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“Adelante, están en su casa. Me esperan un momento y luego me dicen que vamos a hacer”, fueron las primeras palabras de la señora Maritza Viña Guerra, directora del grupo Pilón Cañaguate, ganador del primer puesto el año pasado en el Desfile de Piloneras de Valledupar.

Ayer era el gran día para esta cesarense y su grupo, por eso desde la 1 p.m. comenzó a arreglarse para llegar puntual al desfile abrebocas del Festival de la Leyenda Vallenata. Esta rutina la viene haciendo desde que tenía 15 años, por eso con total seguridad dice que el amor por la danza del pilón lo lleva en la sangre y hoy a sus 64 años todavía se siente con la misma fuerza y alegría para seguir bailando en las calles de la capital vallenata.

Con Pilón Cañaguate lleva participando 12 años ininterrumpidos y siempre se han destacado por su orden, coreografía y vestuario, de ahí a el resultado de las ocho veces que han ocupado el primer puesto. “Los triunfos son el resultado del esfuerzo y dedicación de cada uno de los integrantes. Nos preparamos durante todo el año”, anotó doña Maritza mientras muy coquetamente se aplicaba el labial.

El nombre del grupo es en honor a la flor amarilla del cañaguate, la cual también portan las mujeres como tocado, aunque este año lo cambiaron por el lirio rojo, en homenaje a Calixto Ochoa.

En cuanto los integrantes, expresó que la mayoría son familiares y amigos, entre los cuales hay jóvenes universitarios y personas mayores. “Todos los que bailamos somos adultos que nos gusta lo que estamos haciendo. En total el grupo está conformado por 30 parejas”.

Mientras sigue contando la historia de Pilón Cañaguate, Maritza Viña continúa arreglándose, cuidando cada detalle, ya que según ella hay que lucir impecable ante el público que los anima durante todo el recorrido. Entre esos detalles está que el vestido luzca como es: limpio, bonito y elegante.

“Hay que estar pendiente de lo más mínimo, por ejemplo te cuento que participar en este desfile cuesta aproximadamente $15.000.000 y como mínimo $7.000.000. El sólo vestido de las mujeres tiene un valor de $300.000 y el de los caballeros de $150.000”, apuntó Viña.
Antes de que llegara la hora de partir hacia el desfile, la pilonera mayor como muchos la llaman y a ella no le gusta, contó un poco sobre la historia del hermoso vestido que estaba luciendo,
afirmando que “es un homenaje a nuestras abuelas, así se vestían y le llamaban chambra. Aunque no era tan llamativo, los colores vivos nacieron con la danza del pilón en el año 1983”.

Minutos antes de partir al desfile llegó Wilson Jiménez, esposo de la señora Maritza, quien para sorpresa nuestra no la acompaña en la danza.

Él solo se dedica a observarla durante el desfile en compañía de sus mejores amigos. “Yo estoy de acuerdo con que baile y viaje. Eso es lo que la mantiene joven y viva, yo solo la miro”, dijo entre risa Wilson.

Sin embargo, su pareja no es su único admirador, ya que sus tres hijos (dos varones y una hembra) elogian el trabajo de su madre y bailan al pie de ella. De hecho, su hijo Jair González es el encargado de la coreografía y por ende de mantener la tradición cultural de la familia.

2:30 p.m., por fin llegó la hora de partir al punto de encuentro del desfile y Maritza Viña no dejó de sonreír ni un instante. Al llegar a la esquina del colegio Instpecam todos la saludaban, dejando claro que es reconocida por su gran entrega a este evento que representa a los vallenatos. “Esto me hace feliz y creo que tu me entiendes porque lo vives con el Carnaval de Barranquilla. Sin embargo, me da mucho pesar y nostalgia que Consuelo Araújonoguera, la gran impulsora de esta danza y desfile ya no esté con nosotros”, añadió.

Esa misma felicidad la irradiaban cada uno de los integrantes de su grupo, quienes sin importar el fuerte sol hicieron un ensayo previo, para cuadrar todos los movimientos y mostrar un digno espectáculo.

“Esto es algo hermoso, por eso el mensaje que le puedo dar a las nuevas generaciones es que tengan sentido de pertenencia por este desfile, que lo amen y que no bailen por bailar”, concluyó la gran Maritza Viña, mientras se despedía para ir a calificar a los grupos, ya que este año fue escogida como jurado.

Por Brenda Romero Martínez