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Entre los caminos de herradura y el pasto seco que tiñó el verano en la zona rural de Los Palmitos (Sucre) se erige una pequeña casa en la que 12 personas están tratando de volver a comenzar. Atrás quedaron las armas, las botas y las filas que integraban cuando eran miembros de las Farc. Ahora sus pensamientos están enfocados en la productividad, la economía y un nuevo modo de vida.

Porque siempre se puede comenzar de nuevo, Alejandro y Carolina (Nombres ficticios), padre e hija, no dan la cara, pero sí cuentan la historia de cuando juntos integraron dicha guerrilla. No se acuerdan a ciencia cierta cuánto tiempo duraron, pero fue mucho porque la joven creció en ella.

El señor ve las cosas desde el punto de vista espiritual, totalmente diferente a como las observaba en el monte. Lo más importante para él es que esta alternativa de negocio los ha unido y fortalecido como personas, porque, al fin y al cabo, debe prevalecer el darse la mano y caminar para el mismo lado. Ya la tierra sangró bastante y ahora debe germinar.

Atrás quedó lo que se quiere olvidar. Aunque el dolor y el remordimiento se vino acompañándolos, ahora intentan escribir un relato esperanzador en el que el único sonido que se escucha sea el de las risas por el deber cumplido.

'Es bonito observar a la gente motivada con este proyecto. Cada uno da su granito de arena para que todo sea exitoso y tengamos excelentes resultados. Gracias a Dios recomenzamos y aquí estamos echando para adelante junto a los demás', comentó el hombre.

Hoy, la chica está a punto de graduarse de Derecho y además asesora la cooperativa con la que 19 personas, incluyendo los doce excombatientes, resurgen.

La joven sabe a lo que se refiere cuando dice que la paz es mejor que estar en el monte. En la vida civil, junto a su progenitor, ha cambiado la forma de ver las cosas. Ha aprovechado cada oportunidad que le ha dado el destino y tiene muy claro para dónde va. La inseguridad a la que están expuestos por su condición la hace ser recelosa, por eso habla sin rostro.

'Gracias a las oportunidades que nos ha dado el Gobierno, hemos sido beneficiados con muchas cosas como estos proyectos que son el comienzo de las personas que buscan una paz estable y duradera y que las víctimas sean reconocidas. También que la comunidad se integre. Mi mensaje para los combatientes que están todavía en el monte es que se reconcilien con Colombia y dejen atrás el terrorismo ya que todos somos iguales de género y tenemos el mismo rol en cualquier cosa que hagamos, incluyendo estas unidades de negocio', expresó la joven.

El proyecto productivo de estas personas se trata de la cría de unos 30 cerdos que serán expendidos en el mercado local. Comenzaron con dos parejas en octubre pasado y luego con la inversión de los 18 mil dólares que les entregó la ONU, financiadora del mismo, adquirieron más de 20 marranos con los que han puesto a caminar la unidad de negocio que además de darles soluciones económicas los mantiene unidos en una lucha conjunta.

Iñaki Mass es el profesional de campo de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en Sincelejo. Conoce de cerca el proyecto productivo y el trabajo social que han desarrollado estas personas desde octubre de 2018 cuando se formalizaron en cooperativa. Lo llena de satisfacción el saber que la labor se está haciendo en conjunto y que por eso se están viendo los resultados.

'Este es el resultado final de la reincorporación que debe acabar en un modo de vida autónomo como todo ciudadano. El proceso tiene un seguimiento y con capacitaciones para que estas familias sean autosostenibles. Lo importante es el modo de vida de la gente', puntualizó.

En medio de la sala del kiosco donde reposan las personas que cuidan a los animales a diario hay un par de botas con unas flores dentro. Ahora sirven de florero, pero cuando las usaban los excombatientes machacaban el fango donde estaban sumidas sus vidas. Pero todo vuelve a florecer y los destellos de una vida nueva resurgen a la par de las nuevas raíces.