Diálogos medidos y musicales, desprendidos de la literalidad de las letras de Andrés Caicedo, son lo más sonoro de una película que prometía polémica desde antes siquiera ser rodada. Y es que aventurarse a adaptar cualquier obra literaria considerada ‘de culto’ lleva un implícito manto de crítica difícil de desprenderse.
¡Que viva la música! –publicada en 1977 bajo el título tomado de un estribillo que repite Ray Barretto en uno de sus temas–, la película, llegará a las salas de cine del país hoy, –luego de haber sido estrenada en enero en el Festival de Cine de Sundance, en Utah– y lo hace con una lapidaria calificación de Rosario Caicedo Estela, hermana de Andrés Caicedo, el autor de esos 'pedacitos de música' que alguna vez 'formaron' a María del Carmen Huerta (La Mona), tal vez la adolescente burguesa más famosa del país, hecha rubia, rubísima, por cuenta de una obra que se suscribe como imprescindible para quien quiera conocer a una Colombia narrada con letras.
Como 'un collage incoherente de sexo, drogas y violencia' lo describe la hermana del autor caleño, que la destrozó en una crítica luego de verla en premier, toda vez que pone de relieve la visión casi psicodélica de Carlos Moreno, director del filme. Porque si algo acapara gran parte del relato visual es esa cortina morada que parece llevar la imagen. Pintadas de un matiz violeta y parpadeante, donde la luz llega y se desaparece, lucen las escenas en las que el sexo, las drogas y los excesos mandan a La Mona y a toda su comitiva de niños ‘bien’ de la sociedad ‘kaleña’. Se nota ahí la estética de Moreno, que antes ha hecho Perro come perro y El cartel de los sapos.
Se parece el filme al afiche que lo promociona: una María del Carmen 'nochera', como se autoprologa, perdida entre sus rizos de oro y el baile, que suena a música, y justo ahí uno de los atributos de la adaptación cinematográfica que muchos considerarían flaco: la distancia que guardan La Mona hecha con letras de Caicedo de aquella que interpreta la samaria Paulina Dávila, protagonista de la película, que aunque se deja llevar por la melodía y danza con ella, no alcanza su cuerpo a transmitir la conexión que evidenciaba el libro en sus monólogos.
Pero, como bien apunta el escritor Mario Mendoza, quien ya ha podido ver la película en estreno exclusivo, la cinta –como cualquier otra adaptación–, es precisamente eso, una adaptación, que no debe jurarle fidelidad a la obra original.
Incluso Carlos Moreno, su director, la ha llamado una 'desadaptación' de la obra. Se trata, en todo caso, de una nueva lectura de un clásico, que vuelve a poner de moda al Caicedo suicida de 25 años, el que acabó con su vida –como Mariángela– justo cuando tuvo la primera impresión de Que viva la música en sus manos. Pueda que él, ya ausente, logre otra hazaña: mantenga al público colombiano sentado en cine, viendo un producto nacional. Para quienes decidan seguirle el paso al filme, el mismo Caicedo les tiene una recomendación –con la que abre los diálogos la película–: 'Donde mejor se practica el ritmo de la soledad es en los cines. Aprende a sabotear los cines'.
'Querer complacer a cada lector es complicado': Paulina Dávila, protagonista de ‘¡Que viva la música!’
¿Qué era lo que más quería adoptar dela personalidad de María del Carmen y qué quería darle de diferente?
Yo siento que en el libro hay muchas María del Carmen. Ella misma en algún momento dice 'Yo soy la fragmentación'. Es un personaje complejo y lleno de referencias, y pasa por distintos momentos. Cada comento te saca algo distinto de ella, cada personaje porque ella pasa. Ella, en su recorrido, también pasa por gente. Era muy importante mantener el espíritu de María del Carmen más que pegarnos de atributos específicos. Yo empecé a jugar con ella. Ella, de una forma, se mimetiza con Mariángela, por ejemplo. En el principio de la película eso no es tan visible, pero una vez la empiezas a mirar en detalle, ella empieza a adaptar comportamientos de Mariángela. María del Carmen es un personaje que necesita mucho de todo donde está, y de ahí va agarrando un poquito. Entonces, jugamos mucho con esa capacidad de mimetizarse de ella, con esa capacidad e entregarse, de libertad, de anarquía, y de mucha rebeldía.
¿Qué fue lo más complicado de meterse en la protagonista: las escenas fuertes, la presión…?
Afortunadamente, yo no me considero tan pudorosa. Eso por un lado, pero por otro lado, es un libro tan sólido, y que está tan arraigado y tan contundente, porque ya es lo que es, que todo es argumentado. No es un desnudo, no son escenas fuertes porque sí, sino que son parte de un recorrido que sin eso no sería. En ese sentido, para mí siempre es muy importante como actriz que esté cimentado lo que uno esté haciendo, que no sea gratuito. No hay nada gratuito en ese libro, no hay nada gratuito en la película tampoco. Es parte de un proceso. En la medida que uno lo entiende así es menos complicado. Hay un grado de dificultad, obviamente, porque no hay que negar que aunque, por ejemplo, en la película hay escenas violentas y momentos complejos, la gente se escandaliza más con el sexo que con eso. Para mí es un trabajo, y en este caso, siento que está perfectamente justificada y argumentada cada cosa. Siento que es parte de algo muy coherente y que tendría que ser así y no de ninguna otra forma. Cuando uno se le mide a un proyecto como este, uno debe saber qué es lo que trae. Como actriz, es parte del trabajo.
Es un libro de culto, hay una responsabilidad muy grande a la hora de interpretar un personaje como María del Carmen, y no es solo la responsabilidad porque se trate de un libro de culto, sino porque hay un universo distinto en cada lector, querer complacer y tratar de complacer a cada lector es complicado. Y estoy feliz con el resultado. Uno de los grandes retos para mí fue desligarme de tantas opiniones y responsabilidades con mucha gente o con una idea de querer complacer. Pero realmente fue un personaje que disfruté mucho de hacer y que yo siento que fue un regalo de la vida interpretar a María del Carmen.
¿Siente que la crítica ha sido injusta con la adaptación?
A mí me parece que es obvio que se levante polémica, porque la gente cuando quiere mucho un libro y hay una película tiene la tendencia de esperar que la película sea una fiel copia, y en esta película no es así. Esto es inspirado en. Nos tomamos muchísimas libertades, también porque es una obra a partir de otra. Es más, hay que sentarlo como un homenaje más que cualquier otra cosa. Estamos honrados y felices de poderle hacer un homenaje al libro y a Andrés Caicedo, más allá de la crítica. Por ahí dice que hablen bien, que hablen mal, pero que hablen, y a mí eso me parece un poco cierto. Han salido comentarios muy prematuros antes de que se lance la película, pero más allá de eso, lo importante es que la gente la vea y tenga una opinión, y que la tenga. A mí me parece perfecto que haya polémica. Que no todo el mundo esté de acuerdo es lo más normal. El director dice que no es una adaptación, sino una desadaptación.
¿Qué tan de acuerdo está con esa aseveración?
Son muy palabras de Moreno y es más su trabajo como director hablar de esas cosas. Yo me basé muchísimo en el libro para instruir el personaje. Es lo que a mí me concierne. Con ayuda de él también, que tenía mucho más tiempo en el proyecto que yo. Ellos ya venían trabajando al guion mucho antes de que yo apareciera. Yo también me contagié mucho de eso. El camino recorrido de ellos para mí fue muchísima sustancia a la hora de construir el personaje.