Los monumentos, esas obras públicas y patentes que existen en memoria de algo, le hacen falta a la ciudad de Sincelejo para recordar aquel 20 de Enero de 1980, cuando las corralejas –para ese entonces de tres pisos– se vinieron al suelo y dejaron centenares de fallecidos, miles de heridos y otros tantos que aun 45 años después viven para contar la historia.
La fecha insigne de la fiesta popular en honor al Dulce Nombre de Jesús está en la memoria de cada sincelejano, por muy joven que sea, pero no cuenta la ciudad con un sitio en el que hoy, por lo menos, acudan nativos y turistas a visitar para saber qué pasó hace 45 años en este municipio y que lo dio a conocer ante el mundo.
Un barrio, un emblemático y renovado estadio de béisbol, algunas tiendas y hasta un colegio llevan el nombre 20 de Enero en este sector que está entrelazado con el barrio El Cortijo, al punto que los límites entre una zona y otra solo los conocen los habitantes más antiguos.
Todo este mobiliario urbano da cuenta de una fecha, que para algunos es de ingrata recordación mientras que para otros solo se refiere a una fiesta que hasta canción propia posee, pero no existe un sitio o lugar de recogimiento o acogida de la ciudadanía que haga memoria a la tragedia que por demás le dejó comprometida, por muchos años, las finanzas a la capital del departamento de Sucre ante el Gobierno nacional, que en su momento, a través de Minhacienda, asumió los pagos de unas indemnizaciones que en su mayoría no llegaron a los bolsillos de quienes en realidad fueron víctimas de la caída de un sector de los palcos de las corralejas que para aquella época se celebraban en el barrio Mochilla, y cuya plaza llevaba el nombre de Hermógenes Cumplido y ahora es Plaza Toro Bravo en un lote en la salida hacia Sampués.
Al no existir el monumento de aquel 20 de Enero de 1980 está en riesgo la memoria de la ciudad porque en el sitio donde se cayeron los palcos tampoco hay nada que haga alusión a ello. Es más, construyeron un estadio.
Julio César Pereira Díaz, comunicador social-periodista e historiador sincelejano, ratifica que la ciudad capital del departamento de Sucre no posee un archivo histórico y eso pone en riesgo la memoria por el olvido. Además sostiene que la tragedia del 20 de enero de 1980 está en la historia del mundo como un hecho ocurrido en medio de un espectáculo de diversión en el que la cifra de fallecidos no fue exacta porque para ese entonces en la ciudad no existía ninguna de las entidades que en la actualidad se encargan de esos fines. No hay tampoco en el Cementerio Central la ruta del doliente.
Lo cierto es, dice el destacado comunicador, que con la caída de los palcos ese trágico 20 de enero se acabaron los ataúdes en Sincelejo y entre quienes hicieron donaciones de estos se cuenta la entonces gobernadora de Bolívar, Elvira Faciolince de Espinosa, que envió tres camiones repletos de estos.
Por su parte, el entonces presidente de la República, Julio César Turbay, envió, de noche, un avión con profesionales de la medicina para la atención de los heridos, y como la pista del aeropuerto no tenía energía, a través de la radio convocaron a los taxistas para que llegaran al aeropuerto de Corozal a iluminar con las luces de sus carros la pista del terminal aéreo.
María Elvira Moreno, una viuda de aquel 20 de Enero
En su casa del barrio El Cortijo, ubicada en los alrededores del llamado Parque de Las Viudas, en Sincelejo, aún reside María Elvira Moreno Gómez, una de las tantas mujeres que perdió a su esposo y padre de sus hijos en la tragedia del 20 de Enero de 1980.
José Osorio Solarte era su esposo y padre de 5 hijos, entre ellos una mujer, que ese día había ido, como los días antes, a la fiesta brava a vender frutas, pues a ese oficio se dedicaba. Era nativo de Tumaco, Nariño, y había llegado a Sincelejo desde hacía varios años y se conoció con María Elvira, que lo perdió para siempre en un día como hoy de hace 45 años, cuando ella tenía 27. Desde entonces tuvo que trabajar duro para sacar adelante a sus 5 retoños. La noticia más dolorosa de su vida se la dieron dos vecinos. Ella perdió la visión hace 18 años, pero su mente está muy bien.