No es una potencia mundial, no tiene entrada y salida de vuelos y mucho menos grandes empresas, sin embargo en la vereda Villa Rosita, en la zona rural e indígena de Sincelejo, lo que sí tienen es todo el derecho a protegerse. Y lo están haciendo prohibiendo el ingreso de personas ajenas a la comunidad con el fin de que el Coronavirus no haga su entrada.
Como quien dice, con palos y alambre de púas, les cerraron los portillos a la enfermedad que paraliza al mundo entero.
Lo que comenzó como una chanza entre vecinos en una conversación bajo un palo de mango se convirtió en una realidad que desde la tarde del domingo se hace efectiva. Armaron una cerca, la ubicaron en la vía destapada de entrada a la vereda a un costado de la Troncal de Occidente en la vía Sincelejo – Sampués y se apostaron en la mitad para impedir el paso de los forasteros.
Con el cartel que reza 'se restringe el paso a personas ajenas a la comunidad. Entre todos nos cuidamos. Respete las normas', invitan a cumplir el aislamiento colectivo y de paso blindar a los habitantes del contagio del COVID-19.
Como toda norma, esta también tiene algunas excepciones, aunque son pocas. Los habitantes que hayan salido o que necesiten comprar algo lo pueden hacer, pero al entrar y salir se tienen que obligatoriamente lavar las manos. Los vigilantes del cierre disponen de una taza con agua y jabón al igual que antibacterial para que cumplan con el requisito de limpieza.
Necesitan apoyo
Luis Aurelio Hernández Monterroza es uno de los habitantes que vela por el cumplimiento de la medida que no reza en ningún acto administrativo. Afirmó que aunque la gente está cumpliendo con lo establecido, hay personas como deportistas, que acostumbran a visitar la zona, que se niegan a aceptarlo. Muchos han optado por ingresar por vías alternas, en mal estado de por sí.
'Pedimos apoyo de la Policía y la Administración Municipal para que ejerza control en la zona y evite que haya violencia', pidió el morador.
Agregó que 'ya esto está coordinado con el cabildo para que el que no sea habitante de la vereda no se aproxime. El que incumpla la medida si se pone pesado se detiene, sin violencia, para que se retire o se lleva al cepo'.
Ese es precisamente uno de los castigos: el cepo. Este es regido exclusivamente por la autoridad indígena que tiene la autonomía para decidir en su territorio.
Vulnerables
La vereda Villa Rosita tiene 500 habitantes distribuidos en 210 casas. De la población hacen parte 120 adultos mayores, uno de los segmentos más vulnerables con esta pandemia. Esto es lo que más le preocupa a los habitantes toda vez que no gozan de un centro de salud que les garantice, así sea en la mínima medida, una asistencia médica de urgencia.
'El servicio de salud está pésimo como en cualquier parte de Colombia. Si se da una gripa acá se usa primero lo tradicional como bebidas y baños, lo ancestral. Si se pone grave la persona se pasa a la cuestión médica. Pero se necesita un centro de salud para atender a toda esta población', dijo el centinela.
Por todos
Por su parte José Hernández, otro de los habitantes que está frente al cierre, dijo que se ‘bajó’ por unos instantes de sus labores cotidianas para proteger a sus coterráneos. Comenzó por él, continúa con sus vecinos.
'La iniciativa que tenemos es no dejar pasar a ninguno que no sea de nuestra vereda. Si hay alguien que de fuerza mayor tenga que entrar se tiene que lavar las manos. Esto es unión y con esto lograremos superar la situación. Comenzó en una chanza con un vecino, pero como la situación se ha ido empeorando la pasamos a la realidad. Fuimos de casa en casa a preguntar si estaban de acuerdo y hubo consenso. La mayoría estuvo de acuerdo', aseguró.
El domingo en la tarde comenzaron porque es uno de los días en que más entra gente debido a los entrenamientos deportivos y de motocross que realizan en la zona.
A la par de las medidas tomadas está la preocupación por la falta de agua potable; ya que los pozos se están secando.
En las calles aledañas va ‘desfilando’ una caravana de pimpinas de agua que son distribuidas en la comunidad.
La falta de agua agudiza el ‘calvario’ de esta comunidad rural que dice sentirse sola en la lucha contra el COVID-19, el gigante mundial que ha contagiado a miles.