este y todos los casos, sea feliz.

Con los guantes puestos, limpia la úlcera a la vez que conversa con la mujer y sus familiares. Es muy insistente en los cuidados para evitar secuelas mayores en la anciana.

'Ella me ayudó a conseguir el baño y me lo mandó a hacer. Le agradezco, la tengo en el corazón desde que la conocí. Cuando viene me alegra el corazón', dice la paciente con la voz entrecortada. Es evidente que le sobra la nostalgia cada vez que el hábito blanco de Gladis se asoma a su puerta.

Al lado, solo a una casa, hay dos pacientes más que la esperan con igual entusiasmo. El primero es un anciano en cama que perdió la vista, pero que se conforma con el acento paisa de su visitante. Los dedos de sus pies se han retraído por la lepra. Él no habla de eso en ningún momento, está embelesado con la presencia de su amiga y un tanto asustado por un rumor que acaba de recibir: que la hermana será trasladada.

'A mí me lo dijo una hermanita: Vas a quedar solo, porque tú no amas sino a Gladis. Yo le respondí: yo amo al que me ama', dice con seguridad.

En plena curación llega la hermana del paciente, también enferma de lepra, quien se asoma al cuarto como los dos anteriores: sonriente. Utiliza un bastón, porque la lepra, al igual que a su hermano, le retrajo los dedos de los pies. Sus pequeñas sandalias ortopédicas hechas a la medida y donadas por la Iglesia católica en República Checa, dan una idea de la magnitud de las secuelas. Lo mismo ha ocurrido con sus manos.

'Nos ponemos contentos cuando viene ella. Siento muchas cosas por ella en el corazón', relata.

Enfermedad tratable

La religiosa remarca que la lepra es una enfermedad contagiosa mientras no se haya tratado y que una vez ha comenzado el tratamiento deja de ser una amenaza. 'No se transmite por un beso, por un abrazo, por unos cubiertos, por una relación sexual. Se transmite por un estornudo o un grito desaforado que sea de un paciente que no haya recibido tratamiento', aclara.

La lucha incansable de la consagrada con la enfermedad la llevó a constituir Asopal-Sucre, que agrupa a los 80 pacientes con los que ella trabaja. El propósito es que se visibilicen y reciban la atención que merecen en todas las áreas de su vida.

Cuando las EPS o el Gobierno no responden, ella misma acude a donde tenga que hacerlo para abogar por los derechos de los enfermos y lograr la atención. '(Los pacientes) merecen una oportunidad para estudiar y para trabajar, para hacer parte de una sociedad en la cual todos tenemos un espacio. Los invito a que se vinculen a este proyecto de las personas afectadas por lepra para erradicar esta enfermedad de Sucre y también el estigma', manifiesta la misionera.

Mujer Cafam

Este trabajo le mereció hace una semana ser elegida como Mujer Cafam Sucre 2018, y aunque está feliz por ella, lo está más por sus pacientes, porque cree que es la oportunidad perfecta para conseguirles una mejor vida para ellos.

'Las hermanas franciscanas llevamos 40 años acompañando a los pacientes de una manera asistencial y a partir del 2011 con la estrategia RBC, que es la que permite la inclusión de las personas, la valoración de las mismas, su participación a nivel social. Es un reconocimiento a mis hermanas y a muchas personas que han venido apoyando esta obra. Esto me ubica a nivel nacional para que se conozca que sí hay lepra y que hay que seguir trabajando para erradicarla', concluye.