Arraigadas en lo más profundo del ser cristiano, los devotos católicos tienen costumbres con las que manifiestan su fe mediante objetos como placas, rosarios y dijes que les imponen a los santos cuando un milagro ha sido cumplido.
Tanto en Barranquilla como en Soledad se cuentan historias de santos y creencias populares que son aceptadas por una mayoría que las practica como ‘mandas’ durante el año.
Sobre este tema ha escrito el padre chileno Jesús Bayo, quien publicó un documento titulado Mandas y promesas para peregrinos, en el que según el Catecismo de la Iglesia Católica presenta dos tipos de ‘mandas’ o promesas: las que la Iglesia exige hacer en algunas celebraciones sacramentales (el bautismo, el matrimonio), y las que el cristiano puede hacer por devoción, por ejemplo, un acto, una oración, una limosna o una peregrinación.
El documento también advierte que en las mandas se observa 'cierta superstición, magia, ignorancia religiosa o vana credulidad'.
De acuerdo con el antropólogo e investigador del Museo de Antropología de la Universidad del Atlántico, Carlos Consuegra, una manda es 'una forma en que los individuos buscan acercarse a lo divino a través de ciertas prácticas que no están legitimadas dentro de la liturgia católica'.
El antropólogo explicó que cuando llegó la época de la colonia con la evangelización ocurrió un proceso denominado sincretismo religioso, cuando las creencias católicas, indígenas y africanas se fusionaron y por ello 'se construyeron las iglesias sobre los lugares sagrados de los indígenas y, por ejemplo, hoy en día algunos fieles le siguen llevando donativos en alimentos a los santos, siendo que esa es una costumbre indígena', indicó Consuegra.
El padre Bayo concluyó que la promesa y la manda 'están profundamente arraigadas en la práctica religiosa de nuestro pueblo latinoamericano y que es necesario asumirlas y valorarlas tal como afirma el Documento de Puebla durante la Tercera Conferencia General del Episcopado Latinoamericano de 1979: 'será una labor de pedagogía pastoral, para que el catolicismo popular sea asumido, purificado, completado y dinamizado por el Evangelio'.
San Antonio, en Soledad

Desde su inauguración oficialmente como parroquia, el 20 de enero de 1744, la parroquia de San Antonio de Padua, en Soledad, alberga uno de los altares más antiguos del Departamento, así como su estatua de San Antonio, que fue declarado patrimonio nacional. Todos los 13 de junio, durante la festividad de San Antonio, dice la costumbre, que las mujeres que le lleven un ramo de lirios u otra ofrenda al santo conseguirán pareja. En la población se cuentan muchas historias corroborando la efectividad de este santo.
Las palmas del domingo de ramos contra las tormentas

El ramo que agitan los católicos para conmemorar la llegada de Jesús a Jerusalen durante el resto del año sirve para otros usos. Algunas palmas son incineradas en la iglesia y sus restos se impondrán el miércoles de ceniza y otros católicos prefieren guardar esas palmas y utilizarlas contra las tormentas. Los católicos más veteranos saben que cuando cae una tormenta eléctrica pueden tomar un pedazo del ramo, tejerlo en forma de cruz para luego arrojarlo por una ventana o puerta de la casa con el fin de calmar la tempestad.
Los milagritos de san roque

El bastón de la estatua de San Roque, en el Centro, es el más pesado de la ciudad. Cada seis meses, el sacristán de la iglesia, Germán Martínez, tiene que descargarlo debido a la 'cantidad de milagritos que le ofrece la gente a San Roque. Que si sufre de una pierna, de un brazo o algo en su cuerpo se lo pone a San Roque en el bastoncito cuando se ha sanado', dijo el sacristán. Los llamados ‘milagritos’ son pequeños dijes de plata, oro u otros metales que se asemejan a piernas, brazos, ojos o la parte del cuerpo que haya sido sanada. Estos milagritos se atan a la parte superior del bastón de San Roque con cintas de colores. 'Cuando ya hay cierta cantidad uno los recoge y al ratico otra vez se llena el bastón', asegura el sacristán. Los fieles acuden a San Roque por ser el santo de los contagiados por epidemias y de los enfermeros.
Los rosarios del cristo del perdón, en San Nicolás

En la iglesia de San Nicolás ya perdieron la cuenta de hace cuántos años el Cristo del Perdón y del Milagro recibe rosarios en sus pies. 'Esa costumbre es antiquísima y tiene casi la misma edad que la iglesia', comentó Augusto Fonseca, sacristán de la parroquia. La construcción de la iglesia de San Nicolás de Tolentino se inició en 1734 y nadie sabe a ciencia cierta cuándo llegó el Cristo del Perdón y del Milagro a la iglesia. Esta figura tiene su propio lugar de oración dentro del templo, y cada cierto tiempo los fieles le ofrecen rosarios. 'Hay testimonios de la gente que dice que ha hecho muchos milagros y por eso le ponen los rosarios. Aquí la gente vive buscando a los encargados de la iglesia para poner su milagro y allí duran los rosarios años y años', afirmó el sacristán.
Madre Marcelina y san Antonio en el asilo

Todos los miércoles a las 6 a.m. en el Asilo de San Antonio se celebra una misa dedicada a la madre Marcelina en su cripta. 'La gente viene a hacer la novena a la madre y después pasan al salón histórico donde está la cama de la madre y colocan la foto o algo de la persona por la que están pidiendo y luego se la llevan y dicen que es milagrosa', señala Mariela Medina, directora del Asilo de San Antonio. Los devotos de la madre Marcelina y de San Antonio también hacen donaciones en alimentos al asilo. 'Hay gente de aquí y hasta de otros países que se les pierde algo importante y San Antonio les ha hecho el milagro y hacen sus donativos', sostuvo Medina. El 13 de junio, durante la fiesta de San Antonio, se reparte un pan sin levadura y los fieles lo guardan porque 'dicen que genera abundancia y nosotros guardamos esa creencia', puntualizó la directora.
Luchito, en el cementerio universal

Luis Carlos Hernández Vergara nació el 7 de marzo de 1950 y murió en febrero de 1973 a los 23 años de edad. La tumba de este personaje durante más de tres décadas, y hasta hoy, es objeto de peregrinación y devoción por cientos de creyentes. Según testimonios recogidos del libro ‘Polvos en la Arenosa’, del investigador Adlai Stevenson Samper, Luchito fue un niño diferente que nació con una especie de rara enfermedad que no le permitió ni a su cuerpo ni a su mente crecer y desarrollarse normalmente. 'Cuando murió, a su tumba en el Cementerio Universal llegaba una romería a pedirle cosas y al parecer las concedía. Por lo menos fue lo que la gente que entrevisté me contó', se describe en el libro. En la actualidad a Luchito le siguen pidiendo muchos milagros y la gente agradecida le dedica placas en ese cementerio.