En la ruta previa a Campeche, corregimiento de Baranoa, sobre la vía La Cordialidad se observa en el paisaje la vegetación que evidencia los estragos del verano. En ella los ciruelos aparecen intermitentes, con pocas hojas pero cargados de frutos, anticipando la llegada al pueblo que celebra nuevamente la cosecha con la XXVII edición del Festival de la Ciruela.
Al interior del pueblo, en uno de los puestos de venta atiende Edith Guzmán, de 72 años, quien lleva promocionando los productos locales desde que nació el festival. Ella reitera lo que cultivadores y organizadores de la fiesta han comunicado, la cosecha este año ha disminuido.
‘‘Estamos quedando sin ciruelas porque el verano nos ha atropellado bastante. También hay muchos cultivadores sembrando rosas, yucas y otras cosas en lugar de ciruela’’, explica Edith que se alegra por la multitud de visitantes atraídos al festival pese a las dificultades.
Como en el caso de Edith Guzmán, la economía de los pobladores de Campeche se dinamiza a partir de la ciruela y el festival, de los cuales subsisten unas 500 familias a través de actividades como microempresas, cultivos y comercio, según datos de la Fundación Cultural y Agropecuaria del Festival de la Ciruela.
Corredor gastronómico. Edith se ubica en la calle sexta, una de las principales vías del pueblo, que suspende la circulación vehicular durante las fiestas para abrir un corredor donde propios y visitantes transitan en torno a las delicias gastronómicas del festival.
En las carpas, ubicadas a lo largo de la calle hasta la plaza principal, cuelgan mayas amarillas llenas de ciruelas y sobre las mesas se despliegan los manjares derivados de la fruta: vinos, postres, tortas, salsas, mermeladas y dulces hechos con ciruela.
Muchos de esos puestos son provistos de las tortas y vinos preparados al interior de la casa de Yasmín Solano, nativa de Campeche que lleva 22 años haciendo el famoso pudín de ciruelas.
‘‘El trabajo fuerte es en el festival pero yo paso todo el año haciendo pudines porque tienen salida para todas partes’’, dice Solano quien junto a su familia impulsa una de las microempresas dedicadas a producir las tortas de ciruela. Uno de sus 5 hijos, el mayor, es el encargado de hacer y distribuir el vino.
‘‘Hay pedidos en el pueblo, otros de Riohacha, también a Barranquilla. ¡Hasta los Estados Unidos han ido mis pudines!’’, comenta con una sonrisa Yasmín mientras bate la mezcla de las tortas.
Mientras en la casa de Yasmín se preparan los pudines y tortas, de afuera llegan los ecos musicales de la fiesta que en ocasiones terminan mezclados con los sonidos de la batidora que integra el sabor de la pulpa de ciruela con la masa de harina de trigo y los demás ingredientes.
Yasmín cuenta que en las fechas previas al festival han entregado unos 5 mil pudines, siendo ese su dulce aporte a la festividad.
Los visitantes. En el transcurso del día el flujo de carros por la vía La Cordialidad aumenta y confluyen en Campeche. Las personas recorren la calle sexta deteniéndose en el puesto de Edith o en cualquier otro. Compran tortas, quizás preparadas en casa de Yasmín, prueban las ciruelas verdes y jugosas, dignas sobrevivientes del verano.
Edith Guzmán dice que al Festival de la Ciruela llegan personas de los municipios aledaños como Sabanalarga, Luruaco, Baranoa, además de los provenientes de Barranquilla y también ‘‘del interior del país, de todas partes’’.
Entre las ‘cuentas alegres’ de Edith está incluido Henrry Caballero que llegó desde Baranoa a Campeche con el propósito de almorzar sancocho de gallina criolla y volver a degustar las variedades dulces de la ciruela.
'Me parece un espectáculo bueno, familiar y ameno. Vengo con mi esposa porque se pasa sabroso aquí en Campeche'.
Festival de la Ciruela
Fue creado en 1989 por Efraín Brochero, con el objetivo de difundir los saberes asociados a las diferentes formas de preparación de la ciruela. La celebración se desarrolla durante 4 días en el corregimiento de Campeche.