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Jorge Franco es un escritor nacido en Medellín. Desde joven sintió inclinación por la literatura y el cine, encontraba en ellos una forma de contar las historias que se imaginaba. Al terminar el bachillerato se decantó por la cinematografía y se fue a estudiar a Inglaterra, sin embargo allá descubrió que lo suyo era escribir y desde entonces no ha dejado de hacerlo.

Es autor de los libros de cuentos Maldito amor y El Quijote en Medellín; las novelas Mala noche, Rosario Tijeras, Paraíso Travel, Melodrama, Santa suerte y El mundo de afuera, aún sin publicar.

En conversación con este medio contó las sensaciones que le quedaron al ganar el premio Alfaguara de novela con la obra El mundo de afuera, la cual presentó bajo el título Aquel monstruo indomable y con el seudónimo de Antonio Benjamín; también habló en general sobre su obra y el cambio que ha sufrido a través de cada una de sus publicaciones.

¿Qué sintió cuando le comunicaron que había ganado el premio Alfaguara?

Una emoción que me cuesta describir con palabras. El día anterior me había acostado con más escepticismo que con esperanza. Sabía lo complicado que era ganar un premio como el Alfaguara, pero a las 5:00 a.m. timbró el teléfono y pude ver el indicativo de España y escuchar la voz de Pilar Reyes, la editora general, entonces en cuestión de segundos trataba de asimilar lo que estaba pasando pero estaba muy conmovido.

Laura Restrepo leyó en el acta de premiación lo siguiente sobre ‘El mundo de afuera’: 'Un desquiciado secuestro, en un ambiente progresivamente enrarecido, mediante la combinación original de elementos de fábula y cuento de hadas, y rasgos expresivos de un momento de violencia y crisis', ¿qué opina sobre esta sinopsis de su obra?

Yo creo que se acerca bastante porque es una novela que plantea muchas lecturas. Desde la lectura del relato fantástico, casi que un relato infantil, hasta momentos que pasan por el realismo crudo, por supuesto marcados por la ironía y el humor negro. Era muy intencional tomar esa ruta narrativa para contar una historia con diferentes matices y evitar los encasillamientos, para no caer en el mismo tipo de narración con el que hemos contado nuestra violencia. Yo lo hago como apoyándome un poco en el candor y la ingenuidad de la época. Eso me sirvió mucho para evadir el tipo de narración que ya he usado en libros como Rosario Tijeras.

¿Cómo describiría esta novela?

Es un ejercicio difícil aprender a definirla en muy pocas frases. Yo diría que es una novela que cuenta los años previos al Medellín que después se convirtió en violento e insoportable, pero sin llegar a tocarlo, era como mostrar esa ciudad paradisíaca, idílica, la de la eterna primavera donde la gente vivía tranquila, donde los niños jugaban hasta la noche. Fue también como un pretexto para contar mi experiencia de niño, porque es inspirada en hechos reales. Básicamente confronto el mundo interior de un castillo en el que una niña sobreprotegida se inventa un mundo para defenderse de la soledad, porque su padre la tiene ahí confinada para protegerla del mundo de afuera, de ese mundo que comienza a presentar las fisuras y la metamorfosis de una ciudad apacible a una ciudad convulsionada.

¿Qué tanto hay de autobiográfico en esta obra?

No mucho. Hay ciertas anécdotas, hay lugares que describo en las novelas, hay acontecimientos en Medellín que fueron reales y yo retomo. Pero como vivencia personal hay muy poco. Yo generalizo esa curiosidad por saber qué pasaba en ese castillo, esa fascinación por conocer la historia de esa niña, a un grupo de personajes infantiles. Ellos son los que cuentan desde afuera lo que ven en ese mundo de adentro, y por supuesto la convulsión y el impacto que tuvimos cuando supimos del secuestro del dueño de ese castillo y de lo que sucedió en esos pocos meses en los que estuvo en cautiverio.

Hay escritores que dicen que no les interesan los premios, que solo escriben para sus lectores, hay otros que consideran que un premio es un reconocimiento por un trabajo bien hecho, ¿con cuál de estos se identifica usted?

Yo creo que ambas cosas no son excluyentes. Creo que uno escribe para sí mismo, para sus lectores, para sus amigos, obviamente uno espera que cada trabajo llegue lejos y consiga muchos lectores, y quien diga lo contrario miente, porque de todas maneras ese esfuerzo uno lo quiere ver recompensado. Lo de los premios es personal, hay gente que no está muy interesada en ellos. Yo creo que son una voz de aliento, un voto de confianza que se le debe dar al autor para decirle que va por buen camino y lo animan a uno a continuar, porque este es un trabajo que se hace en solitario y se necesitan este tipo de apoyos y estímulos. En lo personal yo lo recibí con muchísima alegría.

De sus libros, ¿cuál le gusta más?, ¿cuál es el que siente que es el mejor acabado?

Yo con cada uno tengo una relación muy especial, con todos hay un vínculo muy fuerte. Rosario Tijeras es un libro y una historia con la que vivo inmensamente agradecido porque me cambió la vida como persona y como escritor, pero yo sabía que a partir de ahí yo podía dar mucho en términos literarios. Cada libro siguiente fue parte de un proceso de aprendizaje y de crecimiento, y siento que en cada libro yo maduraba. Espero que este libro recoja todo ese aprendizaje y se vea ahí en términos literarios. Melodrama es una novela que quiero mucho porque se recopila parte de esa madurez literaria, una novela que me gusta mucho en la escritura. El mundo de afuera es una novela que me gocé escribiendo, y espero que el lector perciba ese goce en la lectura.

¿Qué tanto reescribe sus novelas', ¿cuándo decide que ya están listas?

Yo le doy mucha importancia al proceso de corrección. Creo que es tanto o más importante que la escritura, y hago un ejercicio que resulta tedioso, pero que para mí es fundamental, y es que cuando llego al punto final dejo el texto reposar un tiempo, pero luego la imprimo y la pongo junto al teclado y comienzo a reescribirla palabra por palabra. Eso me permite tener una visión mucho más cercana e íntima porque ya no es una relectura sino una reescritura. Creo que es un poco también a la manera que lo hacían antes de que existiera el computador. Escribían a mano o escribían a máquina y después esos trabajos había que pasarlos en limpio, eso mejora muchísimo la calidad de un texto, por eso siempre lo estoy revisando, además porque cuando uno entra a escribir una historia uno conoce muy poco de lo que quiere escribir, conoce muy poco de los personajes y eso se va dando en el proceso de la escritura, entonces cuando uno llega al final los conoce un poco más, un poco mejor, entonces es bueno volver al comienzo para mirarlos a la luz de ese conocimiento más completo.

Hablemos un poco de sus inicios. ¿Quiénes fueron sus referentes en la literatura?

Desde hace muchos años he sido muy devoto de la literatura norteamericana. Por esa época estaba devorándome la obra de William Faulkner, también me han gustado mucho los autores del boom latinoamericano. Hay uno en particular que leí mucho por esos años, que es Juan Carlos Onetti. Leerlo me dio otra dimensión de la escritura, el manejo de los personajes y de las situaciones, y creo que también fue fundamental en esos años.

¿En qué momento decide ser escritor?

El acercamiento a la escritura fue un poco accidental, realmente no lo consideraba. Me encantaba imaginar historias, contarlas, pensé que lo iba a hacer a través del cine y por eso me fui a estudiar cine a Inglaterra. Allá me di cuenta que tenía que escribir muchísimo por los procesos para preparar un proyecto y ahí le fui perdiendo el miedo a la escritura, un miedo que conservo. Ahí comencé a inventar mis primeras historias y de ahí surgieron mis primeros cuentos, que nunca publiqué, y eso me animó a continuar con ese proceso creativo.

¿De ahí es la sensación que tenemos muchos lectores de que sus novelas tienen mucho de cinematográfico?

Eso está ahí por mi formación y por mi amor por el cine. Yo desde el colegio era un cinéfilo juicioso. En el colegio nos pasaban cine todos los viernes y había un cineclub. Desde niño me fue encantando ese arte, pero creo que es porque hace parte de mi personalidad y mi forma de ser, porque me hace sentir más cómodo contar las historias desde la literatura, porque prefiero la soledad del escritor.

Hace poco en una conferencia escuché hablar de dos tipos de escritores, los que necesitan estar en los lugares de la acción, como Hemigway, y los que desde una biblioteca pueden crear todo un universo, como Borges, ¿con cuál de esos tipos de escritores se identifica usted?

Yo estoy en un término intermedio, pero con más tendencia a quedarme en la casa escribiendo y construir historias a partir de la imaginación, sin embargo investigo y me informo porque eso me da confianza al momento de escribir, sin embargo soy un poco perezoso para moverme y temeroso también de tomar algunos riesgos, sobre todo en cierto tipo de investigación. Por ejemplo, cuando iba a escribir Paraíso Travel yo me fui a la frontera de México y Estados Unidos para ver cómo era la situación ahí, el paisaje, la atmósfera, y en algún momento me ofrecieron incluso pasar ilegalmente, pero hasta ese punto no llegué, porque no sabía qué riesgo podía correr y no quise hacerlo.

¿Qué tanta importancia ha tenido la adaptación de sus novelas al cine en su evolución como escritor?

Yo no sé en qué afecte eso como escritor, aunque el cine y la televisión abren más puertas y llegan a más público, entonces pueden tener un conocimiento sobre quien las escribió. El impacto es más que todo comercial, en que te abre más puertas y te da más posibilidades de que los productores se interesen en adaptarlas o no. De hecho, con El mundo de afuera ya hay contactos para adaptarla.

¿Cree que se deba a la experiencia que tuvieron con ‘Rosario Tijeras’ y ‘Paraíso Travel’, que fueron éxitos de taquilla?

Yo creo que es eso, pero también se han encontrado con una dificultad en mis novelas posteriores a Paraíso Travel. A partir de Melodrama he notado un cambio en mi estilo y sé que es una historia mucho más literaria. Ha habido acercamientos con productores para intentar adaptarla, pero no se ha llevado a cabo porque han detectado ese aspecto mucho más literario de estas obras.

¿A qué se debe ese cambio?, ¿es algo intencional o lo hace inconscientemente?

Yo creo que es un poco de ambos. Es algo intencional porque es una búsqueda de cambio y experimentación con cada novela. Yo pienso que Rosario Tijeras y Paraíso Travel son obras un poco más juveniles, con más acción, tal vez las posteriores son más reflexivas. No sé qué pasará con El mundo de afuera, porque es una novela de mucha acción y de muchos diálogos, aunque es una historia de época, entonces no sé qué pasará.

Tal vez ese cambio se deba a que siente que llegó a una madurez como escritor y que por eso de pronto esa reflexión en sus novelas...

No lo sé, tal vez. En este oficio uno nunca acaba de aprender, cada libro es un proceso nuevo, solo me consta que lo que funciona en un libro no funciona tal vez para el siguiente. Un éxito no garantiza que el siguiente libro lo será. Creo que en cada obra hay que probarse y es un proceso de búsqueda, de formularse muchas preguntas y de tratar de encontrar esas respuestas en el proceso de escritura. Obviamente, se va adquiriendo experiencia, se va reforzando ese músculo de la escritura y eso sirve. Espero que cada obra mía me aporte más y que el lector también perciba una madurez creciente en cada uno de mis libros.

Cuando uno lee sus novelas percibe una preocupación por darle un buen trato a la forma. ¿Qué piensa sobre eso?

Estoy completamente convencido de que es más importante como se dice que lo que se dice. Yo creo que el tema de una novela es secundario a como uno lo cuenta. El problema radica en que la forma solo se conoce leyendo la novela, no se puede contar ni explicar. El gran mérito de este género es que es forma, más que otra cosa. Si uno además tiene la suerte de contar con un buen tema y un buen argumento, maravilloso, porque van acompañados. Yo he leído temas que son más bien anodinos pero están tan bien contados que cautivan.

Imagine que un barranquillero que nunca ha leído una de sus novelas lee esta entrevista y decide que quiere acercarse a sus obras, ¿por cuál de todas debería comenzar y por qué?

No sé. Yo creo que Rosario Tijeras es un buen acercamiento porque es una novela corta, es una novela ágil, que se lee rápido y que tiene adrenalina. Si me quieren conocer un poco más, como ver esa forma literaria, pueden seguir con Melodrama, que es una novela un poco más compleja.

¿Cómo ha sido su relación con la costa Caribe? ¿Tiene planeada alguna próxima visita a Barranquilla?

Yo soy muy cercano a la costa Caribe porque buena parte de mi familia es barranquillera. Mi mamá, de hecho, nació en Barranquilla, aunque habla completamente paisa, pero conservamos nuestro vínculo afectivo con nuestros familiares. Espero estar pronto llevando mi nueva novela para presentarla a todos los lectores del Caribe.

¿Qué opina sobre la nueva generación de escritores colombianos?

Hay de todo un poco. Yo pienso que hay autores muy buenos, con mucho talento. No se puede hablar de una tendencia generalizada, creo que los temas son muy diversos y los estilos son muy variados, pero creo que hay calidad. Yo soy un fiel creyente de la literatura colombiana, creo que se mantiene en muy buen estado de salud, si la comparamos con la literatura de otros países, la nuestra es muy bien recibida, que es reconocida y es premiada. Se mira a Colombia como un terreno muy fértil para la creación literaria, y es algo plenamente justificado.

¿Qué libro tiene en su mesa de noche en estos momentos?

Un libro de un escritor norteamericano que se llama El arte de la defensa.

Si llegara a tener la oportunidad, ¿con quién preferiría tomarse una cerveza: con Rosario o con Reina?

(Risas) Creo que definitivamente con Rosario. Reina fue un personaje que me sirvió para desprenderme de Rosario Tijeras. Es una heroína que puede ser igual de sexi, de atractiva, de manipuladora, pero ya la veo un poco más acartonada, más gris. Fue un personaje que me permitió pasar a otro tipo de mujeres.

¿Qué sintió con el comentario de García Márquez de pasarle la antorcha y cómo ha influido eso en su actividad literaria?

Fue muy importante, un momento de mucha emoción, tanto que ni siquiera creí que estuviera refiriéndose a mí cuando la vi. Me llenó de orgullo porque quien lo dijo es una persona que conoce el oficio de la escritura como pocos. La dijo de una manera muy íntima, muy sentida, muy de adentro, y me la tomé como un gran apoyo y un gran espaldarazo para seguir adelante con este oficio, pero también entendí muy rápido que era una frase para gozármela y para olvidarla, porque no quería que se me volviera como un peso al momento de escribir.

¿Qué va a hacer con el dinero del premio?

No tengo ni idea. No sé cuánto me llegará después de que me deduzcan los impuestos allá en España (risas). Yo creo que seguir viviendo de esto, porque nosotros los escritores no tenemos sueldo, seguimos más por amor a este oficio. Si uno se pone a mirar este monto que parece grande, lo divido en cantidades mensuales durante los años que estuve en la escritura de esta novela y no viene a ser una cantidad tan representativa. Para mí lo importante de este premio es el reconocimiento literario a una obra y a una trayectoria, a eso es a lo que le doy valor.

¿Se puede vivir de la escritura?

Directamente de los libros no, son muy pocos los escritores que tienen ese privilegio, hay que buscar trabajos afines a la escritura como el periodismo, la enseñanza o en las editoriales que le permitan al escritor tener un ingreso mensual seguro. Yo he contado con la ayuda de las adaptaciones a cine y a la televisión, ya que eso se paga mucho mejor.

Por último, ¿qué consejo tiene para jóvenes escritores?

Es complicado dar consejos porque este es un trabajo muy personal, pero yo creo que el consejo sería ese tomarse esto como un trabajo de búsqueda muy personalizado, perder el afán por publicar, eso es algo fundamental. Todo es un proceso de maduración y cuando está listo el trabajo llega el momento del reconocimiento y la publicación. Tratar de decir las cosas de una manera sencilla, sin adornos, sin usar un lenguaje rebuscado, que muchas veces eso lo confunden muchos escritores con lenguaje literario.