El panorama supone un mayor gasto en tratamientos para las EPS, metidas en una encrucijada y un mar de incertidumbres y de afugias económicas.
Mientras las víctimas del paramilitarismo llevan décadas esperando ser resarcidas, sus verdugos asumen hoy una posición de privilegio que ahonda sus heridas.
Es inaceptable que miles de damnificados por el invierno sigan esperando las primeras ayudas de un Estado que no es capaz de ser eficaz en su labor. ¿Por qué?
Barranquilla y el Atlántico así lo han entendido y por eso se empiezan a recoger los frutos de la inversión en los niños y adolescentes de nuestros territorios.
Las escalofriantes y demoledoras cifras de la violencia contra nuestros menores deberían avergonzarnos como sociedad. Este año han sido asesinados 375 de ellos.