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'Buenos días, ¿sabe dónde queda el puesto de Chiquita Montero?', pregunta un hombre a una de las fritangueras que tiene su puesto en la calle 17, en el municipio de Luruaco. La mujer, termina de aplastar una bola de masa de maíz pilao y señala hacia una casa donde una anciana menuda intenta sacar con un cucharón largo unos fritos de un caldero humeante.

Detrás de una mesa de madera, Rosa Amelia Montero, una mujer de 89 años y menos de metro y medio de estatura, recibe al comensal con una calidez de abuela sabia y le entrega en una bolsa de papel una arepa de huevo humeante, no sin antes despedirlo con una sonrisa santificada. 'La arepa'e huevo que prepara Chiquita es de las mejores que he probado y por eso siempre llego cada vez que paso', asegura el visitante.

Desde los 13 años Chiquita Montero, como es conocida por los habitantes del pueblo, ha trabajado como 'fritanguera', como ella misma se describe, 'ayudando a mi mamá cuando Luruaco no era más que un pueblo lleno de potreros', cuenta mientras atiende a otros compradores que se acercan a su puesto, ubicado al frente de su casa.

Con sus dos manos Rosa Amelia ha preparado cerca de 5 millones de arepas en sus 89 años de vida.

Ver galería Chiquita, la dueña del sabor de la arepa de huevo.

'El apodo me lo pusieron porque siempre fui pequeñita', manifiesta Rosa Amelia entre risas pero aclara que 'eso no tiene nada que ver con el tamaño de mis arepas'.

En la época en la que comenzó solo había seis puestos de fritos ubicados a la vera de una carretera conocida como ‘la calle ancha’, donde las personas que transportaban mercancías llegaban de paso a comer unos fritos que se vendían a centavo y después seguían su camino hacia sus destinos.

'En ese tiempo no era como ahora. Los ingredientes sabían diferente, eran más naturales. Nosotros usábamos manteca de cerdo para preparar las comidas y nadie sufría de colesterol', recuerda Chiquita, sentándose en una mecedora y tomándose un respiro, aprovechando que el flujo de compradores disminuye.

Debido al festival de la arepa de huevo, que comenzó su versión 25 el pasado sábado y culmina hoy, el trajín de Chiquita ha aumentado en estos días. 'Me levanto a las 4 de la mañana, cojo 20 libras de masa y preparo como 180 arepas de huevo, también hago pasteles de cerdo', explica al mismo tiempo que se mece, tratando de refrescar su cuerpo acalorado por estar cerca del fogón.

Junto a ella hay 59 mujeres, distribuidas sobre la calle 17 y la carrera 21, que este año se inscribieron para participar en los concursos de la arepa más deliciosa, la innovadora, la multiformas y la más pequeña, pero ella no va a competir en esta ocasión. 'Yo he ganado dos veces con la más sabrosa, con y sin carne molida', expresa Chiquita, pero aclara que el único secreto para que su comida sea tan popular es la atención al cliente.

'Aquí dicen que yo le pongo algo raro a la masa o a la carne molida, pero yo lo único que hago es ponerles buen condimento, encomendarme a Dios y atender a mis clientes con mucho cariño', dice la fritanguera, quien cuenta entre sus comensales a gobernadores del Atlántico como Eduardo Verano de la Rosa y Antonio Segebre, y a presidentes como Andrés Pastrana y Álvaro Uribe Vélez.

Aunque ha dedicado toda su vida a la preparación de alimentos eso no le impidió formar una familia. Se casó con Virgilio Castillo, fallecido hace 20 años, y de esa unión nacieron 10 hijos, 5 hembras y 5 varones.

'Mis hijas, todas, saben preparar las arepas. Es algo que aprendí de mi madre y yo les enseñé a ellas', dice con orgullo Chiquita, quien ahora tiene 19 nietos y 12 bisnietos.

Una de las anécdotas que más recuerda fue cuando en 2008 fue invitada al Palacio de Nariño para el lanzamiento del Festival de la Arepa de Huevo. A sus 83 años realizó el viaje en bus a Bogotá y montó por primera vez en avión para el viaje de regreso. 'Fui la primerita en levantarme, me bañé con ese agua fría y no sentía nada, debe ser por tanta candela que tenía por dentro', asegura Rosa Amelia, mientras lanza una carcajada estruendosa.

Si hiciéramos el ejercicio de contar esas 180 arepas que Chiquita Montero hace en un día y lo multiplicáramos por el tiempo que le ha dedicado a ese oficio, nos daría como resultado que ha preparado 4.993.200 arepas de huevo, una cantidad exagerada para cualquier persona porque se trata de un número exorbitante de comida, pero más allá de los cálculos es el resumen de la vida de una mujer que se ha dedicado a preservar un arte culinario que ha puesto a Luruaco en el mapa de Colombia, sobre todo ahora que el festival, que exalta este oficio, fue declarado patrimonio del Atlántico.