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Lorenzo Morales se fue de mañanita, salió tempranito sin hacer parada; esta vez tomó rumbo a la eternidad, cansado, pero con la satisfacción de haber dejado en el mundo terrenal un inmenso legado musical.

El juglar de 97 años falleció ayer a las 6 a.m en una clínica de Valledupar. Un paro respiratorio acabó con su existencia, tras permanecer internado en el centro asistencial con neumonía e insuficiencia renal crónica.

Los años lo habían vencido. Según el parte médico, la edad no le favoreció para que se recuperara, a pesar de haber sido un hombre fuerte. Seguramente en el cielo lo espera su compadre Emiliano Zuleta para seguir dándole rienda suelta a la piqueria que entre ellos dio origen a La Gota Fría, la famosa canción que evidencia la rivalidad que tuvieron para demostrar cuál de los dos era el mejor acordeonista.

Moralito como se le conoce a este músico en el folclor, nació el 19 de junio de 1914 en el corregimiento Guacoche, municipio de Valledupar; hijo de Epimenio Herrera y Juana Morales, aprendió a tocar acordeón cuando tenía 12 años, y a los 17 sus notas alegres eran conocidas en todo el Magdalena Grande.

Alix Cecilia Morales dice que su padre nunca fue a una escuela, aprendió a leer y a escribir, asomándose por las ventanas de los colegios, donde captaba conocimientos que engrandecía después él solo.

“Fue una persona muy inteligente, le gustaba investigar y conocer palabras a las que les buscaba el significado”. Era un hombre de campo, dotado de una mente prodigiosa, la misma que lo mantuvo lúcido, aún pocas horas antes de morir, tan consciente estuvo como para pedirles a sus hijos que no le guardaran luto y que su sepelio se hiciera con flores rojas y lo llevaran al cementerio en un ataúd del mismo color.

Prácticamente aquello se convirtió en la última voluntad del maestro. Su familia buscó un féretro con la tonalidad más parecida a la que pidió Moralito; a través de las entrevistas en los medios de comunicación Alix Cecilia les solicitó a quienes se solidarizaron con la muerte que enviaran flores y coronas de ese tono, pero lo que no pudieron cumplirle es que se vistieran de rojo. “Nos dijo que no le guardáramos luto, él era alegre y así lo vamos a recordar, pero la verdad es que estamos embargados de tristeza”, dijo.

Hizo una recomendación especial: que no descuidaran, ni se olvidaran de Ana Romero, su mujer, con la que vivió en los últimos 65 años y tuvo 17 de los 37 hijos que procreó el acordeonista.

A pesar de que Morales componía, cantaba y tocaba acordeón, que fue parrandero y mujeriego, no dependió económicamente de su actividad como músico y siempre fue responsable. Durante 17 años, mientras sus hijos crecían se internó en una finca en la serranía del Perijá a sembrar café con lo que sacó a su familia adelante; de ahí que en ante tanta ausencia, Leandro Díaz le compusiera La Muerte de Moralito, prácticamente desapareció en ese tiempo del ruedo musical; también trabajó en oficios varios en el antiguo Idema, donde logró alcanzar la pensión; con los años y el registro de sus canciones también obtuvo ingresos a través de la Sociedad de Autores y Compositores, Sayco, donde según el director de la entidad en el Cesar, Alberto Murgas, tiene 20 canciones inscritas.

El cuerpo de Lorenzo Morales pasó la noche en sala de velación de la funeraria Ultra; hoy estará a cámara ardiente en la sede de la Sociedad de Autores y Compositores, Sayco, Valledupar; a las 3:30 de la tarde será llevado a la Iglesia La Concepción; luego a la tarima Francisco El Hombre en la plaza Alfonso López y después será sepultado en el cementerio central.

La piqueria de Morales y zuleta surgió del chisme

Los rumores de que en Guacoche había un excelente acordeonista llegaron a oídos de Emiliano Zuleta. El chisme se regó y empezaron supuestamente uno y otro a mandarse recados, haciendo canciones para demostrar su talento.

Alberto Murgas sostuvo que “la gente de la región se encargó de alimentar esa rivalidad, con el chisme iban donde Emiliano para decirle que Lorenzo había hecho una cosa”.

En 1937 comenzó aquella contienda, estuvieron un año tirándose versos y canciones completas desde escenarios distintos, hasta coincidir en Urumita, donde llegó Moralito.

Lorenzo encontró a Emiliano en una parranda, estaba bastante tomado. Moralito hizo una demostración de su habilidad con el acordeón; y los amigos de Zuleta se lo llevaron para que durmiera, se recuperara y se enfrentara al día siguiente con el hombre que llegaba de Guacoche; la sorpresa para Emiliano fue cuando estando listo para medirse con Moralito, éste ya se había ido, surgiendo así La Gota Fría de la autoría de Zuleta.

La contienda siguió, protagonizando la piqueria más larga de la historia musical del vallenato. Murgas señaló que todo terminó en una gran amistad.

“Fueron tan amigos, que la última persona que visitó al viejo ‘Mile’, estando enfermo, el 30 de octubre de 2005, fue el maestro Morales”. Emiliano Zuleta murió después de la despedida con Moralito.

Por Miguel Barrios