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En la línea que une al cielo con el mar se libra una faena entre lo artesanal y la industria que data de hace mucho tiempo. Es tan antigua como el mar, el escenario donde dicha disputa tiene su accionar principal.

Los pescadores del Golfo de Morrosquillo, desde siempre, además de buscar el sustento diario para alimentar a su familia han librado la defensa por el territorio, ese donde capturan los peces a la par de la actividad petrolera en el puerto marítimo y la pesca de arrastre hecha en barcos. Considerada desleal para ellos.

Mientras tiraban las atarrayas y esperaban pacientes en la canoa sobre el apacible, y a veces bravo mar de la madrugada, pensaban que algo tenían que hacer para mejorar la producción, pero más que eso, optimizar la comercialización para garantizar que la vida de la pesca perdure.

Es así como doce asociaciones de pescadores con asiento en los municipios de San Onofre, Tolú y Coveñas, en Sucre; y San Antero, en Córdoba, los cuales conforman al Golfo de Morrosquillo, se unieron y conformaron lo que recibe el nombre de Corpagolfo. Pero la fusión no quedó en una denominación, debía trascender y moverse a la par de las olas. Por eso el proyecto insigne de la agremiación de segundo nivel es la creación del centro de acopio de pesca artesanal, cuya inauguración fue la semana pasada.