Cien ventiladores de techo se posan sobre la parte superior de la estructura arquitectónica del Altar de la Patria, conocida históricamente por ser el lugar donde reposan los restos del libertador Simón Bolívar, en Santa Marta. La intervención a gran escala, una instalación y una serie de dibujos en papel componen la obra del artista Carlos Chacín.
El Museo Bolivariano de Arte Contemporáneo acoge hasta septiembre un diálogo entre distintas formas de arte plástico, que trajo desde París a su tierra natal, Chacín. El intrépido samario realiza instalaciones en gran formato que aluden a temas como el viaje y la violencia, desde que la chispa del arte se le despertó en la Academia Nacional de Bellas Artes San Alejandro, La Habana, donde estudió.
Ha exhibido su trabajo en diversas galerías, museos y espacios alternativos de países como Colombia, Venezuela, Cuba, Italia y Francia. Y esta vez regresó a su país a rendir homenaje al libertador del pueblo de América latina con ‘Dejen que soplen’.
Entre líneas. Así le llamó Chacín a la instalación a cielo abierto a 25 metros de altura; que llega hasta la sala Armando Villegas, donde se complementa con dibujos de pequeño y mediano formato, y una escultura modular elaborada en caucho que representa la estructura biológica del mangle.
La forma rizomática de esta planta es su inspiración, que dan la sensación de estar vivos por unos rodachines que incorporó en la base de los mismos. 'Esta pieza tiene que ver mucho con la actual problemática de los perjuicios medioambientales que vive la ciénaga grande de Santa Marta, donde el artista estuvo trabajando por varias semanas', cuenta Jaider Orsini, curador de la exposición.
La ciénaga casi 50 años después se viene recuperando de los daños que sufrió tras la construcción de la vía inicial que comunica a Barranquilla con Santa Marta y otras ciudades del Caribe. Ahora con el anuncio de la doble calzada se revive el episodio de desplazamiento del ecosistema natural y de las condiciones sociales de las comunidades que viven dentro y alrededor de ella.
'La ciénaga es un territorio muy íntimo porque mi familia ha vivido en él desde que tengo uso de razón. Me he apropiado del mangle porque es el elemento natural más fuerte y visible de la ciénaga, es el que mantiene el equilibrio natural y social de la misma', explica Chacín.
Y agrega que el mangle es esa representación biológica de la cultura del que las comunidades han aprendido formas de vida -la construcción de las viviendas, preparaciones medicinales- y teñido para la conservación de redes de pesca y prendas de vestir. 'La gente relaciona el desplazamiento de la ciénaga con el caucho de las llantas que pasan día a día sobre la carretera, por eso quise hacer las formas de los mangles en caucho', dice.
Las piezas de la exposición operan en la noción de antimonumento. Y aunque reflexiona sobre la problemática medioambiental, el cambio climático, el desplazamiento del ecosistema natural en la ciénaga grande, no deja de ser una obra de carácter político.
El ventilador en Colombia tiene connotación de denuncia y en el Caribe está relacionado como el elemento que mitiga las altas temperaturas. 'En ese sentido, Chacín piensa en el medio ambiente en distintas dimensiones.
Objetos inertes que representan formas orgánicas y situaciones paradójicas como el hecho de que cien ventiladores se encuentran al aire libre intentando ser movidos por el viento sobre un lugar que simboliza la libertad', expresa Orsini.