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Para Matilde Posada de Fernández, no hay nada más importante que preservar la tradición, y eso es precisamente lo que ha venido haciendo desde que tomó las riendas de los Cumbiamberitos de San José, en 1991.

Pero la historia de esta cumbiamba infantil, insignia del Carnaval de la 44, se remonta mucho más atrás, a 1982, año en que Francisca Gutiérrez de Gómez decidió llevar a la calle a un grupo de niños del barrio San José, donde residía, a bailar cumbia.

En ese entonces, dos de los hijos de Matilde Posada hacían parte de la cumbiamba. Recuerda que su hija Karen venció su miedo al carnaval y a las aglomeraciones de gente gracias a esta experiencia.

Cuando Francisca Gutiérrez y su familia se mudaron fuera del país, la cumbiamba quedó en manos de Matilde, quien nunca imaginó que 23 años después esta se convertiría en la gran labor de su vida.

'Trabajar con niños es muy bonito y gratificante. Aunque extenuante, me ha dejado muchas satisfacciones', cuenta Matilde con orgullo.

Hoy en día, la cumbiamba cuenta con 20 parejas de niños desde los 3 hasta los 15 años de diversos barrios de Barranquilla, que ensayan todos los fines de semana desde noviembre para prepararse para el Carnaval.

Empezaron bailando en la Vía 40, tiempo durante el cual ganaron varios Congos de Oro, hasta que en el 2000 decidieron participar en el Carnaval de la 44, donde también han recibido galardones.

'El Carnaval es uno solo, pero este es una alternativa para aquellos que no tienen la facilidad de financiarse un palco o simplemente aquellos que de verdad les gusta el carnaval en la calle', sostiene.

Para ella, el Carnaval de la 44 conserva el sentimiento de cercanía entre el público y los hacedores del carnaval, una tradición de las fiestas de antaño que se conserva en el llamado 'carnaval del bordillo'.

La cumbiamba fue uno de los primeros grupos en conformar el Carnaval de los Niños.

Y si de tradiciones se trata, para Matilde no hay ninguna más importante que la de la cumbia, que enseñan en teoría y práctica a los niños de la cumbiamba, consciente de que cada día reciben más influencias de ritmos que no son propios.

'Aquí aprenden a distinguir los instrumentos musicales, cómo se baila desde su inicio, cómo la mujer mueve la cadera y porqué va el hombre detrás de ella (…) cómo manejar el sombrero, cómo mover la pollera, el porte elegante de la cumbiambera...', explica Matilde.

'El error que comete mucha gente es que le da prioridad a lo que está de moda y no a la cultura y la tradición', dice Camilo Espinosa, que lleva 7 años en los Cumbiamberitos de San José. Siempre le ha gustado bailar, pero en la cumbiamba ha aprendido a valorar esta danza.

'Me gusta la cumbia porque refleja la delicadeza de la mujer', añade Briguette Martínez, quien entró hace seis años a los cumbiamberitos y confiesa que para ella, lo más gratificante es sentir la emoción del público cuando bailan.

Ellos dos, que pronto finalizarán su ciclo en el grupo, probablemente pasen a engrosar las filas de renombradas cumbiambas de adultos, que los apetecen por su formación tradicional.

O tal vez, si el proyecto de Matilde logra concretarse, pasen a hacer parte de la cumbiamba juvenil que ha venido imaginando desde hace algunos años.

Este 2014, los Cumbiamberitos de San José ya han participado en dos desfiles: el del Carnaval Fides y el del Carnaval de los Niños.

Pero aún faltan los más importantes: la Batalla de Flores del Recuerdo Sonia Osorio y la Gran Parada de Tradición Carlos Franco.

Para estos eventos y todos los del Carnaval, Matilde, Briguette, Camilo y el resto de los miembros de la cumbiamba solo tienen una petición: respeto hacia los danzantes.

'Los padres llevan a sus hijos a conocer el Carnaval pero les compran un tarro de espuma y le echan a todo el que pasa, afectando a los bailarines. No a la espuma', es la petición de esta hacedora del Carnaval comprometida con la tradición.