El 30 de septiembre de 2012, una de nuestras periodistas, Rosario Borrero, acompañó a Juan Gabriel durante la celebración de sus 40 años de carrera artística y lo siguió en uno de los conciertos que realizó en Guatemala, en el marco de la gira por América Latina, realizada por el ‘Divo de América’ como parte de su aniversario profesional.
EL HERALDO les comparte la publicación que realizó en ese entonces en motivo del artista mexicano.
A las 9 y 30 de la noche de ese sábado, el estadio Cementos Progreso de Ciudad de Guatemala enmudeció, cuando las luces se apagaron intempestivamente.
De pronto, en medio de una nube de humo artificial, emergió del fondo del escenario la figura voluminosa de quien es considerado hoy el más grande artista vivo de México, y uno de los cuatro más importantes – José Alfredo Jiménez, Armando Manzanero y Agustín Lara son los otros– en la historia musical de ese país tan unido a Colombia en materia de cultura popular.
Vestido con un traje tres piezas en raso, todo en tenue azul cielo –salvo la camisa blanca con lazo en destellos plateados– el artista, que anda de gira celebrando sus 40 años en la música, interpretó con toda la frescura del caso el que fue el primer gran éxito de su primer trabajo discográfico en 1971: No tengo dinero. Caminando con gracia y coquetería de un lado a otro del escenario, entonó la célebre estrofa inicial 'Voy, por la calle, de la mano, caminando con mi amor…', mientras el público estallaba en júbilo y cantaba a la par.
Para los asistentes, fue apenas el arranque de una noche memorable en la capital guatemalteca. Pero para quien esta nota escribe y para la reportera gráfica fue el cierre con broche de oro de una aventura que se había iniciado 24 horas atrás, cuando empezamos a seguir los pasos de Alberto Aguilera Valadez, conocido en el mundo artístico como Juan Gabriel, y en el plano afectivo como El Divo de Juárez.
La meta era ver al artista en vivo y dar cuenta de su show, el mismo que veremos en Barranquilla el 9 de febrero, en el estadio Tomás Arrieta. Pero, más que eso, el objetivo era lograr acercarnos a su muy distante mundo y poder hablar con él, lo cual, afortunadamente, fue posible 15 minutos antes del concierto.
I. EL ‘SHOW’ DEL MAESTRO
Esa noche, durante casi tres horas y media, el artista de 62 años, más de 1.800 canciones compuestas, 40 trabajos discográficos grabados, 1.500 discos de oro y platino en reconocimiento, 8 mil presentaciones en el mundo y más de 150 millones de discos vendidos, mantuvo embelesados a los asistentes con su espectáculo ‘Gracias por cantar mis canciones’, que terminó casi a la 1 de la madrugada.
¿Cómo evitar cantar con él las canciones que hemos oído toda la vida en la radio, la TV, las serenatas, las borracheras y hasta en las noches de insomnio o desamor? Esa noche, cantar, aplaudir, gritar, reír, bailar y hasta llorar no fue solo un asunto de mujeres. No. Más de un caballero –algunos muy jóvenes y otros no tanto– se sumaron a las manifestaciones de entrañable afecto por aquel artista nacido un 7 de enero en Parácuaro, estado de Michoacán, en el centro de México, pero criado en Ciudad Juárez.
Rancheras, baladas, norte- ñas, música pop, cumbia, vals y hasta boleros hicieron parte de un repertorio, en el que se escucharon canciones de ayer, hoy y siempre, y que están en la memoria de todos. Entre ellas No tengo dinero, Fue un placer conocerte, Siempre en mi mente, Con tu amor, Hazlo por mi corazón, No me vuelvo a enamorar, Que seas muy feliz, Te voy a olvidar, Te pareces tanto a mí, Se me olvidó otra vez, Estoy enamorado, El Noa Noa, Así fue, Costumbres, Yo no nací para amar, Lloviendo está, Otra vez, Caray, y Amor eterno, y otras más.
Juan Gabriel llegó a Ciudad de Guatemala casi 30 horas antes del show de aquella inolvidable noche. Arribó en su avión privado, acompañado por 35 de sus 50 músicos, entre quienes se contaban los de su orquesta, el mariachi y 3 de los 10 chicos que le hacen coro, además del personal técnico, su maquillador, cocinera, camarógrafos, abogado y su equipo de seguridad, más los 10 mil kilos de carga de sus instrumentos musicales.
En esta gira que adelanta por América Latina, y que anoche lo llevó a Lima, Perú, lo acompaña además, Iván, su hijo de 24 años, un joven apuesto, muy espigado, quien viste siempre muy formal y elegante. Se trata de uno de los cuatro hijos que, según cuentan sus allegados, el artista tuvo mediante el método de fertilización in vitro, y no a través de la adopción, como siempre se rumoró.
Desde hace un año, Iván ejerce como mánager, en reemplazo de Jesús, abogado y contador del artista, quien también hace parte del equipo.
El piso 16 del Hotel Intercontinental Real Guatemala siempre estuvo resguardado por los escoltas del artista, mientras que el lobby del hotel también estuvo discretamente resguardado. Desde el crimen en esa ciudad del cantautor Facundo Cabral el año pasado, y dada la inseguridad reinante, la protección a los artistas se ha convertido casi que en asunto de Estado.
El mismo día del espectáculo, a eso de las 11 de la ma- ñana, mientras sus músicos y técnicos se dirigían al estadio para una prueba de sonido, un despliegue de seguridad en el lobby y en las afueras del hotel anticipó que el cantautor saldría de compras, como acostumbra a hacerlo en cada ciudad que visita, de la que por lo general se lleva cantidades de artesanías para decorar sus casas en Cancún, Monterrey, Guadalajara, el Distrito Federal o Miami, donde tiene propiedades. Sin embargo, Al artista lo acompañan una orquesta y un mariachi fuera de serie, que al final unen sonidos. Víctor Martiñón maneja los micrófonos inalámbricos. Con la empresaria María de los Ángeles Chapman. El artista exige una mesa con agua, vino y jugos de nopal, apio o frutas. Los extraordinarios coristas Mayela, María y Salvador, cuya esposa es colombiana. En primer plano Guillermo Hernández, director del mariachi, durante la prueba de sonido. Juan Gabriel no salió, pero en cambio sí lo hicieron su cocinera, camarógrafo, estilista y asesora personal, quienes le compraron muchas telas y artesanías en la Antigua Guatemala, según contaron.
III CURIOSIDADES
En el estadio Cementos Progreso la prueba de sonido se extendió por casi 4 horas, bajo un sol inclemente. Allí las órdenes corrieron por cuenta de los jefes de sonido, mientras los directores de la orquesta, el nicaragüense César Benítez, y del mariachi, el mexicano Guillermo Hernández, revisaban el acople de instrumentos y voces. Aunque de lado y lado hay músicos muy jóvenes, llamó la atención que muchos de los integrantes del equipo tienen 10, 20 y hasta 30 años de estar trabajando con ‘El divo’.
'Es que don Alberto es muy buen jefe. Si no fuera así no duraríamos tanto con él. Es un gran señor', aseguró Rigoberto Gómez, trompetista del mariachi, quien resaltó que el trato entre ellos es de 'usted', siempre muy respetuoso.
Para resaltar, el rol de Salvador Mundo, un mexicano que le hace coro al artista, y quien tiene exactamente su mismo tono de voz. Tanto, que es quien se encarga de probar y dejar cuadrado el micrófono que utilizará el artista. Escucharlo a él es como oír al propio ‘Juanga’ y entonces siente uno que es como la cuota inicial de lo que será un gran show.
Una antesala similar a esta será la que se vivirá aquí en Barranquilla el Sábado de Carnaval del próximo año, cuando este intérprete, compositor, arreglista y productor se presente por primera vez en esta ciudad, en el estadio Tomás Arrieta, adonde lo trae el empresario Enrique Chapman.
En la entrevista que ofreció a EL HERALDO (y que publicaremos después), minutos antes del concierto –hacía 10 años que no daba ninguna– Juan Gabriel prometió una noche inolvidable: 'A Barranquilla iré con mucho amor, sentimiento y lleno de sorpresas'. Y no nos quedan dudas de que así será.