Compartir:

Los wayuu merecen más que ver morir a sus niños de hambre. Con los problemas sociales y económicos al margen, la riqueza no se ha ido de las rancherías que pueblan el departamento más septentrional de Colombia. Prueba de esto son las diagonales entrelazadas que, desde la corona, forjan los uwomü; los sombreros que han caracterizado a la etnia durante años, pero que, por esas cosas de la moda, vienen a convertirse en tendencia sólo hasta el último año.

De uwomüs sabe bien Gary González, el único wayuu de Expoartesano con un puesto dedicado exclusivamente a comercializar estos sombreros elaborados bajo la técnica de la sarga –como se le conoce al entrelazado- con hilos planos o cintillas de paja de isii o mawisa, fibra propia de la serranía de la Makuira.

De Uribia, y con 36 años, Gary cuenta que la tradición ha marcado que sean los hombres los principales creadores de esta artesanía. 'Las mochilas y los chinchorros son trabajo de mujeres'. Sin embargo, la demanda y la precaria situación que demarca el panorama de los wayuu han ido borrando esos límites delineados por ellos mismos. 'También hay mujeres que hacen sombreros y hombres que hacen chinchorros'.

'La cultura wayuu está muy abierta a apropiarse' –prosigue-, y ahí se detiene González para contar que fue hace unos siete años que a los miembros de esa etnia guajira se les dio por subir las borlas -comúnmente usadas en las sandalias de las mujeres y en los adornos de los burros y los caballos- a la cabeza. En pleno uwomü.

Son esas bolas de colores, a primera vista, lo que concentra la mirada en el stand de Gary, uno de los más exitosos de la feria artesanal que se lleva a cabo hasta el domingo en Plaza Mayor, en Medellín. Puede que el punto de inflexión no sea claro, pero González, 'profesor intercultural bilingüe de profesión', asegura con propiedad que hace un par de años la demanda de sombreros wayuu comenzó a subir. La moda ha hecho lo suyo. Marcas de lujo del sector ‘beachwear’ –o vestidos de baño e indumentaria playera- han incorporado la prenda entre sus artículos, así como boutiques multimarca.

De hecho, la barranquillera Shakira compartió en sus redes esta semana una imagen de ella junto a su amiga Kathy Kopp en medio de las grabaciones del video de ‘La bicicleta’, en Puerto Velero, el pasado mes de mayo; y en la imagen se ve a Kopp, asesora de imagen y estilista de artistas y publicaciones internacionales, luciendo el sombrero.

También lo hizo en enero la exmodelo paisa Tuti Barrera, en las playas de Palomino, en La Guajira, y la presentadora venezolana de CNN Mariale Requena. Todas lo compartieron en sus redes sociales.

Y fue precisamente la imagen de uno de esas piezas artesanales en Instagram la que llevó a Lucrecia Díaz a acercarse al puesto de Gary, quien ha pasado de hacer cerca de 500 sombreros mensuales a duplicar la cantidad en el mismo lapso. 'Ahorita estamos muy ocupados por los encargos'. La demanda, claro, pero también la situación de los wayuu y el costo de los materiales –dice González- han logrado doblar también el precio de los uwomü.

Según el artesano, hace tres años, uno sencillo se conseguía por 10 o 15 mil pesos. Ahora, los clientes que se asoman a ese rincón de Expoartesano desembolsan $30.000 porun modelo que sólo contenga kannas, como se denominan los diseños geométricos de estas piezas, a las que hace unos 60 años se les comenzó también a teñir.

De pañerrouyaa, como las figuras que bordean los pañuelos; de ouseyya, como un par de lentes; o de molokonayaa, como el caparazón de las tortugas, se pueden conseguir estos accesorios. Si se mira con detenimiento, se podrán observar estas representaciones en las vueltas trenzadas que coronan a quien lo luce.

Las borlas

Las borlas también están de moda. Esas bolas de Miratex, como se le conoce al tejido industrial del que también surgen las mochilas, le han sumado otro atractivo al sombrero wayuu. De mochilas, llaveros y sandalias pasaron a reinterpretaciones de lujo que incluyen hasta tacones. Marcas como Aquazzura y Sophia Webster se han apropiado de este símbolo indígena para adornar sus creaciones; pero las borlas siguen al servicio de los wayuu para mostrar más de su repertorio manual.

El colorido de este aderezo llama la atención, sin duda. 'Es un valor agregado, y como todo producto, se hace moda'. Así zanja el asunto Gary sobre la razón por la cual sólo hasta ahora se populariza el sombrero. Porque antes, la gente ni siquiera sabía que los wayuu hacían de éstos. Eso es lo que dice él. 'Solo lo usábamos allá en La Guajira. Hace seis años, cuando fui por primera vez a Expoartesanías, en Bogotá, no conocían el sombrero wayuu'.

Ya la moda, o las redes, o las dos, se encargaron de ponerlo en el radar. Por eso es que en su comunidad Kaparala, del clan Siijuna, del corregimiento de Siapana, en el municipio de Uribia, muy pocas mujeres se dedican al chinchorro. 'Somos al menos cien familias tejedoras de sombrero wayuu'. Cientos de personas haciendo nacer uwomüs, hombres y mujeres por igual –como un guiño a la igualdad-, mostrando la mejor cara de una comunidad que ha visto morir, en lo que va corrido de este año, 38 niños por desnutrición. Ver los sombreros lucidos en todo el mundo, exportados hasta Europa, los hace un poco más felices en medio de todo. Al menos eso dice Gary.