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En la conmemoración el pasado 24 de junio de los 80 años de la muerte de Carlos Gardel, ídolo indestronable de la música popular argentina, a la prensa de Buenos Aires le llamó mucho la atención que la gira artística que se convirtió en el trágico final de su vida, la iniciara por Barranquilla.

En el gran despliegue de notas e imágenes a dicho acontecimiento, los diarios de la capital gaucha hicieron mención a ese detalle, que resultó curioso para ellos y al que definieron 'la conexión gardeliana con el Caribe'.

Parece que imaginaban en ese momento que el tango no concitaba el gusto de una población a la cual tal vez asociaban más a los ritmos tropicales. Pero no. Barranquilla también hacia parte del círculo de ciudades que en casi todo el mundo caía rendida a la fascinación que despertaba la portentosa voz y la imagen personal del llamado ‘Zorzal criollo’.

Un fenómeno de masas que surgió en Argentina, su patria adoptiva; saltó a Europa, llegó a norteamerica, y aterrizó triunfante en estas latitudes caribeñas.

Carlos Gardel, cantante de tangos, compositor y actor de cine, se encontraba en la cumbre más alta que cualquier artista podía codiciar; e irónicamente muere en Medellín en un pavoroso y absurdo choque de aviones en tierra, en el aeropuerto Las Playas (hoy Olaya Herrera).

Fue casi a las 3 de la tarde del 24 de junio de 1935, hizo ya ocho décadas. Tenía 45 años. El también conocido como el ‘Rey y Embajador del tango’, llegó a Colombia por Barranquilla, el 2 de junio de ese mismo 1935; 22 días antes de la tragedia. Ingresó más exactamente por el muelle de Puerto Colombia que mostraba su esplendor de auténtica ‘Puerta de oro’ del país.

Vino procedente del puerto de La Guaira (Venezuela), a bordo del vapor Presidente Gómez, puesto a su disposición por el dictador venezolano Juan Vicente Gómez a quien Gardel le había ofrecido días antes un recital privado en su casa de Mara- cay por 10 mil bolívares.

Aquella gira por el Caribe y Suramérica la planeó Carlos Gardel en Nueva York el 15 de marzo de 1935.

Terminaba un ciclo de presentaciones en Estados Unidos en las que puso al público gringo a sus pies.

El 25 de marzo grabó en el país del norte su última canción, Gente mía, y se despidió del público a través de la Radio Hispana de Nueva York. En el mensaje envía un saludo a Barranquilla, ciudad por la que iba a entrar al país. De Nueva York parte el 28 de marzo, rumbo a Puerto Rico, en el vapor Coamo.

Gira final

La gira por el Caribe la inició el 2 de abril en San Juan, donde permaneció 22 días de actuaciones apoteósicas, según narran los registros de esas calendas.

El 26 de abril tocó tierra en el puerto venezolano de La Guaira, y siguió por carretera a Caracas. En esta capital cantó durante 12 días seguidos en el Teatro Municipal y en Radio Caracas.

En el ciclo de presentaciones en el vecino país, sale a su encuentro el empresario barranquillero Celedonio Palacios, administrador del teatro Apolo, y finiquitan los detalles de su presentación en Barranquilla.

El teatro Apolo, único en la ciudad, era el principal núcleo cultural de ese tiempo. Estaba situado en la hoy calle 53 con carrera 53, donde luego construirían el Cine Metro y hoy se levanta un conjunto residencial.

La actuación de Carlos Gardel fue promocionada como el gran acontecimiento artístico de la década, pero tuvo un ligero inconveniente que puso en aprietos al empresario y al público.

Toda la parafernalia publicitaria y la comercialización de las entradas anunciaban su llegada el 30 de mayo, con debut al día siguiente, 31; pero el propio Gardel pospuso su arribo y debut para el 2 de junio. Se rumoró que la farra con el presidente y dictador de Venezuela fue tan intensa que no logró salir a tiempo, y por ello este le prestó su propio navío para cumplir el compromiso en la capital del Atlántico.

EL HERALDO, que en ese entonces tenía 2 años y 8 meses de circulación (hoy cuenta 82 años), anunciaba en avisos publicitarios la actuación de Gardel: 'El Apolo tiene el orgullo de presentar el mejor espectáculo en el mejor teatro, para el mejor público. En persona, el supremo embajador del tango argentino y sus tres celebrados guitarristas, Guillermo Barbieri, José Aguilar y el gran Domingo Riverol'.

Se programaron dos días de actuación, domingo 2 y lunes 3 de junio, con dos presentaciones en cada show.

Las entradas estaban en $10, palco; $1,66, luneta numerada; $1,25, palco de segunda fila; y 50 centavos, galería. Prohibían la entrada de niños menores de 10 años.

La publicidad del teatro Apolo hacía énfasis en 'la presentación en persona de Carlos Gardel', porque el teatro Rex, también con destacado aviso de prensa, anunció para esos días las películas del tanguero Luces de Buenos Aires y Tango en Broadway, tal vez a manera de competencia y no quedar al margen de ‘la fiebre gardeliana’ que azotaba la capital.

La presencia de Gardel en Puerto Colombia se dio en la madrugada del 2 de junio, y a pesar de ello tuvo un multitudinario recibimiento. Luego montó en tren hasta la Estación Montoya, en el Barrio Abajo, y de allí lo llevaron en automóvil al Hotel El Prado.

Ese día tuvo una apretada agenda social que atendió sin los remilgos de los cantantes de ahora.

Paseó a pie por los alrededores del hotel, se entrevistó con el gobernador de ese momento, Nicolás Llinas Vega; y con el alcalde, Luis Carlos Baena.

En la tarde de ese mismo domingo, recuerda el maestro del periodismo nacional, don Chelo de Castro —entonces un mozalbete de 15 años—; Gardel visitó la emisora La Voz de Barranquilla, situada en la esquina de Paseo Bolívar con la carrera 41.

'Lo entrevistó el periodista Sansón Vellojín, un hombre culto y gran entrevistador, charlaron por unos 10 minutos. En las afueras de la emisora se agruparon unas 500 personas que escuchaban las palabras de Gardel por la amplificación que ponían a la calle', manifiesta el crítico deportivo.

Don Chelo rememora también que Carlos Gardel bajó del segundo piso de La Voz de Barranquilla a las 6:15 de la tarde, en medio de los aplausos de la gente.

'Subió en un automóvil que lo esperaba, e hizo que el chofer encendiera las luces internas para que pudieran verlo, al tiempo que saludaba con su mano derecha y sonreía. Por lo menos 300 de las 500 personas que estaban allí salieron corriendo detrás del carro hasta el Hotel el Prado, entre esas yo', añade entre risas el destacado periodista.