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Como buen argentino, Eduardo Sacheri es un enamorado del fútbol. Y aunque en su más reciente obra, que le ha dado el privilegio de ganar el Premio Alfaguara de Novela –uno de los más prestigiosos galardones en el campo literario– no toque expresamente el tema del balompié, no puede dejarlo de lado del todo.

Aunque ahora, con su nueva obra, se ha graduado como novelista consumado, la virtud del buen escritor ya se le notaba en sus cuentos de fútbol. La noche de la Usina, que le ha valido el premio, es una reivindicación de los perdedores, la revancha de la historia. Un argumento que bien podría imponerse en una futura pieza literaria, con un claro protagonista: el Lionel Messi perdedor, con tres torneos internacionales apenas acariciados, idos ante su vista.

Sacheri, guionista de la oscarizada El secreto de sus ojos, estuvo la semana pasada en Colombia, y reveló a EL HERALDO que Messi, sin su manto de perfección, se acerca más a la idea literaria que tiene de sus personajes. Bien podría convertirse en uno.

¿En qué momento nace un cuento o una novela? ¿La intención es previa o la misma escritura va decantando?

Yo creo que es en el momento en el que uno va pensando la historia. En mi caso, las historias arrancan con una imagen, se me ocurre una imagen que me ayuda. Fuerte, lo que me impacta de algún modo, y luego empieza a completarse con otras imágenes, hacia adelante y hacia atrás. Si son muchos los personajes y si es largo el tiempo transcurrido; si hay matices en la historia, si va a tener cambios diversos, y si ves que van sumándose, eso es una novela. Y si en cambio son pocos los personajes, si el impacto es uno solo, central, hacia lo que uno va a contar, es un cuento. Yo diría que la construcción mental de la historia es la que termina definiendo que sea uno u otro.

¿‘La noche de la Usina’, fue pensada desde el comienzo como una novela?

Esta novela se relaciona con otra novela anterior, que se llama Aráoz y la verdad. No la publiqué en Colombia sino en Argentina y en otro país, que transcurre en el mismo pueblo, O’Connor, y repite algunos de los personajes. Y cuando estaba en aquella escritura, a mí me quedaron como deseos de regresar a esa geografía y a esas personas. Había como un germen de alguna otra historia que podía ser contada con respecto a ellos, que era esta de La noche de la Usina, entonces desde la gestación misma yo sabía que era una novela.

Hay una inmersión total del mundo argentino alejado de la ciudad. ¿Buscaba acercarse a esa Argentina que pocos conocen?

Tiene un poco que ver con el lugar de la Argentina de donde yo soy, al que pertenezco, un pueblo que dista unos 40 kilómetros de Buenos Aires. Ese lugar al que yo pertenezco, como en los márgenes de la ciudad, tiene una doble mirada. No soy de una zona rural, pero tampoco soy de la gran ciudad. Me gusta poder mirar hacia ambos lados, aunque en general mis historias habitualmente no se centran en la gran ciudad, sino que se asientan más en los tugurios, o en el pleno campo, que termina pareciéndose más a mi región; no tanto por el campo, porque no es tan rural y de menos campo que O’Connor, pero sí es cierto que se parece más en lo humano, en estos lugares donde uno conoce a la gente alrededor y donde la escala de los vínculos es una escala de proximidad, de cercanía. Ese fue el motivo central de ese tipo de escenas.

No busco otra cosa cuando escribo que hacer verosímil ese mundo. No es que yo me proponga que los lectores lejanos a la Argentina conozcan cómo es una cena navideña en mi país, no. No intento planificar tan hacia adelante. Serían demasiadas cosas a tener en cuenta.

Su personajes tienen la particularidad de que no solo se los imagina el lector, sino que puede esperar algo de ellos. ¿Cómo encuentra el equilibrio personaje-argumento?

La respuesta es no sé. Creo que no va a quedar bien esto (risas). Tal vez te pueda contestar desde los momentos de la construcción. Primero, trato de organizar la trama, los sucesos, qué sucede. Luego le dedico un largo tiempo a trabajar haciendo personas. Hay cierta literatura, sobre todo en la tradición anglosajona, muy trabajada desde la trama, en lo que sucede, pero los personajes son más bien planos, no parecen personas. Lo que hacen es que están es supeditados exclusivamente a ser funcionales a la trama. Yo creo que nosotros no somos así, los seres humanos. Tenemos matices.

Me parece que luego del primer momento, de tener clara la trama, es importante este segundo momento de explorar lo humano hasta cierto punto, porque si uno se deja ganar por esa segunda cuestión, corre el riesgo de que la historia se haga demasiado lenta y pierda interés en lo que se está leyendo.

El personaje de Arístides tiene ciertos tintes del Melquíades de ‘Cien años de soledad’. ¿Fue un referente consciente?

La verdad no lo hubo, pero hace muy poco tiempo tuve que releer las primeras cinco páginas de Cien años de soledad, y cuando me encontré con ese lugar de los gitanos vendiéndole los imanes a Buendía, me acordé de eso de los gitanos con su carpa a las afueras del pueblo y, no sé, a lo mejor hubo algún rebote porque es un libro que me acompaña hace muchos años.

En este caso, el prólogo que tiene la novela lo escribí porque me estaba costando mucho decidir cómo empezar a contar esta historia. Inventarme un maestro de ceremonias de circo que (…) encontrase la manera de capturar la atención del auditorio era mi deseo como escritor de capturar la atención, mi deseo frustrado.

‘La noche de la Usina’ es una obra sobre la revancha de los perdedores. La Selección Argentina y Messi, en este momento, están de ese lado de la historia. ¿Se animará a escribir al respecto?

Puede ser, pero tendría que pasar un tiempo. De hecho, cuando se produjo esta renuncia de Messi, me bombardearon con preguntas distintos medios argentinos, pero yo me mantuve en silencio precisamente porque acaba de suceder y necesito tomar distancia. Es posible que dentro de unos años me surja algo. Lo que sí ya te puedo comentar es que siempre parecía que la figura de Messi era poco literaria desde el punto de vista de que era todo tan perfecto… su vida, sus acciones y la consecución de sus metas, que parecía sin lugar para la literatura en el sentido de que siempre uno, cuando cuenta, cuenta algo que falta, y Messi parecía tenerlo todo.

Pero en estos días quedó en evidencia que tiene un gran sueño incumplido, una gran frustración. Así que ya lo empieza a convertir a Leo en un personaje literario. Si no yo soy, seguramente alguien podrá aprovechar esa parte de la historia.