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Camisones, corsés, bodies y tangas. Estos son los protagonistas de la historia de una parte del clóset femenino, que durante sus casi 100 años de existencia ha sufrido diversas transformaciones.

Además de lograr apartar los tabúes y pasar de lo recatado a lo sensual, la lencería en todas sus presentaciones se ha convertido en un símbolo de liberación de la mujer.

También, en los días más recientes, ha dado un paso a la igualdad al ‘fundirse’ con la piel de casi todas las mujeres. La firma Naja presentó una línea de brasieres y panties nude que pretende suplir la carencia de ropa interior para todos los tipos de pieles, desde la más blanca hasta la de tez negra.

Llega la lencería. El año de 1925 es la primera fecha en la que se registran prendas denominadas lencería. Para esa época, los camisones o camisolas se hacían populares entre jóvenes que se hacían llamar flappers. Estas mujeres fueron las primeras que tuvieron la intención de romper con los parámetros convencionales y lucir modernas. Amplias siluetas en algodón o seda, adornadas por cintas de flores o encaje, eran los llamados camisones.

Para 1934, las mujeres en Francia se unían a la innovación en ropa interior y crearon las bragas. Elaboradas también en algodón y seda, esta prenda tenía apariencia de largos bóxers.

En 1940, en medio de la Segunda Guerra Mundial, la ropa interior femenina continúa con la misma forma, pero pasa a ser más corta. En esa época de crisis, las mujeres británicas llegaron a usar calzoncillos y los elaboraban de la seda que robaban de los paracaídas abandonados en batallas.

Las fajas como lencería llegaron en 1950, con el fin de moldear el cuerpo de la mujer, como un reloj de arena. Esta prenda era acompañada por medias de seda, que eran unidas a ella con ligas que ayudaban a la fijación.

Para 1960, el nilon se puso de moda en Estados Unidos, y con este, los panties pasan de usarse a la cintura para ceñirse a las caderas.

Al surgir de forma oficial los movimientos feministas, la lencería deja de ser solo una prenda para convertirse en símbolo principal de la lucha contra la desigualdad de género, tal como lo registra la obra Debajo del vestido y por encima de la piel, de Diana Avellaneda.

Una de las protestas feministas más destacadas se dio en Nueva York, Estados Unidos, fue cuando cientos de protestantes mujeres botaron en galones de basura sus sostenes y panties, rizadores de pelo y hasta sus tacones, como rechazo hacia la opresión de su género.

Una de las figuras más representativas de esta década fue Marilyn Monroe, quien con sus constantes apariciones en sugerentes trajes de baño, se convirtió en el más grande sex symbol. Se pusieron de moda bañadores de talle alto, pues no se podía mostrar el ombligo, según el código Hays, que regulaba lo que se podía ver o no en cine y televisión.

Llegó la tanga. Al final de los 70 supuso la transformación de la mujer hacia la onda libre y juvenil. Allí aparece la tanga o brasilera.

La diversidad de colores y modelos de ropa interior, y la marcada sensualidad en las prendas, sugieren que esta fecha marcó el fin de la lencería recatada y dio paso a piezas provocativas. Esto se puede ver en la exposición Undressed: A Brief History of Underwear (Al desnudo: Una breve historia de la ropa interior, que actualmente se exhibe en el Victoria and Albert Museum de Londres, y que muestra más de 200 piezas que datan del siglo 18 hasta la actualidad. El objetivo es mostrar la relación entre la ropa interior y la industria de la moda.

Precisamente, para 1980, la actriz y amante del deporte Jane Fonda fue influencia de la ropa interior sensual. Ella fue de las primeras estrellas que incursionó en los videos, y en ellos mostraba sus clases de entrenamiento físico, con panties de corte alto. A partir de ese momento, este tipo de prenda se convirtió en tendencia de la ‘época de oro’ de la lencería.

Copiando ese estilo de tanga, marcas de ropa estadounidense empiezan a crear las mismas piezas, pero agregándole su firma en la parte superior. Este fue el caso de Calvin Klein, quien convirtió su propuesta en un símbolo de sofisticación.

En 2000, el Medio Oeste norteamericano impuso la ropa interior asomada en los pantalones descaderados. Con esto, aparecen las mismas tangas, pero esta vez mucho más pequeñas y con bordes en forma de hilo.

Transformaciones

Los camisones fueron el primer referente de lencería femenina, en el año 1925.

Las bragas, que tenían apariencia de largos bóxers, se crearon en Francia en 1934.

Las fajas se convirtieron en ropa interior en 1950, para moldear la figura femenina.

Para 1960, los ‘panties’ pasan de usarse a la cintura para ceñirse a las caderas. En el 70 aumenta la tendencia.

En el 2000, la cultura vaquera convirtió en tendencia las tangas con bordes en hilo.