'Como el deseo, las apetencias o los delirios, el amor es una aventura ilógica (…) Promete permitirnos dejar de ser quienes somos, pero a cambio de que de regreso caigamos tendidos dentro de nuestros propios límites'.
Con esas primeras frases del introito de Amor, delirio y redención, el filósofo Roberto Palacio adentra al lector en sus propias reflexiones amorosas, que ponderan al tiempo que critican las formas excéntricas que asume el amor en 10 crónicas reales, que le llevó seis años terminar de escribir.
Amores torpes, iracundos, tiránicos, bañados en el dinero, rotos por la vida misma o la falta de pericia de los amantes. De eso se trata el último libro del docente de la Universidad de los Andes, quien en un lenguaje franco a la vez que afectivo, deja los textos subidos de tono de ‘Sin pene no hay gloria’ o de ‘Pecar como Dios manda: historia sexual de los colombianos’.
Y sin pretensiones filosóficas y lejos de ser otro texto de autoayuda, Palacio intenta repensar las concepciones erróneas sobre el amor de una sociedad que ha preferido las balas antes que los abrazos; en otra simple narración literaria.
p ¿Cuáles son esas concepciones erradas sobre el amor?
r Sobre todo la del amor romántico, que viene de la época victoriana, y que ha hecho que muchas historias de amor hayan fracasado. Ese concepto trae ideas, por ejemplo, de que en el amor no importan las pequeñas cosas sino los grandes elementos que nos unen. O de que si consigo el amor de mi vida puedo hacer cualquier cosa, me descuido de mí mismo y de la relación que tengo; en este punto solemos decir: 'si la otra persona me quiere, que me aguante', y así viven muchas personas. O de que cuando las personas se enamoran creen que deben ser comprendidas totalmente por el otro, incluso sin hablar.
p Si el amor romántico choca con la realidad, ¿cómo sería la realidad del amor?
r Yo creo que hay varias consideraciones por hacer. Primero, hay que empezar por reconocer que somos muy malos comunicadores. Segundo, que la persona a la que amamos sigue siendo un ser independiente, no ha sido totalmente absorbido por mí, ni debe serlo, porque cuando eso pasa el otro desaparece y deja de ser un interlocutor válido para mí. Yo creo que podemos tener amor de una manera más fructífera si no caemos bajo el hechizo de alguna de esas ideas.
Una de las cosas más difíciles para los amantes que no se reconocen bajo esa concepción romántica del amor es sobrevivir a la relación. Porque una cosa es el amor y otra la relación. Para que las relaciones prosperen se necesita más que amor, entre ellas una dosis de lealtad entre las personas, fraternidad y amistad.
p Nos han vendido la idea de que el amor mueve montañas. Pero si vivimos esas falsas concepciones, ¿podría el amor mover el mal?
r Yo creo que el amor sigue siendo lo más importante que caracteriza nuestras vidas. Como lo describe el libro El arte de amar, de Erich Fromm, el amor es una especie de delirio, pero sin resaca, que nos mueve a cosas buenas en la medida que nos permite transformar nuestra realidad. Lo que creo es que hay que dejar de ver en el amor un aspecto salvador de la vida, que cuando somos salvados por un príncipe azul o una princesa todo adquiere sentido; esa es una concepción muy equivocada de lo que son las relaciones.
p ¿El concepto del amor es hoy diferente al que describían filósofos como Platón?
r Ciertamente. Para los antiguos griegos el amor era una cosa muy distinta, comprendida por una diversidad de relaciones, como la hermandad entre compañeros de armas, o entre un pupilo y un maestro, o en el sentido pasional. Hoy hemos reducido el amor a esta última. Este libro trata de iluminar muchos aspectos del amor desde la filosofía.
El amor es un fenómeno muy complejo, la mayoría de nosotros no comprende ni es responsable de la gente de la cual se enamora; y las mismas preguntas que nos hacemos hoy se las hace la humanidad desde hace más de 2.500 años. Hay una idea falsa de que no se pueden generalizar experiencias, cuando uno hace la investigación lo que surge es que somos muy parecidos en nuestras formas de querer. Yo espero que el libro sea un espejo que se pone en la cara del lector.
p ¿Resume en las diez narraciones del libro esa complejidad del amor, o queda tela por cortar?
r No, todavía hay cosas por decir, como en cualquier tema no dogmático. Pero serán las nuevas generaciones las que le añadan nuevos capítulos a la historia del amor. Lo interesante es que están abiertos, siento yo, a lo que tiene que decir el amor, porque llevamos mucho tiempo hablando sobre la guerra. En el epígrafe del libro retomo la primera frase de José Eustasio Rivera en La vorágine: 'Antes de que me apasionara por mujer alguna, jugué mi corazón al azar y me lo ganó la violencia'. Ese creo que es el resumen de la historia de Colombia más verídico, preferir matar antes que amar.
Amor, delirio y redención llega en un momento apropiado, en medio de un proceso de paz ante el cual no hemos sabido dejar atrás el odio, pero en el que hemos encontrado otros lenguajes para decir que nos queremos. Espero que mi libro sea un aporte para que nos pensemos como una sociedad que genera lazos de amor.
p ¿Qué tanta ficción hay en cada una de esas historias?
r Está directamente relacionado con mi propio concepto sobre la diferencia entre ficción y no ficción. Mi posición teórica es que no hay una diferencia marcada, ambos son parte de un mismo gran género que cobija la literatura. En la ficción el personaje intenta mostrar que el mundo irreal, creado por el autor, es cierto. En la no ficción ese personaje trata de mostrar que ese mundo es propio de la fantasía. En este libro todas las historias son reales, solo cambié fechas, nombres y escenarios, básicamente para que las personas involucradas no sepan que son ellos.