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Rebolo es Carnaval, dice Óscar Barrios Mendoza sentado en la puerta de su casa, frente a la convulsiva calle 17 y al mítico Pekín, por donde año tras año pasa el Desfile del Rey Momo. En la terraza de su hogar, en cuyas paredes hay dos placas conmemorativas y se enarbola con orgullo la bandera de la Danza del Toro Grande, han ocurrido algunos de los episodios más representativos e importantes de las Carnestolendas de Barranquilla.

Allí, por ejemplo, resurgió entre las cenizas el Toro Grande que, junto al Congo Grande, nació en 1875 como la primera danza del Carnaval de Barranquilla y había tenido tres desapariciones. La última fue en 1941 hasta 1986, cuando José Trinidad Barrios Mendoza (q.e.p.d), hermano de Óscar, tomó la iniciativa de revivirla.

'Eso ocurrió el 16 de julio, Día de la Virgen del Carmen. Era de noche. Mi hermano José estaba sentado aquí en la terraza tomando trago con unos amigos y de repente vio a uno de los líderes de la Danza El Torito Ribeño por el puente del Pekín. Lo saludó y, dicen los testigos, que el tipo le hizo una seña grosera, como quien dice ‘pa joderte’. A él le pareció raro. El man cogió el taxi con tan mala suerte que se varó frente a esta casa. Y se tapó la cara para ignorar a mi hermano y sus contertulios', relata Óscar.

Ese desaire fue el florero de Llorente. José, al calor de los tragos, lanzó dos madrazos seguidos de la frase: '¡No vuelvo más al Torito!'. Entonces con sus compañeros de parranda decidieron montar su propia Danza de Congo. 'Listo, ¿pero cómo le ponemos?', se preguntaron. Alguien recordó que había un grupo que había desaparecido, el Toro Grande. 'Ese nombre es perfecto, porque vamos a ser más grandes que ellos. Pero le falta algo', dijo José. 'Ya sé, pongámosle Danza Toro Grande de Rebolo'.

El origen de los congos

La del Congo es una danza guerrera, herencia africana representativa del Carnaval. Recrea, con baile y colorido, las disputas encarnizadas entre antiguas naciones africanas que se encontraron en América durante el periodo colonial.

En la descripción del año 1693 dejada por las autoridades españolas, se afirma que en ese entonces los negros esclavos ponían un tablado donde competían entre bandos que se agrupaban según sus antiguos ascendentes africanos.

El atuendo que utilizan, según la antropóloga Nina S. de Friedemann, recuerda a los reyes del Antiguo Reino del Congo, descritos por Fillipo de Pigafetta en 1591.

La danza, como manifestación cultural, llegó a Barranquilla a finales de 1874 procedente de los Cabildos negros de Cartagena. Los pioneros fueron el Toro Grande y el Congo Grande, que aparecieron por primera vez en el Carnaval en 1875 y protagonizaron durante muchos años sangrientas reyertas, como la de los esclavos africanos.

'No se podían cruzar. Si alguno del Toro se encontraba con un Congo se daban hasta con machetes. Defendían con honor la bandera. Que una danza le quitara a otra la otra ese emblema era una ofensa mayúscula', explica Óscar Barrios.

Quizá por esa razón a su abuelo, José Trinidad Barrios Orozco, y a otro grupo de jovencitos entre los que estaban Pedro Zamora, Anselmo Ríos, ‘el Indio’ Pedaña y Elías Fontalvo, no los dejaron entrar al Toro Grande aquel 28 de enero de 1878, día en que fueron a la sede de la danza a pedir permiso para su ingreso. Eran muy pelaos. Ofendidos por el rechazo, optaron por crear su propio grupo con muchachos de su edad. Irónicamente la llamaron El Torito Ribeño.

'Mi abuelo hizo parte del Torito, después mi papá José Benito Barrios, mi hermano José Trinidad y yo, hasta que ocurrió aquel desaire de 1986', relata Teobaldo Barrios Mendoza, de 68 años.

Con el Torito Ribeño, José Benito sufrió en carne propia las luchas de las Danzas de Congo, llamadas ‘conquistas’. Cuentan sus hijos que a mediados de la década de los 60, un lunes de Carnaval, se topó en la carrera 24 con 29 con ‘Perro Pingón’, que era del Congo Grande, quien iba con su tropa.

José Benito, que apenas iba en búsqueda de la danza, fue acorralado. Le partieron la cabeza.

Muchos días después estaba tomando en una cantina en El Boliche con un compadre cuando de pronto vio a ‘Perro Pingón’ que iba en su carro de mula. José Benito, alto y robusto, salió al paso del animal y lo agarró de la jáquima. '¿Eres hombre? Pues bájate de ahí', le gritó.

A ‘Perro Pingón’ no le quedó de otra que poner la cara por aquella golpiza carnavalera y pagar su ofensa: siete botellas de Ron Blanco que tuvo que cancelar y que se bebió con su contendor en la cantina.

'Mi abuelo ayudó a fundar el Torito Ribeño y mi papá lo defendió con el alma, así muchos no quieran reconocerlo: el apellido Barrios es uno de los más antiguos en el Carnaval', recalca Teobaldo. 'El Torito salió muchas veces desde esta casa, aquí en esta terraza', anota Óscar.

El defensor del toro grande

Orlando Barrios Mendoza, hermano de José, Teobaldo y Óscar es el director de Las Ánimas Rojas de Rebolo, uno de los grupos de letanías más galardonados. Fue fundado el 20 de febrero de 1930, Sábado de Carnaval, en la calle 17 con carrera 22, por Isaac Morón y José Dolores Gutiérrez.

Con esta cofradía de lenguas ‘viperinas’ inició la historia de Óscar en el Carnaval, en 1968, con apenas 16 calendarios vividos. Allí estuvo hasta 1974, cuando se fue para la cumbiamba La Revoltosa, la cual abandonó en 1979 para ingresar al Gallo Giro, de la que fue primer capitán. En 1991 organizó Ritmo Rebolero y en el 92 bailó en La Arenosa. Aunque sus hermanos, su papá y su abuelo habían sido Congos, él se empeñaba en bailar en cumbiambas. 'Yo no quería disfrazarme de Congo, no quería ser Congo', dice.

Pero en esa mítica terraza de la calle 17, marcada con el número 20-36, lo convencieron de que hiciera parte del Toro Grande de Rebolo, la danza que fue fundada por el soledeño Luis Rodríguez y que su familia había revivido.

'Fue en diciembre de 1992. Mi compadre Carlos Romero sacó una botella de ron y desde el primer trago metió ese tema de conversación. Al principio me molesté. Pero cuando estaba en temple les dije: Bueno, está bien, pero tengo que salir con un tronco de disfraz que llame la atención'.

En el Carnaval de 1993 fue su debut con el Toro Grande, danza que dirige con sacrificio, preservando la tradición aún en detrimento de su economía familiar. Saca de su bolsillo el dinero del mercado y lo invierte en vestuario y transporte. 'Estamos a una semana de que empiece en firme el Carnaval y no tenemos financiación. Tengo que pelarle la cara a amigos para que me ‘cuadren’. Lo hago porque el Carnaval es mi vida'.