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Ya lo decía Maquiavelo: El fin justifica los medios. 

A propósito de la golpiza propinada por una madre desesperada a su hijo incitador durante los disturbios en Baltimore, uno se pregunta: ¿Hasta dónde se justifica ese comportamiento de la madre hacia su hijo a la luz de esas circunstancias?

Diferentes investigaciones han concluido que somos lo que aprendemos y aprendemos de aquello que nos rodea. Si estamos en un ambiente hostil y violento, entonces es muy probable que actuemos de forma hostil y violenta. Si estamos rodeados de tranquilidad y cordialidad, los resultados serán acordes a ese ambiente.

Pero también es cierto que los seres humanos requieren de límites, muy concretos y definidos, para conocer las reglas del juego y sentirse valorados. En este sentido, lo que busca la madre es exactamente eso: tratar de imponer límites a las acciones violentas de su hijo.

Quizá no de la mejor manera y posiblemente tampoco de la forma más sana, pero definitivamente de una forma eficaz por cuanto logró lo que buscaba, sacar a su hijo del medio de los disturbios y junto a esa acción varios objetivos.

Primero, evitarse un dolor de cabeza al lograr que su hijo quede por fuera de la línea de peligro en un enfrentamiento con la policía. Segundo, sentar un precedente público de lo que es capaz de hacer una madre ante el mal comportamiento de su hijo y, tercero, abrir el debate de hasta dónde nos hemos convertido en una sociedad permisiva y complaciente frente al mal comportamiento de nuestros jóvenes e hijos.

La pregunta queda abierta: ¿Llegó la hora de comenzar a ser más claros con los límites que debemos colocar y cuánto estamos dispuestos a tolerar, no solo a nuestros hijos sino a todos como sociedad?