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La nominación al Óscar de El abrazo de la serpiente como Mejor película extranjera catapultó la imagen de Ciro Guerra en los círculos más destacados del cine internacional en los que empezó a mostrarse, con pie derecho, desde su primer largometraje. Tres realizadores analizan el trío cinematográfico en el que se concentra la destacada trayectoria del primer director colombiano que se encuentra a las puertas del Óscar, que tendrá mañana su gala de premiación.

Los encargados de plasmar su mirada crítica sobre las películas fueron el realizador de cine Roberto Flores, quien ha dirigido producciones como Heridas, de 2006; Cazando luciérnagas, de 2013, y Ruido rosa de 2015, con las que ha cosechado varios reconocimientos. Por su parte, Julio Lara es crítico de cine y jefe de prensa de la Cinemateca del Caribe, donde promueve el Salón del Autor Audiovisual; Christian Mejía es Máster en Diseño y Gestión de la Producción Audiovisual de la Universidad Autónoma de Barcelona, y es director y productor en el proyecto Gato Verde Films.

De regreso a los preparativos de los Óscar, del reparto de El abrazo está confirmada la asistencia de Antonio Bolívar, quien interpretó a Karamakate adulto, y el estadounidense Brionne Davis, quien encarnó al biólogo Evan Schultes. La cinta, a la fecha, ha sido vista por 426.905 espectadores, con el récord histórico de 41 semanas continuas de programación en salas nacionales.

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Roberto Flores

Director de cine

‘El abrazo de la serpiente’ es el tercer turno al bate de Ciro como director de largometrajes, y aunque en sus dos películas anteriores anotó múltiples carreras, con esta la sacó del estadio. Por un lado, por supuesto, por razones obvias de premios y reconocimientos, pero mucho más importante aún, porque logró consolidar una búsqueda dramatúrgica y estilística que, aunque todavía está por afinarse, presenta ya en esta obra rasgos de madurez dignos de un gran director.

Conozco a Ciro desde hace ya 13 años, cuando la itinerancia de la Nueva Ola del Caribe nos llevó a Iván Wild y a mí a Bogotá. Allí conocimos uno de los primeros cortes de su ópera prima, ‘La sombra del caminante’, que luego recibiría los aportes lúcidos y oportunos de Iván en la sala de edición. En ese material ya estaba claro el director que hoy conocemos. Aunque en clave menor, esta entrañable suite urbana, de visos ‘becketianos’, dejaba ver varias de las características primordiales de su trabajo: la capacidad de ser ‘glocal’, su apuesta por el viaje del héroe como estructura dramática y su persistencia total para sacar adelante un proyecto, que junto a la de su compañera y socia, Cristina Gallego, ha sido fundamental para su carrera.

Poco antes de filmar ‘Los viajes del viento’ me dijo una frase que ejemplifica algo que, para mí, es invaluable en Ciro: 'Quiero hacer una película grande'. Sus detractores describirían esto como delirio de grandeza, pero yo lo veo como arrojo y valentía. Ciro nunca ha temido soñar y pensar en grande, por eso y otras cosas está donde está. No obstante, su segunda película perdió algo de la humanidad de la primera, tal vez en el proceso, precisamente, de llegar a ser grande.

‘El abrazo de la serpiente’ logra virtudes, conseguidas por separado, en sus dos películas anteriores. Es un proyecto grande, sí, pero sus personajes me importan, sufro con ellos y los acompaño en su viaje. El blanco y negro es bello, la fotografía imponente, pero no sucumbe jamás a la tentación de la postal amazónica. Pero sobre todo, su cine vuelve a estar bien actuado, después de una película con muchas virtudes formales, pero varias deudas en ese departamento.

Algunas personas han criticado la secuencia ‘Apocalypse Now’, con demencia a bordo, y yo simplemente siento que sí, no es lo mejor del filme, pero no me disgustó hasta el punto de perderme como espectador. Otras personas, conocedoras del mundo indígena y de los rituales del yahé, me dicen que la recreación de esta práctica ancestral no está bien lograda y yo, ignorante de todo esto, les digo que ‘El abrazo de la serpiente’ no es un documental antropológico y que las licencias narrativas valen. Concuerdo con que la cinta puede cargar con cierta mirada romántica, postcolonial, acerca del tema. Pero también pienso que esa es su mirada, que contiene mucha honestidad y belleza, que no pretende ser verdad absoluta, y que el que quiera hablar de otra manera acerca de nuestros indígenas amazónicos, bienvenido. Escriba, pinte, filme, levántese del sofá y exprésese.

Lo que más me emociona de todo esto es que lo mejor de Ciro Guerra está por venir. Después de este filme, que considero justo merecedor de cualquier premio en el mundo, Ciro seguirá trabajando concienzuda y metódicamente, porque así es él y lo admiro. Entre tanta diletancia, encontrar rigor y compromiso es un placer, y más, cuando acompaña al talento.

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Los viajes del viento, 2009

Christian Mejía

Productor de Gato Verde Films

Ciro Guerra es oriundo de Río de Oro, un pequeño pueblo del sur del Cesar, una zona que, aunque técnicamente costeña, tiene una idiosincrasia muy particular que hace a sus habitantes 'cachacos entre costeños pero costeños entre cachacos', citando las palabras de un amigo que supo definir muy bien su condición. Esto puede ser una bondad; existe un equilibrio que permite estar inserto y no en ambas cosmovisiones. Esto permea por completo una de las películas del director, Los viajes del Viento.

Ambientada en 1968, cuenta la historia de Ignacio Carrillo, un viejo juglar que hace su último viaje, atravesando la Región Caribe colombiana, desde Majagual hasta el desierto de la Guajira, para devolverle a su antiguo maestro un legendario acordeón y no volver a tocar nunca más. El viaje lo hace acompañado de Fermín, un joven que quiere seguir sus pasos.

Esta película es, ni más ni menos, el viaje del héroe en una road movie a paso de burro. Y aunque podría sonar jocoso, este es precisamente el gran acierto del filme: el acertado tratamiento de lo local. Y es que Los Viajes del Viento es una seria exploración estética y ética del caribe, que nos presenta la región mucho más allá del lugar común fruto de imaginarios regionalistas. Con una cuidadísima y preciosista fotografía de Paulo Pérez, hace una exploración de una región visualmente hipnotizante que se permite contemplar y ser contemplada, en donde sus personajes están lejos del cliché del caribeño del jolgorio y la explosión de alegría. Allí, Ignacio y Fermín demuestran que se puede sentir melancolía y ser reflexivo en esta región de mar y sol.

Quizás esto se deba a que Guerra es lo suficientemente costeño para explorar con decoro la región y lo suficientemente cachaco para mantener la distancia.

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La sombra del caminante, 2004

Julio Lara

Crítico de cine

Pasaje a 500 pesos. El valor aumenta diez veces solo cuando le duele la espalda al silletero. Porque ‘La sombra del caminante’ (2004) es un relato de penitencias, de culpas por expiar, cargando el peso ajeno. La ópera prima de Ciro es como un abrazo de paz en tiempos de guerra, centrado en dos hombres cruzados por el azar en las calles de Bogotá. Ellos emprenden el reto de lidiar con mucho más que con la gravedad a sus espaldas. Mañe, lisiado y venido a menos en su economía, encuentra en un anónimo y curioso personaje el espejo de la memoria que ambos comparten con quienes lo han perdido todo en un conflicto encarnizado donde todo se ha perdido. Aspiran a una liviandad emparentada con la calma, despojados de recuerdos, de polaridad y enfrentamiento. El relato, contado en el mismo blanco y negro homogéneo de su más reciente trabajo, es a su vez una selva intricada de sentimientos. Nadie está exento; todos cargan algo en la jungla de cemento. Todos somos, de algún modo, silenciosos silleteros esperando el cambio del semáforo.

A finales del 2004, cuando Barranquilla se encontraba por primera vez con un largometraje del hoy nominado al Óscar en la Cinemateca del Caribe, ya el Festival Video Joven, Cine a la Calle y el Salón Internacional del Autor Audiovisual habían sido testigos de su semilla en corto. Alma (2000), un juicioso ejercicio de género fílmico en 16 minutos, allanaba la senda hacia la madurez narrativa de Guerra. De la mano de Cristina Gallego (firme productora, esposa y cofundadora de Ciudad Lunar Producciones) y del memorable cineasta Jaime Osorio, ‘La sombra del caminante’ vería la luz en San Sebastián, Cartagena, Huelva, Trieste, Toulouse, Mar del Plata y Santiago, siendo además la primera gran apuesta del país por su carrera al ser propuesta para los Premios de la Academia 2006, en la misma categoría a la que hoy aspira ‘El abrazo de la serpiente’ (2015). Recordamos a César Badillo e Ignacio Prieto encarnando la búsqueda de una redención que hoy por hoy es la de un cine patrio escudriñando su lugar entre las luces, lentejuelas y alfombras del ‘showbiz’ internacional.