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Una novela, dos libros de cuentos, una película y muchas columnas. En 46 años, fue más para un común denominador mas poco para un prometedor pensador. Pero fue suficiente para convertir al personaje de cabellos largos y sandalias calzadas en una especie de mitología del Grupo Barranquilla, de quien todos conocen su nombre y muy pocos su arte: Álvaro Cepeda Samudio.

Su andar multifacético se ‘llevó por delante’ una monótona escritura para innovar con letras y para contar con cine; pero un cáncer lo privó de llevar la experimentación del arte a una completa materialización fácil de encontrar. Por eso, casi 44 años después de su muerte, solo queda apelar a la memoria para escarbar entre su vida y figurar sobre lo que no alcanzó hacer en ella.

O eso se propuso el Museo de Antropología de la Universidad del Atlántico (Maua), que inauguró ayer un viaje en los tiempos antes y durante el Boom latinoamericano, en la exposición itinerante: Samudio, el cuentista. Hasta noviembre estará abierta al público, de forma gratuita en la Facultad de Bellas Artes, el recorrido por la vida del escritor barranquillero.

'En el programa Fiesta de las Lenguas quisimos reconocer a uno de los literatos más importantes del Caribe colombiano, quien como cuentista, periodista y cinéfilo representa una estampa ineludible en la narrativa y el periodismo nacional', cuenta Álvaro Martes, director del Maua.

Una fina pluma caribeña

En tierras bañadas del mar Caribe nació el 30 de marzo de 1920 el ‘Nene’ –como era conocido Cepeda Samudio-, en el hogar del político Luciano y su esposa Sara. Pero antes de su nacimiento y el de sus papás, su destino ya estaba marcado, en su abuelo, Abel Cepeda, un escritor político, autor de la columna Sketches del periódico Nacional y fundador del semanario local Ensayo.

Iba consolidando desde pequeño un quehacer creativo al que poco después llegaría el cine; pasión cultivada en el Teatro Rex, en el que trabajó como acomodador.

Sus primeras colaboraciones periodísticas fuero en las páginas Juventud Liberal en El Heraldo, en 1944. Un año después ingresó al Nacional con la columna En el margen de la ruta. Ya ese camino periodístico destapaba un espíritu renovador, que encontró en las crónicas una idea vanguardista para los diarios tradicionales.

Pero sus años de majestuosidad literaria vieron la primera luz en el Grupo Barranquilla, que vio entre ‘frías’ largas discusiones entre intelectuales: Gabriel García Márquez, Alejandro Obregón, Orlando Rivera, José Félix Fuenmayor y otros más.

De ahí salieron un sinnúmero de reportajes, cuentos, historias y guiones cinematográficos con un estilo identificablemente caribeño.

Poco a poco creó una narrativa única y un particular uso del lenguaje. La casa grande (1962) es considerada una ruptura de la tradición de realismo y naturalismo de la literatura colombiana de la segunda mitad del siglo XX, y un 'experimento arriesgado por la estructura fragmentada y un poco dispersa que tanto se parece a la de los recuerdos'.

Su corto portafolio incluye también los libros Todos estábamos a la espera (1954) y Los cuentos de Juana (1972). Y la película La langosta azul (1964) donde también participaron el pintor Enrique Grau Araújo y el español Luis Vicens. Hasta figura el famoso y vigente eslogans Águila, sin igual y siempre igual.

Su historia es interminable de contar, pero el MAUA la recuerda en fotografías, textos de sala y videos. Además de actividades académicas y lúdico-creativas para todo el público.