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Amparo no llega. Han pasado quince minutos y no aparece en su propio apartamento ubicado frente a un bosque de pinos y eucaliptos en los cerros orientales de Bogotá.

Pero es como si estuviera. Porque en su sala hay pistas evidentes con las que uno podría armar un perfil de quién es y cómo es la actriz más importante de Colombia. Las paredes, por ejemplo, están copadas con fotos y dibujos suyos. No hay nada colgado en los muros de su espacio luminoso que no sea su rostro o su cuerpo esculpido por años de ejercicios; la vanidad y el culto al físico quedan claros en ese rasgo. En el piso hay un aparato para realizar abdominales y un par de pesas que dan cuenta de su obsesión por ejercitarse. La empleada trae una bebida de hierbas y aloe vera, y ese es otro rasgo nuevo. Entre sus objetos abundan referencias a viajes a otros países, libros de Kabala y de espiritualidad y fotos con personas a los que ha amado o la han amado.

Si no llegara, ya podría decirse que Amparo Grisales es una mujer que ha dado prevalencia al cuerpo a lo largo de su vida, pero que en el camino ha ido construyendo una filosofía de vida para que lo físico vaya de la mano con lo saludable y lo espiritual. Y que ha amado y vivido con intensidad. Entonces aparece.

Acaba de trotar y todavía luce agitada por el ejercicio. Los músculos fibrosos de los hombros quedan expuestos. Sonríe y no tiene maquillaje. Delgada, sana, vital y dispuesta a generar polémica, deja en claro, en pocos segundos, que ella deja su huella esté o no esté. Llegue o no llegue.

Cuerpo consciente. Está orgullosa. Por primera vez publica un libro escrito por ella. Amparo Grisales toma su libro de pasta dura Cuerpo consciente, lo coloca en su regazo y comienza a hojearlo como quien mira un espejo: allí están algunas de las más de cien portadas en las que ha aparecido durante cuarenta años de carrera artística. Pero no solo es un homenaje a su carrera. También está su texto, una investigación directa y profunda sobre lo que ha aprendido acerca de la alimentación saludable, la meditación, las rutinas de ejercicios y el autoconocimiento para vencer el paso del tiempo.

Para sorpresa de todos, la manizaleña ofrece pruebas científicas, investigación y contexto. Nada de polémica esta vez. Y la prueba física, a través de las fotos de su vida, acerca de cómo ha logrado ir venciendo la edad 'sin necesidad de acudir al Photoshop'.

Ese es el centro de su libro: cómo hacerle frente al paso del tiempo. Y entonces comienza otra de sus habilidades mayores, quizás una de las que más le ha dado fama después de su propio cuerpo y el talento que tiene como actriz: su capacidad para decir cosas sin reparos o, como ella misma dice, 'sin pelos en la lengua'.

Se toma la bebida de aloe vera y ya no puede refrenarse. 'Me incomoda que la gente me pregunte cómo hago para mantenerme así, cuando en realidad no es una cuestión milagrosa de cremas o de cirugías: es dedicación y conocimiento. Es conciencia. La gente se maltrata a sí misma, come lo que le hace daño, invade su cuerpo de sustancias tóxicas y apela al bisturí para deformarse. La sabiduría no es externa: proviene de adentro', dice Amparo.

La posee su desparpajo manizaleño. Y al mismo tiempo, la obsesión de un libro que necesitaba escribir para que lo que ha aprendido no se quede solo para ella. 'La fortuna que no han tenido muchas de las mujeres que protagonizan las portadas de hoy es que yo sí me conocí sin Photoshop y aprendí a cuidar mi cuerpo. Hoy exijo que en mi caso se manejen las herramientas digitales con prudencia porque me gusta verme como soy'.

En su libro, Grisales incluye las mejores imágenes de su vida artística. 

Toda una vida. Conciencia. Repite una y otra vez la palabra. De hecho, Amparo Grisales se cerró a la banda y no quiso otro título para su libro. Le propusieron que exaltara su belleza. Pero no quiso ceder porque sabía que cualquier otro título daría pie para que la prensa 'pensara que había escrito un libro de banalidades'. Lo suyo, en esta oportunidad, 'era demostrar una filosofía de vida'.

¿Cuándo arrancó a cuidar de su cuerpo? Hace memoria y salta a la edad de cinco años cuando su familia la inscribió en Bellas Artes y el teatro la llevó a elegir la actuación como forma de vida y por ende a ser consciente de sus movimientos. La disciplina la reforzó con el deporte cuando formó parte de las selecciones de baloncesto y voleibol de Caldas. Llegó a ser la única seleccionada por su departamento para participar en el Suramericano de Voleibol en Perú de la época. De hecho, a los 13 años salió por primera vez en la portada de un diario, pero como deportista. 'Aún hoy, por mi constancia, me veo mejor que muchas de 20 años'. Amparo, por si las dudas, tiene 57 años.

Por rutina siguió practicando deporte. Cuando llegó a los 17 años a Bogotá y comenzó a actuar, sufrió con los extensos horarios de las grabaciones y entendió que solo tenía dos opciones: o se dedicaba a cumplir con las duras jornadas o se obligaba a ser más eficaz y a redoblar sus esfuerzos físicos. Optó por lo segundo y junto con el hombre de su vida, el también actor Jorge Rivero, emprendió una rutina de ejercicios en una época en la que los gimnasios no eran visitados por las mujeres y ella descollaba por su persistencia en ese espacio de hombres sudorosos, pesas que olían a metal y ninguna máquina moderna para rutinas especializadas.

Adquirió la conciencia de su cuerpo y también conocimientos acerca de la alimentación. A la par, se dio cuenta de cómo su disciplina refrenaba el paso de los años: abandonó las carnes rojas, dejó de lado los alimentos que le causaban daño, redujo la ingesta de sodio y de azúcares, aprendió a no llenarse de carbohidratos, dejó las bebidas entre comidas, dijo que no a la leche pasteurizada y a los químicos añadidos, abrazó los complementos vitamínicos y se despidió de la comida chatarra.

Adicionalmente, leyó la Kabala y el Zohar, practicó la meditación y apeló a lo orgánico. Por eso sintió que era la hora de transmitir su conocimiento. 'La gente vive llena de toxinas y no toma conciencia de lo que ingiere. Está llena de imaginarios y de prevenciones con respecto a su figura, y no aman ni sus narices reales ni sus cuerpos naturales. Hay cosas que matan y la gente no cree'.

Mira el libro como si fuera un espejo. Se reconoce a sí misma. Esté o no, lo que toca tiene su sello.