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A los cuatro años, su madre Michaela Palomino de Navarro, lo encomendó al Cristo Milagroso para que le salvara la vida, porque por aquellos tiempos en el pueblo pocos sobrevivían a un accidente raro como el suyo.

Un hueso de la cabeza de un bocachico se le atravesó en la garganta a Hipólito Navarro Palomino y no había médico que lo sacara del peligro de morir, atragantado o desangrado. Su madre se sentía culpable porque ella le había ofrecido el pescado de comida.

En el hospital, el niño sangraba profusamente y no parecía haber remedio a su caso.

Entonces Michaela se aferró a Dios. Le pidió a Jesús de Nazaret que le salvara la vida de su hijo y que si lo hacía, él sería por toda la vida un nazareno de las procesiones de la Semana Santa de Santa Cruz de Mompox.

Una vez hecha la promesa, por aquellos días, llegó al pueblo un médico importante y le dieron a conocer el caso de Hipólito. El galeno lo atendió y logró salvar la vida del niño. La mujer lo consideró un milagro.

Hoy Hipólito tiene 80 años de vida y lleva casi 70 de ser nazareno, como su madre se lo pidió y en gratitud a Jesús, el Hijo de Dios.

'Es una manda que pagaré por siempre con devoción y gratitud. Nunca he dejado de ser nazareno', dijo.

Hipólito no carga pasos. Es el nazareno trompetero. El más antiguo de todos, que encabeza desde el cementerio y por todas las iglesias el sonido lúgubre que anuncia la Pasión y Muerte de Jesús de Nazaret.

Es un rito que se hace los mediodías del Jueves Santo. También los trompeteros tocan en las procesiones. Contando su historia, lo ve Juan David Jiménez, un crío de 6 años, con su túnica, su capirote y la trompeta, al igual que Hipólito, su maestro.

El niño y el veterano. Juan David Jiménez, de 6 años, alegre, vivaz, nueva generación de los nazarenos trompeteros.

Juan David es el sucesor del trompetero mayor Hipólito. Hace parte de la nueva generación de nazarenos que tocan durante las procesiones.

En su familia casi todos son o han sido nazarenos de trompeta. Su abuelo, su tatarabuelo, su papá y sus tíos. Es una tradición.

Él comenzó a los cuatro años y aún falta por afinar su toque, pero va aprendiendo de los grandes, de Hipólito y de los nazarenos de su familia, que esperan cada Semana Santa para ofrecer mandas al Jesús de Nazaret y con lo que se garantiza la preservación de otros 450 años de tradición religiosa, como lo acaban de cumplir este año estos ritos cristianos que datan de los tiempos de la colonia.