'Compadre Chendo: usted que sabe componer sus versos que a mí me gustan tanto, ¿qué está pasando con el vallenato que ya no se parece?', con esta pregunta que expresó un campesino cordobés al maestro Rosendo Romero inicia el documento del Plan Especial de Salvaguardia –Pes–, actualmente la hoja de ruta para la preservación del vallenato tradicional en el país.
La misma preocupación del campesino llevó al Ministerio de Cultura a postular esta expresión en la Lista de Salvaguardia Urgente de la Unesco, una medida que busca el respaldo internacional para fortalecer las acciones de protección del patrimonio inmaterial.
¿Qué vamos a salvaguardar?, esa fue la principal inquietud que reunió a juglares del Caribe, compositores, músicos, promotores culturales, representantes de festivales, investigadores y asesores del ministerio, quienes en mesas de trabajo debatieron sobre el presente y el futuro del vallenato.
Para Sebastian Londoño, quien hizo parte del proceso en representación del grupo de Patrimonio Inmaterial de Mincultura, esta primera discusión fue decisiva, teniendo en cuenta el contexto actual de la industria musical. 'Hoy en día a ritmos distintos se les da el nombre de vallenato, como los de la ‘nueva ola’, que utilizan instrumentos electrónicos, tienen un enfoque hacia la fiesta y un gran impulso comercial; sin embargo, están muy lejos de la raíz del género, de los cuatro aires vallenatos', explica Londoño.
En el año 2010 inició formalmente el proceso de inclusión de la música vallenata tradicional en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial –LRPCI–. Los debates avanzaron desde entonces y concluyeron que el proyecto de salvaguardia se enfocaría en la preservación del son, el paseo, el merengue y la puya, los cuatro aires vallenatos y la historia detrás de la formación de estos. Todo quedó consignado en el documento final que inicia con la descripción de la manifestación desde sus ritmos insignias.
Los Cuatro aires
En un vallenato la herencia africana resuena con los golpes firmes y rítmicos de una caja; también la guacharaca integra sus sonidos como parte de la tradición indígena y el acordeón, producto de la cultura musical europea, se acopla y define los cuatro aires tradicionales por el marcante de sus bajos. El acordeón tomó el lugar de los instrumentos de viento de origen indígena, como el carrizo y la gaita, y se consolidó como el elemento líder de esta música.
Cuatro instrumentos, que condensan una riqueza cultural e histórica, son suficientes para interpretar el paseo, el son, el merengue y la puya en un vallenato autóctono. Sin embargo, esta música tradicional, puede ser interpretada tanto con los instrumentos típicos como con una orquesta sinfónica.
Para el maestro Andrés Eliécer Gil Torres, más conocido como el Turco Gil, cada ritmo despierta sensaciones distintas y comunican por sí solos. Él los conoce y los enseña explicándolos con temas clásicos, como los de Escalona, pero no olvida la descripción exacta de cada uno en la métrica musical.
'Para mí es fácil. El paseo, por ejemplo, tiene la cuadratura musical de compás partido, compasillo', dice el Turco Gil, hace un pausa y retoma: 'Es un aire muy moderado en la música vallenata, me hace recordar la canción de La Custodia de Badillo o El testamento de Rafael Escalona que dice: Oye morenita te vas a quedar muy sola, porque anoche dijo el radio que abrieron el Liceo, como es estudiante ya se va Escalona, pero de recuerdo te dejó un paseo...'.
Para el escritor cordobés Manuel Zapata Olivella en un paseo vallenato se acoplan a la perfección todas las historias que se narran de los pueblos, desde los sucesos políticos hasta los temas amorosos. 'Todos caben en estas narraciones musicalizadas que se ‘publican’ en las parrandas como se publicara un periódico y que vuelan de boca en boca de los cantadores populares', así definió Zapata Olivella al paseo.
El paseo es el ritmo vallenato que más mutaciones negativas ha sufrido debido a su exhaustiva explotación comercial.
'También está el son', continúa El Turco Gil con su explicación metódica y vivencial. 'Tiene la misma cuadratura del paseo, pero es más lento, melancólico y se va marcando con un tempo andante... que es más un lamento...', dice el guajiro de 68 años que ha dedicado su vida a enseñar y difundir por el mundo la tradición musical a través del grupo Los niños del Vallenato, en el que ha formado a varios reyes del Festival de la Leyenda Vallenata.
'Canciones como Alicia adorada del maestro Alejo Durán están en son... pero fijáte que Jorge Oñate la grabó como paseo; es que como tienen la misma cuadratura si lo tocas un poquito más rápido se convierte en paseo', advierte Gil antes de hablar del merengue que es de su ritmo preferido. 'El merengue es muy alegre, me emociona, entusiasma. ¡Soy un enamorado de esa música!', dice antes de volver a la descripción de rigor que lo define al ritmo como cifrado en 6/8 y que generalmente se presenta en tempo medio. Canciones como La Maye o La mona del cañaguate de Escalona son ejemplo de esta variante musical.
Por último, la puya, también tiene una cuadratura similar a la del merengue, pero más rápida. 'Tiene un patrón que los acordeoneros deben mantener para que no se pierda la esencia de la puya. Es de los aries que definen los primeros lugares en los festivales por la destreza que exige a los acordeoneros', asegura el maestro Gil.
En la consignación del Pes vallenato, no solo se describen los ritmos desde la ejecución del acordeón, también se destaca el origen de los patrones de acompañamiento de los cuatro aires, que fueron diseñados a partir de la tradición de los tamboreros de la región Caribe.
Territorio de juglares
Indígenas y campesinos fueron los primeros juglares vallenatos.
En la investigación que incentivó el proyecto de preservación también se profundizó en los orígenes territoriales de los aires de la música vallenata que se circunscriben a las antiguas provincias del Magdalena grande, una vasta región enmarcada por los ríos Magdalena, Cesar y Ranchería, también por el mar Caribe, la Sierra Nevada de Santa Marta y las estribaciones de la Serranía del Perijá.
Los cantares vallenatos nacieron de la unión de las culturas indígenas y africanas, que fueron obligadas, por los invasores españoles, a utilizar la lengua castellana. En principio las músicas se interpretaban con instrumentos de las culturas nativas y africanas: gaitas cabeza de cera, maracas, pequeños tambores indígenas de doble parche cuya percusión se realiza con baquetas de madera, guacharacas, tambores de un solo parche de origen africano, el golpeteo de las palmas de las manos para la marcación rítmica, voces y coros.
'El patrimonio está hecho de memoria y estos detalles históricos, la raíz cultural, hace parte de la narración de Colombia que debemos resaltar', señala Sebatian Londoño del Mincultura.
Los primeros juglares eran campesinos e indígenas, hoy día el contexto ha evolucionado y lo que se originó en el Magdalena grande ya hace parte de la cultura del país. En Colombia, según registros de la Dirección de Patrimonio, hay 65 festivales vallenatos.
'Esa es una muestra de la importancia de este género en la identidad nacional', dice Rodolfo Molina, presidente del Festival de la Leyenda Vallenata, quien asegura que la iniciativa del Pes ha reunido a todos los actores en pro de un mismo fin: preservar la riqueza de la tradición.
Vallenato e historias
'No sé qué tiene el acordeón de comunicativo que cuando lo oímos se nos arruga el sentimiento. . .': Gabo
La siguiente anécdota de Gabriel García Márquez condensa, desde la experiencia personal del escritor, el vínculo del vallenato con las historias.
'En Aracataca, donde tenía la pasión de que me contaran cuentos, vi muy niño el primer acordeonero […] El hombre empezó a contar una historia y para mí fue una revelación cómo se podían contar historias cantadas, cómo se podía saber de otros mundos y de otra gente a través de una canción. Después descubrí la literatura y me di cuenta de que el procedimiento es el mismo'.
Para el docente universitario Ariel Castillo, quien hace parte del comité de seguimiento del proyecto, la poesía popular que se aprecia en los vallenatos se convirtieron en una fuente que nutrieron las obras de autores, tal como lo relata García Márquez. 'No son todos los vallenatos, pero en este tipo de poesía popular, como pasa en las rancheras y los corridos, hay muchos cantos de carácter narrativo y cuentan historias con una gran simpleza y economía de palabras. Son historias reales basadas en experiencias regionales que iluminaron muchos escritores', comenta Castillo.
Ernesto McCausland Sojo, periodista e investigador musical del vallenato, destacó en sus estudios sobre género la raíz narrativa y es citado en el documento del Plan de salvaguardia con la siguiente afirmación: 'Aún por estos tiempos no muy consecuentes con ese propósito, el vallenato se hizo para contar historias y para reflexionar. Que se sepa, nadie ha inventado una causa mejor. Podrá haber todo un movimiento lacrimoso y estribillista, como el que ahora se impone, pero el género sigue siendo de genoma literario'.
El futuro de la tradición
El propósito de postulación de la música vallenata en la Lista de Salvaguardia Urgente de la Unesco, que dará su veredicto en noviembre, es poder desarrollar de manera integral y en plazos cortos las medidas de protección previstas para esta expresión cultural. Para el equipo que trabajó en el proceso, que integró a la comunidad y el ministerio, la posible declaratoria internacional del vallenato hará más visible los esfuerzos del Estado y fortalecerá a los gobiernos territoriales y a los gestores locales en la búsqueda de recursos e iniciativas para la salvaguardia integral de esta manifestación.
Defensores de la tradición como el Turco Gil tienen clatro que el objetivo no es que la música vallenata recupere todas sus funciones antiguas, pero sí, de que se abran espacios para su valoración y apropiación en la memoria del Caribe. 'No podemos poner una camisa de fuerza para que el vallenato no evolucione, pero sí queremos que mantenga su raíz, que la gente distinga cuál es el verdadero vallenato autóctono', sentencia el guajiro desde una finca en el Cesar, territorio de juglares.