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Durante el proceso de gestación vivimos, de algún modo, dentro de un mundo acuático. El líquido amniótico que nos hace flotar en el útero es entonces nuestro hábitat por naturaleza. Hasta que llega el parto y con él despertamos a un universo lleno de aire, aire que desde ese momento inhalamos por la nariz de forma ininterrumpida hasta que morimos. Hace algunos días, y después de muchos años de hacerlo únicamente a través de mis fosas nasales -con mis ojos y oídos abiertos al mundo terrestre-, viví la experiencia de ‘respirar’ bajo el agua, tal como lo hacen los animales marinos.

Primero me puse las aletas, una especie de calzado que se asemeja a las extremidades –del mismo nombre- de los peces. Seguí con la careta, una máscara de caucho y vidrio templado que se adhirió fuertemente a la parte superior de mi rostro, dejando mis ojos y fosas nasales sin contacto con el aire. Finalmente, metí en mi boca el esnórquel, un tubo de plástico que funciona como una extensión de la tráquea y que conduce hacia la garganta el aire que se encuentra en la superficie marina. Más bien el esnórquel es un instrumento que hace posible que los seres humanos vivamos momentos realmente directos con la inmensidad del mar y con la diversidad de flora y fauna que en su fondo se halla.

'La sensación de libertad que me produce estar en el mar, estar solo yo entre metros cúbicos de agua. No sentir el peso de mi cuerpo, solo sentirlo flotando. La sensación de exigir a mis pulmones hasta el límite de su capacidad -para con el tiempo llegar a una profundidad determinada-. Y siempre la sensación de que voy a encontrarme con algo nuevo; porque uno nunca sabe lo que va a encontrar debajo del mar'. Así se expresa sobre la práctica del esnórquel o careteo Jaide Pérez, un arquitecto barranquillero de 24 años que fue criado en la Isla colombiana que posee la tercera barrera coralina más grande del mundo: San Andrés, donde a sus trece años usó por primera vez un esnórquel y desde entonces quedó prendado de 'las maravillas' que hay bajo el mar.

No es tan difícil

Los entendidos en el tema afirman que en un principio lo más complejo de caretear es suspender la respiración por la nariz para empezar a hacerlo por medio de la boca. Una vez que la persona logra esto, puede empezar haciendo una visualización del paisaje submarino desde la superficie, y cuando ya siente que está en condiciones de sumergirse por completo, puede descender hacia el fondo uno, dos y hasta tres metros –manteniéndose bajo el agua sólo con el oxígeno que haya alcanzado a almacenar en sus pulmones momentos previos al descenso-.

José Peláez, buzo profesional e instructor de buceo y careteo en la escuela Tayrona Dive (situada en Taganga, Magdalena), dice que cuando la gente practica esnórquel y después pasa a bucear con tanque, 'esto le va a resultar muy fácil de hacer'. El careteo se caracteriza por exigir una respiración mucho más forzada que la necesaria en el buceo, 'porque se tiene que coger el aire en la superficie, contrario a cuando se bucea, que se respira a través de un regulador (artificial)', afirma.

En palabras de Peláez, quien lleva un poco más de 40 años dedicado al buceo y a actividades relacionadas con esta práctica, el esnórquel demanda un esfuerzo físico considerable porque 'además de que hay que realizar movimientos de preparación inicial, se debe tomar aire, almacenar lo que más quepa en los pulmones y después hacer el descenso y permanecer bajo el agua soportando la apnea –interrupción temporal de la respiración-; lo que sirve para incrementar la capacidad pulmonar de quien lo practique con frecuencia'.

Las aguas colombianas

Colombia cuenta con muchos lugares en los que se puede practicar esnórquel. La privilegiada ubicación del país permite que gocemos tanto del Océano Atlántico como del Pacífico, dos mares que guardan grandes diferencias entre sí, pero que a la vez conservan tal diversidad que los hace comunes.

'El mar del Caribe se caracteriza por ser muy tranquilo y albergar peces pequeños en una gran cantidad de arrecifes', sostiene Peláez; mientras que el Pacífico colombiano 'tiene -aunque no tantos corales y flora marina- una fauna muy vistosa; cardúmenes de grandes animales, en amplia variedad'.

El Parque Tayrona, las Islas del Rosario, las Islas de San Bernardo del Viento (que están a hora y media del municipio de Tolú, Sucre) e Isla fuerte –entre otros cayos situados al sur del Golfo de Morrosquillo- son algunos de los sitios propicios en el Caribe colombiano para realizar esnórquel. Por el lado del Océano Pacífico se encuentran, entre otros lugares: Acandí, San Francisco, Titumate, Triganá y Capurganá, sitios que cuentan con buena fauna marina, pero que tienen mucha influencia del río Atrato, lo que hace que la visibilidad no sea la mejor para caretear o bucear en estos destinos que se ubican en el Golfo de Urabá.

Hernán Arango, cirujano maxilofacial barranquillero –que practica desde hace más de 15 años buceo y esnórquel- expresa que 'estas prácticas acuáticas le generan sensaciones muy bonitas, porque sirven para meditar'. 'Estás solo, no tienes contacto con el exterior, no tienes teléfono, no hay nadie que te esté molestando; podría decir que es una especie de meditación dinámica'.

Briam Almazo de Luque, Dive Master de la escuela Under Preassure (Bajo presión), situada en Taganga, lleva más de 20 años ‘sumergido’ en el mundo acuático. Según cuenta, desde que tuvo su primera experiencia submarina –a los trece años- no ha dejado de estar en contacto con el mar y con todo lo que habita en sus profundidades.

El instructor taganguero manifiesta que 'todas las personas que lo deseen, pueden hacer careteo'. Para Almazo, el esnórquel 'es cuestión de práctica y de disposición, si se quiere hacer, se logra; y si hay algún temor, se vence'.

Preparación y riesgos

Los expertos aconsejan que se realice entrenamiento corporal previo. Se recomienda la practica del careteo en compañía de una o más personas para que, en caso de una dificultad física o emergencia, esté presente alguien que pueda socorrer. Evitar las zonas de corrientes fuertes que hacen perder el control del cuerpo y arrastran hacia la marea.