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Jairo Paba Salcedo fue una estrella de la radio. No solo logró marcar un hito con su inigualable voz, sino también con sus peculiares looks, que fueron cambiando de época en época, pero que siempre conservaron el sello de una personalidad arrolladora e irreverente de alguien que vivió y vistió como quiso, sin importarle nada más.

“Crear un estilo no es nada fácil y luego imponerlo y sostenerlo es aún más complicado, y Jairo Paba lo logró hasta en su manera de vestir, vi muchos oyentes imitándolo”, dice Luis Altamiranda, uno de los grandes amigos y colegas del ‘Líder’.

Cuando empezaba a labrar el camino exitoso frente al micrófono, usaba ropa de la época, pantalones bota ancha y un afro de cabello crespo, muy distinto al lacio que lució sus últimos años.

Lo del cabello fue muestra de su perseverancia. Desde los 29 años se propuso lucir una cabellera lisa. Entonces, todas las noches sagradamente peinaba su afro hacia un lado, poniendo en práctica la técnica de estilistas conocida como ‘la vuelta’. Luego forraba su cabellera con una media velada.

“No importa si llegaba tarde o tomado, siempre lo hacía”, dice alguien cercano a él. “Él mismo se cepillaba el cabello con un secador y solo se lo lavaba una vez a la semana”.

Con esta rutina diaria logró su cometido, pero en el proceso mostró otra de sus grandes aficiones a la hora de vestir: las boinas, los sombreros, cintillos, pañoletas y gorras.

A medida que pasaba el tiempo cambiaba su ropa con las tendencias actuales. Era tan extenso su repertorio que podía pasar un año entero sin repetir una pinta. En su armario, además de ropa, había muchas botas, corbatas y corbatines.

“Los corbatines siempre estuvieron presentes en su vida, desde cuando era estudiante del Colegio Americano, por cierto se los ponía al revés y por esa rebeldía lo sacaban de clases. Ahora después de viejo salió con una colección colorida”, recuerda Luis Arias.
Delia Paba, su hermana, dice que Jairo era muy vanidoso y que eso lo aprendió del tío Armenio Salcedo. Tardaba dos horas arreglándose, viéndose en el espejo, cuidando que cada cabellito estuviera en su lugar.

“Del tío ‘Anio’ aprendió mucho, sobre todo lo vanidoso. Mi tío se miraba mucho en el espejo, se echaba polvo en la cara, le gustaba andar con las mejores pintas, todo un personaje, él vivía con nosotros y Jairo le imitaba hasta los peinados”, rememora.

Por esa obsesión de siempre verse bien, Jairo se quitó el bigote y se operó la nariz dos veces, la última hace 10 años. Usaba lentes de contacto azules y grises y gastaba mucho dinero en joyas de oro. Andy Pérez asegura que antes de entrar en la moda de los tatuajes, le alcanzó a contar 40 cadenas colgadas en el cuello y 10 pulseras, al mejor estilo de Mario Baracus.

“Le gustaban mucho hasta que un día, saliendo de ‘La Casa del Líder’ —uno de los negocios que tuvo— lo atracaron”, dice su hija Fania, quien fue la que lo incitó a hacerse un piercing.

“Fue en el 2003. Él pasó por la Universidad Autónoma, donde yo estudiaba, y lo saludé. Le mostré un piercing que me había hecho en la lengua. Me dijo que estaba loca y lo reté a que se hiciera uno”, recuerda. Al día siguiente Jairo no se hizo uno, sino dos: en la ceja izquierda y debajo del labio inferior. Después se puso un arete en la oreja izquierda y se hizo los tatuajes. Tenía seis: un Jesucristo en el brazo derecho, un tribal y el escudo de Junior en el antebrazo del mismo lado; y en el brazo izquierdo unas serpientes envolviendo a una mujer, una mano biomecánica y un micrófono con los logos de laas emisoras en las que trabajó. Otra de sus obsesiones era la de impresionar con sus fragancias, las cuales solían ser extravagantes y caras, prefería el perfume ‘Ángel’. Nunca usó desodorante y no le daba mal olor. Cuando fumaba se la pasaba todo el día chupando Halls para que no sintieran el aliento de nicotina.

Durante sus últimos años se teñía el cabello para ocultar las canas, armó un gimnasio en su casa, bajó 25 kilos, se vestía ‘normal’ y a los 64 años se sonrojaba un poco de algunas de sus pintas del pasado, las mismas que lograron engrandecer el mito de su nombre en Barranquilla.