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Es martes, último día de las festividades de Momo. Las energías y el bolsillo flaquean después de intensas jornadas de parranda y frenesí, pero eso no representa ningún impedimento para los barranquilleros que decidieron volcarse a la carrera 8 con el firme deseo de gozar el último desfile que tiene su epicentro en la zona austral de Barranquilla.

Se trata de la Conquista del Sur, organizada por la Asociación de Grupos Folclóricos del Atlántico (Agfa).

Poco después del mediodía, los estaderos de la popular vía rumbera abren sus puertas y encienden sus potentes máquinas de sonido. Como si se tratara de un efecto magnético, las notas musicales emanadas de sus parlantes –con la salsa como abanderada- empiezan a seducir los oídos de quienes a esa hora se desplazan por las aceras del sector.

Es así como los primeros entusiastas empiezan a llegar al punto indicado. A varios metros de distancia se observan algunos hombres cargando sillas plásticas y neveras de icopor llenas de bebidas refrescantes y embriagantes para refrescar las gargantas de acuerdo con la preferencia de cada persona.

Niños y adultos. Mujeres y hombres. Absolutamente nadie quiere perderse el menor detalle de un evento que llega a su edición 36. Por ese motivo, en un santiamén, la 8 se transforma en un auténtico río humano. Los andenes y terrazas del sector se pueblan a un ritmo incontrolable hasta quedar completamente abarrotados antes del arranque del recorrido carnavalero.

Menores disfrazados de cumbiamberos, marimondas y negritas puloy le ponen el ingrediente preciso a una jornada marcada por la alegría y el sabor de los natales de La Arenosa. Para no quedar a la sombra de los pequeños, sus padres de familia lucen coloridas camisetas con distintas leyendas alusivas a una de las fiestas folclóricas y culturales más apreciadas en el territorio nacional.

Se viene lo bueno. Son las 2:15 de la tarde, hora en la que una significativa cuota de asistentes opta por escoger cervezas, gaseosas y raspaos como armas predilectas para mitigar los efectos que acarrea la intensidad del astro rey y la sofocante temperatura que, como de costumbre, acompañan las tardes de La Arenosa.

Desde una acera de la carrera 8 con calle 35 se observa la aproximación de un grupo de motorizados de la Policía Nacional.

Es la señal inequívoca de que la Conquista del Sur ha empezado su marcha. El sonido de los tambores y flautas de millo enciende a la multitud que, de forma inmediata, gritan de júbilo y empiezan a aplaudir al son de los ritmos propios de las carnestolendas.

Un colectivo de payasos aparece en escena. Con su habitual maquillaje y nariz colorada, dos de ellos llevan guantes de boxeo y convierten la carretera en un improvisado cuadrilátero. Lejos de lastimarse, su verdadera intención es divertir con su singular acto a los asistentes. Y sí que lo logran. Al mirar su performance, los pequeños sueltan la carcajada de inmediato.

Con la picardía que los caracteriza, un grupo de letanías se detiene frente a la muchedumbre y empieza a declamar sus cuartetos con una elevada dosis de irreverencia. A punta de sarcasmo y mucho sentido del humor critican con mordacidad a algunas personalidades de la política nacional para burlarse de la realidad de la tierra. 'Aquí ajusticiamos al que se lo gane', dice entre risas uno de ellos antes de seguir avanzando.

Los disfraces en homenaje a Rafael Orozco y Joe Arroyo también dicen presente en esta versión de la Conquista del Sur. Es tal la admiración por los fallecidos artistas que, pese a tratarse de una imitación, el público aplaude su intervención y algunos, incluso, les piden que se acerquen para tomarse una fotografía para conservar ese recuerdo.

Ritmo y color. La comparsa Reyes del Mar, con su impecable vestido blanco de vivos azules, sumado a las habilidades dancísticas de sus integrantes, reciben toda la admiración de los espectadores que observan su participación. La gracia que imprimen a su interpretación es la que provoca que el respetable les regale una ovación a su paso.

Con sus atuendos amarillos, las máscaras de león que reposan sobre sus cabezas y, sobre todo, el pegajoso ritmo de su baile, los miembros de la Academia de Danza Efraín Villegas también cautivan a los espectadores que asistieron al desfile que concluye en el bulevar de Simón Bolívar, a la altura de la plazoleta de la iglesia Santa Marta.

'Del Caribe aflora; bella, encantadora; con mar y río, una gran sociedad'. De repente, suena el popular tema de Joe Arroyo, En Barranquilla me quedo, y la multitud enloquece. Entonan el coro a todo pulmón, abrazan a su pareja y a bailar se ha dicho. Los que están sin pareja no se quedan atrás, ellos aplauden y danzan por su cuenta sin el menor rastro de vergüenza.

El Gusano Gigante de Zapayán llega desde el Magdalena a representar de la mejor manera a su departamento. El colorido vestuario que ostentan y su singular ritmo de baile, son razones que invitan a los niños a emular sus movimientos, mientras los adultos aplauden y vitorean su demostración cultural.

Folclor en estado puro. Carnaval sin su majestad, la cumbia, seguramente no sería nuestro. Es de esos ritmos que no pueden faltar en las festividades y que, año tras año, figuran como uno de los abanderados por excelencia de las carnestolendas caribeñas. Fiel a la tradición, la Reina del Carnaval de la 44, Yanina Reales Fontalvo, contagia a los espectadores a punta del ritmo de ascendencia indígena y negra africana.

Dos agrupaciones infantiles representativas de esta manifestación folclórica, la Cumbiamba Las Margaritas de Soledad y los Cumbiamberitos de San José, logran entusiasmar al público de la localidad Suroriente con absoluta facilidad gracias a la inmejorable actitud con la que respaldan su presentación.

Su empeño por brindar una impecable demostración artística es indiscutible y el público así lo reconoce. Mientras bailan frente a la tribuna, los asistentes retribuyen la entrega de los pequeños con fuertes aplausos y gritos de aliento.

Quienes también se roban todo el aprecio del respetable son los adultos mayores que conforman la cumbia Sí Podemos. Después de muchos minutos seguidos moviendo su cuerpo, se detienen momentáneamente, secan el sudor de su frente, beben un poco de agua y reanudan su gozadera.

El desfile finaliza, el público sigue la rumba en bares y estaderos de la zona y, desde ahora, anhelan la ‘resurrección’ de Joselito el próximo año para volver a gozar con el carnaval que los cautiva. Ese mismo, el del bordillo.