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En 59 años, Walter Antonio Bernett Iguarán ha hecho casi de todo: casarse dos veces, educar a sus cuatro hijos, obtener un título profesional de Comunicación Social y Periodismo, trabajar dos décadas en la televisión, ser una de las mejores voces de la radio romántica en Barranquilla en los 80, dirigir cuatro emisoras, dictar clases en la Universidad Autónoma. También ¡morir y resucitar!

Pero le hace falta algo por hacer, al menos eso cree tras experimentar qué se siente estar muerto por siete minutos y volver a la vida de un sopetón, cuando los médicos de la clínica General del Norte le daban la mala noticia a su esposa Darling Cera Quintero, y le solicitaban que buscara los documentos del plan exequial.

'Algo no he terminado en la Tierra. Le pido a Dios que me diga qué me hace falta por hacer. Sin duda todo esto es un propósito del Señor', dice Walter, en una entrevista con AL DÍA, en la que se evidencia su sorprendente mejoría después de estar del 'otro lado'.

Profesor Walter, ¿cómo se siente?

Me siento bien, con fuerzas y esto me ayuda, estar en contacto con los muchachos de la universidad, ya el noticiero arranca esta semana. Esto me ayuda mucho anímicamente. Estuve hospitalizado desde octubre hasta el 10 de noviembre y me reintegré a labores el pasado 4 de enero.

Se especuló mucho sobre su estado de salud, ¿qué le pasó?

Yo tengo un problema en el corazón, y por cuidarlo tanto descuidé los riñones. Esto me produjo que un jueves en la noche, después de llegar a mi casa y cenar, como a las 9 perdiera el conocimiento. Se me subió la creatinina, llegué a 7, esto produjo que la urea se me subiera al cerebro, perdí el conocimiento y esto me afectó las válvulas del corazón. Todo el mundo me daba por muerto. Yo duré siete minutos muerto, yo regresé de la muerte.

¿Cómo así?

Llegué inconsciente a la clínica y dos horas después, como a las 11 p.m., me puse gravísimo. A la 1:40 de la madrugada el monitor se detuvo en línea recta, el corazón se detuvo.

¿Sintió algo?

De lo que estaba pasando alrededor mío no, pero viví algo que hablando con pastores y sacerdotes, llegan a la conclusión de que cuando uno va a dar ese paso de la vida a la muerte, Dios designa a un ser querido para que te reciba. En esos siete minutos que duré muerto yo vi a mi papá, que tiene 15 años de haber fallecido, quien me dijo en su tono militar: '¿Usted qué hace aquí, Walter?'. Le respondí: 'Estoy aquí porque usted me va a llevar'. Entonces me volvió a decir: 'Usted no tiene nada qué hacer aquí, no es su momento'. Me dio la espalda y se fue. Yo comienzo a decirle: 'papi, papi, por qué me vas a dejar aquí'. Yo estaba en un sitio tranquilo, vi mucha paz. Era un santuario lleno de flores hermosas y brillantes que transmitían paz en el alma.

¿Y cómo hizo para volver?

Después de esos siete minutos yo solté un ‘bramido’. Cuando los médicos ven que yo empiezo a tratar de respirar, me reaniman. Ya me habían declarado muerto, esto es un milagro y en fe lo digo: la última palabra la tiene Dios. Es Él quien decide si sigues viviendo o no.

¿Y después qué pasó?

Recobré el conocimiento y vi que el profesor Oscar Santiago entró y lloró al verme intubado. Entró monseñor Víctor Tamayo y vi a mis hijos y a mi esposa, pero no podía hablar.

¿Es creyente?

Ahora mucho más. Por algo el Señor me ha puesto aquí.

¿Le tiene miedo a la muerte?

Antes sí, ahora no porque sé que la última palabra siempre la tendrá Dios.

¿Antes había estado tan cerca a la muerte?

Yo en agosto de 2014 tuve un infarto dando clases. Comencé a sudar, no le paré bolas, sí me llamó la atención que el salón tenía aire. Seguí dando clase y sentí un fuerte dolor en la boca del estómago. Le dije a los muchachos: 'Los voy a dejar un momento, me siento mal, voy a Bienestar Universitario'. Me dicen: 'Profe, está pálido'. Me asusté, pero no dije nada. Cuando voy bajando del cuarto piso, pensé ‘mejor me voy para la clínica’. Fui al parqueadero y manejé mi carro hasta allá. Cuando me hacen los chequeos me dijeron que había infartado dos veces. Yo no sentí nada, tuve fuerzas hasta para manejar. Algunos dicen que soy un roble, que el ADN es fuerte, pero digo que todas estas cosas son de Dios.

Una carrera exitosa

Walter Bernett es de esas personas que inspiran confianza y respeto. Ha sabido ganarse el cariño de todas las generaciones de estudiantes que han pasado por sus cátedras en la Universidad Autónoma del Caribe, en la facultad de Comunicación Social y Periodismo. Para muchos es como un segundo padre, por eso durante el tiempo de convalecencia recibió cientos de llamadas, incluso del exterior, de personas a las que les dio no solo una clase, sino su amistad sincera.

Barranquillero neto, se crió en el barrio Boston. Ahora vive en Los Andes con su esposa Darling y sus hijas María José, de 15 años; y Evelyn Cecilia, de 9. Tiene dos hijos mayores de su primer matrimonio, Alberto Mario y Jennifer.

¿Cómo fue su niñez, dónde estudió?

Mi niñez fue normal, tuve dos padres muy dedicados al hogar. Pedro Bernett y Carmen Iguarán, mi mamá era de Riohacha y mi papá de Lorica (Córdoba). Mi papá fue militar, siempre nos inculcó el orden, el respeto, tener tolerancia, prudencia y todo eso lo heredamos mis hermanos Pedro, Ingrid y yo. Soy bachiller del Colegio Americano y estudié Comunicación Social en la Universidad Autónoma del Caribe.

¿Cómo se dio cuenta que quería ser un hombre de medios?

Cuando hacía quinto de bachillerato me escogieron para presentar y organizar los viernes culturales en el paraninfo del colegio. Yo iba a todos los cursos convocando a los que iban a actuar. Presentaba el evento y ahí sentí que nació mi vocación con los medios. Cuando termino el bachillerato entro a estudiar Comunicación Social en 1976.

¿Dónde empezó a dar a conocer su voz?

Empecé haciendo prácticas en Radio Piloto, después entré a RCN que es donde me empiezan a pagar mi primer sueldo (300 pesos) como locutor operador. Había un locutor, creo que vive aún, se llama Chucho Barrios. Él hacía un programa de vallenatos que tenía una sintonía bárbara en esa época en La Voz de Barranquilla (hoy RCN 760 AM). No sé por qué situación sale de la emisora y yo tenía el turno de 12 m a 6 p.m. y me dijeron: 'A usted le toca hacer ese programa'.

¿Y después a dónde fue?

Me llamaron de Emisoras ABC. Leonidas Otálora, que era el gerente, me dio la oportunidad, sin haber terminado la carrera, de dirigir Emisoras ABC en 1978. Y ahí estuve hasta 1980. Como ABC pertenecía a Todelar de Colombia, el Mono Tobón, que era el hijo del dueño de la cadena, me preguntó si aceptaba la dirección de Radio Bolívar y La Voz de la Estrellas, de Cartagena. Y me fui a probar suerte, quería también cambiar de ambiente. Allá me fue bien, gracias a Dios.

¿Cómo llega a dirigir Radio Cultural Uniautónoma Estéreo?

De Cartagena regresé a Barranquilla a dirigir Sonorama Estéreo, que era la emisora que le hacía competencia a Radio Tiempo y estando allí, en 1983 Stefan Ivanoff Sarmiento deja Radio Cultural Uniautónoma Estéreo y me proponen a mí la dirección. Acepto y conmigo inicia, junto al doctor Mario Ceballos Araujo, la iniciativa de que todo director de esta emisora tenía que ser egresado de nuestra facultad.

¿Cuál fue su sello en la emisora mientras la dirigió?

Una de las voces que más gustó en Barranquilla fue la mía. ¿Qué me ha caracterizado? Dicho por los mismos compañeros, es que siempre he sido una persona correcta, prudente y llego mucho a la juventud, me quieren mucho.

También hizo televisión…

El primer espacio musical de Telecaribe fue Caribe Alegre y Tropical, que era el programa de radio que el doctor Mario hacía conmigo. Él lo dirigía y yo lo presentaba. A él siempre le gustó la música y hacía ese programa en honor a la música cubana de los 40 y 50. Se emitía los sábados a las 12 y los domingos se repetía a las 3 p.m.

El programa lo licitaron para TV y yo lo presenté. Duré 20 años haciendo televisión.

¿Prefiere la TV o la radio?

La radio para mí es única, es mi vida.

¿Qué siente que después de muchos años la suya siga siendo considerada como una de las voces de la radio romántica más recordada?

Para mí es un honor que todavía la gente me recuerde y el respeto que tienen hacia mí es muy valioso.

Y que los alumnos lo adoren...

He recibido muchas muestras de cariño, me han llamado muchos alumnos desde el exterior que estuvieron en vigilia por mí y eso es una gran bendición. Me ayudaron mucho las cadenas de oración, yo sentía que la gente estaba orando por mí. Les doy las gracias a todos, no tengo cómo pagarles.