Es escandaloso que funcionarios públicos sigan vendiéndose a las redes criminales de trata de personas. El Estado debe hacer mucho más para actuar contra ellos.
Conflictos sociales, bloqueos e inseguridad golpean a este sector clave que lanza un SOS al Gobierno. Urge actuar para evitar que más empresas tiren la toalla.
La misoginia es una forma de violencia tan o más dañina que el racismo. Provoca un dolor extremo que destroza vidas, cuando no las acaba. Que la ejerza el presidente Petro al estigmatizar a las mujeres periodistas de la nación que gobierna, a las que está obligado a proteger, es un acto de machismo institucional que nos expone a una persecución implacable. De hecho, desde que lanzó su temeraria acusación las redes sociales no han hecho más que arder contra quienes desempeñamos el oficio, reproduciendo estereotipos de género o expresiones de odio para desacreditar nuestro trabajo, exponiéndonos a nuevas formas de ataques sistémicos. Rectifique presidente Petro, no desprecie nuestra insaciable determinación de hacer el mejor uso de la palabra libertad, aunque no le guste. Es parte del valor intrínseco de una democracia.
Este es el momento de hablar con franqueza sobre la composición de nuestra fórmula tarifaria que también contempla cobros adicionales que suman, como tasa de seguridad e impuesto de alumbrado público. O sobre cómo aumentar el consumo mínimo de subsistencia, de decisiones pendientes de la Creg en torno a la formación del precio de energía en bolsa, a la exposición de comercializadoras, como Air-e, y a tantas cuestiones claves que no dan más espera para asegurar un suministro energético eficiente y, lo más relevante en nuestro contexto, con tarifas justas.
Se debatieron y aprobaron más de un centenar de impedimentos y otro tanto de proposiciones, pero no se discutieron los artículos propiamente dichos que componían el texto que salió de la comisión correspondiente tras su tercer debate. No, el oficialismo aprobó lo que salió de Senado y así hábilmente le hicieron el quite a las intenciones de la oposición de dilatar el debate y se saltaron todas las formas, incluso sacrificando todo lo que se había trabajado y conciliado y dejando con inconsistencias el proyecto de ley.