Desde que llegó el pasado sábado a Cartagena, el director surcoreano Kim Ki-Duk se ha tomado la ciudad a través de su cámara fotográfica, algo que no resulta extraño en un personaje que –como él- comprende la vida por medio de las imágenes. En el marco del Festival Internacional de Cine de Cartagena (Ficci), el cineasta nacido en Bonghwa (una ciudad en Gyeongsang del Norte, Corea del Sur) ha compartido parte de su experiencia como director en escenarios como el Salón Ficci, en el que brindó una clase magistral a los asistentes.
Kim Ki-Duk, -quien proviene de una familia humilde y no recibió educación profesional como cineasta- desde muy niño plasmaba sus ideas fílmicas en cuadernos y diseñaba historias a través de dibujos. Según cuenta, luego de haber prestado el servicio militar en la Infantería de Marina del Ejército surcoreano, a sus 25 años empezó a dedicar su tiempo a la pintura y a servir como acólito en un templo budista. Años después se fue a Francia a culminar sus estudios en artes.
'Los argumentos de mis películas reflejan mucho de lo que yo estoy viviendo en la época en la que las hago', expresa Kim Ki-Duk, un hombre de apariencia sencilla y calmada, para quien el cine 'es un espejo de la vida misma'.
El director de películas como Cocodrilo, La isla, Hierro 3 y Piedad, dice que él 'intenta transmitir un mensaje que estimule el autoestima en las personas que ven su cinematografía'. Esto, a partir de que Kim Ki-Duk no contó con una formación académica que le permitiera sacar adelante sus proyectos de una forma menos difícil cuando inició su carrera a los 33 años como guionista y director.
Con una trayectoria fílmica respaldada por galardones como un Oso de Plata de la Berlinale, el premio del Público en el Festival de San Sebastián y cuatro premios en el Festival de Cine de Locarno, el cineasta surcoreano se atreve a decir a quienes quieran hacer cine que 'crean en sí mismos, y en sus ideas. Porque sí es posible'.
Kim Ki-Duk enfoca su lente en los espacios en los que graba sus películas. 'Los lugares son muy importantes para mí. Así como Cartagena tiene su historia a partir de lo que podemos ver en ella, todos los sitios del mundo la tienen'.
En su filmografía, Kim Ki-Duk trabaja con personajes que viven en conflicto permanente y en espacios marginales, que el director muestra a partir de una estética surrealista. Los filmes del surcoreano se caracterizan por un lenguaje visual que –según dice- revela mucho más que los diálogos. 'Mis limitaciones con el idioma anglosajón, me llevaron en un principio a concebir mis películas con pocos diálogos. Eso en la idea de hacer más entendible mi trabajo', dice.
'Yo pensé: ¿cómo puedo conseguir la atención sin hablar?', a partir de esta pregunta, Kim Ki-Duk decidió expresar sus ideas cinematográficas con menos palabras y con más acciones. En ese mismo sentido se encuentra su fijación con los pies –que aparecen con mucha frecuencia en sus filmes-. 'Los pies están más cerca del camino, y por eso son los que mejor reflejan una historia', dice el cineasta que con su filmografía de corte experimental ha traspasado las fronteras de Corea del Sur y el continente asiático.