'En Barranquilla me quedo'. Sin duda alguna la oración con la que los mismos nativos, y algunos extranjeros que pasan por estas tierras, definen el sentimiento por una ciudad que los acoge con su rica cultura, su calor, su música, su gastronomía y su gente.
EL HERALDO contactó a cinco internacionales que han conocido el sabor de La Arenosa y que han vivido en ella. También a otros que tomaron la decisión de radicarse en Barranquilla.
Entre ellos una mexicana, un francés, un español, una ucraniana y un filipino. Todos estos hijos adoptivos de la ciudad concuerdan en que la calidez, amabilidad y alegría de los barranquilleros fue lo principal para ellos sentirse como en casa y no olvidar nunca esta ciudad.
Ana Vega, mexicana
Desde que me bajé de aquel avión sentí todo lo cálido de Barranquilla, y no fue simplemente el clima, sino el calor humano, aquella calidez con la que la gente te recibe siempre, tan feliz y llena de vida. Es imposible no tener una sonrisa en un lugar tan vivo, donde haces amigos yendo a cualquier lugar. La primera frase que escuché y que marcó mi estancia fue, sin duda, ‘En Barranquilla me quedo’.
A la semana de vivir allá, ya había comprendido y vivido por esa frase, pues desde que llegas todo es tan colorido. Su música es tan pegajosa que desde el primer instante te sientes ya parte de esa cultura tan viva, contagiosa de felicidad, baile, risa y aguardiente. Aún saboreo un chuzo desgranado con mi respectivo jugo de maracuyá o arroz de coco con agua de panela. Nada como bailar salsa, ver bailar mapalé o escuchar vallenato una noche. Siempre hay algo que hacer en Barranquilla. Te abraza y no te suelta. Es como es, un sinfín de buena vibra. Fue mi casa por seis meses, donde aprendí sobre su cultura y viví como una de ellos.
Steven Goudjo, francés
En julio de 2014 empecé mi intercambio de un año en la Uninorte de Barranquilla. Me enamoré de esa ciudad, donde el calor te puede matar, pero encanta. Lo que me más gustó fue la gente, los costeños, son sociables y felices. Pocas veces he visto tanta calidez y tanta alegría de vivir. Los barranquilleros son muy amables, divertidos, educados, y siempre estaban dispuestos a ayudarme.
En B/quilla hice amigos que ahora hacen parte de mi vida y de mi familia. El ambiente en general también me gustó. No hay estrés allá, todo es más lento, como si el tiempo se detuviera para que disfrutaras más. Y su música me mueve el corazón. Aprendí a bailar la salsa, el vallenato, dos o tres pasos de mapalé y de cumbia. Todavía sueño con la comida sabrosa de allá: los chuzos desgranados, las salchipapas, el arroz con coco, el sancocho, los arepas, los patacones, las butifarras y los jugos naturales. El Carnaval fue para mí fue lo mejor. Ofrecen una bonita vista de su cultura, la música, los mitos y leyendas. Me encantó ver gente tan orgullosa de su equipo local y que me pusieran a gritar por un gol del Junior.
Javier Júlvez, español
Afortunadamente hace 10 años encontré en Colombia el amor y una nueva forma de vivir. Desde hace 6 decidí con mi mujer, Zoraida Martínez, vivir en el país y, luego de visitar varios lugares, escogimos radicarnos en Barranquilla. A primera vista lo que me hizo elegir esta ciudad fue su gente. Desde el primer momento nos sentimos muy acogidos y como si ya estuviéramos en casa. Hace un tiempo tuvimos la suerte de conocer Puerto Velero, donde comenzamos un sueño llamado Marina Puerto Velero, que logramos gracias al apoyo de familiares y amigos.
Desde allí estamos orgullosos de contribuir en nuestra medida al desarrollo del Atlántico y de Barranquilla. Soy un amante de la cocina y me gusta una buena comida acompañada de un bien vino. Por suerte, aquí tenemos excelentes restaurantes a los que podemos ir. Quiero agradecer a los barranquilleros por hacerme sentir ‘quillero’ y por acogerme.
Iryna Zhyrun, ucraniana
Tengo nueve años de estar viviendo en Barranquilla y de trabajar como docente en la Uninorte. Mi primera impresión de la ciudad fue que era muy verde y con una biodiversidad enorme. Tiene un ambiente acogedor, no parece una metrópolis. Las carreteras son angostas, muchas calles con movimiento en un sentido, con barrios de casas grandes y pocos edificios. Las distancias son bastante cortas comparadas con las ciudades del mismo tamaño en mi país. También es la ciudad de la diversidad gastronómica: la primera vez que probé comida árabe y asiática fue aquí.
Los barranquilleros pueden darse lujo de no cocinar los domingos y no se imaginan este día sin arroz chino para toda la familia. También pueden gozar de los servicios a domicilio gratis, lo que puede ser inimaginable en Europa. Quisiera verla con más árboles que dan sombra, más inclusiva para todos, con mejores servicios públicos y más diversas rutas de transporte.
Willy Lanete, filipino
Ya han sido 18 años viviendo en Barranquilla. Ya soy un costeño más. En esta ciudad vivo con mi esposa, que es de Santa Marta, y con mis hijos, que nacieron aquí. Soy juniorista a morir, así como ellos también. Aquí monté un negocio, es un restaurante llamado Deliasia, y allí trato de compartir con los barranquilleros la comida del suroste de Asia. Barranquilla para mí es mi vida, me gusta todo de ella. Tanto el clima como la gente, son tan parecidas como las de Filipinas.
La personas son muy cálidas y hospitalarias. Los vecinos son muy amables y nos apoyan mucho en el restaurante. La parte gastronómica es lo que mas me llama la atención, porque, insisto, es muy parecida a la cultura de nosotros. Me gusta mucho estar en esta ciudad y compartir mi cultura con la de los barranquilleros. También aprender de su música, el folclor, la alegría y la energía positiva.