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Andrés García, taxista de 57 años, asegura, mientras come arroz de lisa en una esquina del Centro, que el ser barranquillero se palpa desde el hablado, el caminado, pero sobre todo desde su forma de ser cordial.

Acompaña sus argumentos con el vaivén de su mano izquierda y el agridulce sabor del guarapo, servido en un vaso plástico.

'Nací en el Hospital de Barranquilla en la época donde el que no nacía allí, no era barranquillero. En la vieja Barranquilla, 33 con 43', evoca, seguido de una sonora carcajada.

En el cumpleaños 202 de la ciudad, EL HERALDO hizo un recorrido por diferentes calles de Barranquilla, preguntándoles a sus habitantes el significado de ser barranquillero. La variedad de respuestas dejó claro que hoy no solo se trata de un gentilicio ni es necesario nacer en esta tierra para sentirse parte de ella.

En el imaginario de la gente aún es percibida la alegría como la principal cualidad que nos define. Si se trata de mandamientos inquebrantables, hay tres comunes: apoyar al Junior por encima de cualquier equipo de fútbol, gozar el Carnaval y saber bailar cumbia.

'El barranquillero se la vacila. Nos emborrachamos en Carnaval, gastamos más de la cuenta cuando gana Junior, pero tenemos buen sentido del humor, incluso ante las deudas', comenta René Lara, barranquillero dedicado hace 15 años a la fabricación y venta de raspao’

Entre un bullicioso tráfico vehicular y el sonido de la navaja cepillando el hielo, cual guacharaca previa al tambor cumbiambero, Lara prepara el refrescante y tradicional postre. Su gusto al endulzar el granizado es semejante al placer con que Julio Padilla, de 37 años, organiza los vinilos para las negociaciones con el público conocedor de la ‘vieja escuela musical’, en el Centro.

Es de Sincelejo, lleva 20 años viviendo en Barranquilla y asegura sentirse parte de esta tierra, donde estableció un hogar con su esposa y tres hijos.

'La gente aquí te abre las puertas, te acoge y son serviciales. Me siento uno más. Ser barranquillero es ser un libro abierto y alegre que no se aflige con los obstáculos', comenta Padilla mientras sostiene el álbum Fuego en mi mente, del Joe Arroyo, el cual contiene una de las canciones himno de la ciudad: En Barranquilla me quedo.

Muchos expertos e historiadores consideran que el precoz cosmopolitismo de Barranquilla ha hecho de sus habitantes personas comprensivas y les ha permitido conocer cómo son los demás y lo que hay detrás de sus costumbres.

Julio llegó a la capital del Atlántico buscando un mejor porvenir al igual que Alberto Novoa, de 43 años. Es del interior del país, vive hace 35 años en Barranquilla y lleva 12 vendiendo arroz de lisa, comida típica barranquillera.

Mientras Andrés García come uno de sus platos en una esquina del Centro, acompañado del agridulce sabor del guarapo, asegura que ser barranquillero significa ser una persona trabajadora y sencilla que lucha por su gente.

'Todos los días tengo la olla lista a las 6 de la mañana. Le pongo buena cara a la vida y me esmero por ser mejor. Creo que eso es ser barranquillero', afirma Novoa al despachar un nuevo plato.

García termina el suyo no sin antes aclarar que el ser barranquillero es una cuestión de actitud positiva frente a la vida.

'El barranquillero nace aquí, se cría aquí y vive aquí. Es bordillero, vallenatero, salsero y champetero y más na’', concluye el taxista, de tez morena y caminar relajado.

Historia

El origen de la ciudad de Barranquilla no derivó de un acto formal y único de fundación, ni fue establecido por escrito ante la firma de dirigentes. Este fue el resultado de un largo proceso étnico, económico y social que conjugó las necesidades geográficas de un asentamiento indígena y varias encomiendas, con sus técnicas y conocimientos en pro de una comunidad en formación.

Adlai Stevenson, historiador y periodista barranquillero, afirma que la percepción de los barranquilleros como personas alegres se debe primero que todo a la condición política Barranquilla, como un sitio de libres, receptor de muchas corrientes culturales. Sin embargo, como decía Gabriel García Márquez, cree que no sea tan alegre como parece.

'Creo que es una alegría triste en el fondo y más bien es una actitud irreverente hacia las autoridades y los poderes constituidos. Creo que el temperamento barranquillero, más que alegre, es abierto a las personas', explica Stevenson.