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Con una gorra cubriendo sus canas y sus usuales camisetas azules, cerca al viento de la mar en Puerto Colombia, es recordado Luis Ernesto Arocha Osorio, pionero del cine experimental colombiano de los años 60. Fue allá donde el azar –al que le rezaba cada mañana– le encontró una caída en su domicilio que le quitó la vida la madrugada del lunes.

Así –más común y menos de película– se fue el último sobreviviente del Grupo Barranquilla, del que sobresalen figuras como Álvaro Cepeda Samudio, Gabriel García Márquez, Alfonso Fuenmayor, Germán Vargas Cantillo, Alejandro Obregón, Nereo López y Cecilia Porras. 'Él era el más joven, indudablemente, de esa camada de intelectuales y artistas que se reunían en La Cueva', cuenta Eduardo Márceles, escritor y crítico de arte.

Dentro de esa ‘camada’, Arocha fue reconocido por sus aportes a la cinematografía del Caribe, pero su camino comenzó en un rumbo distinto, aunque no distante de las bellas artes. Se graduó de Arquitectura en la Tulane University de Nueva Orleans, Estados Unidos, en 1953. Aunque para ese entonces sus hojas en blanco se llenaban de los primeros escritos de guiones, en vez de planos técnicos.

Fue en esa época de estudiante cuando creó su primer y último personaje, un vampiro tropical que se alimenta a plena luz del día, de flores. En los entonces años sesenta Arocha rodó ese tercer corto al que tituló Motherlove, que junto a otros de sus primeros trabajos desapareció entre mudanzas y viajes.

Vea aquí: ‘La Ópera del Mondongo’, una de las obras más importantes de Luis Ernesto Arocha

Apelando a la nostalgia de esa época, el año pasado estrenó la que sería su última película, El extraño caso del vampiro vegetariano, una adaptación de ese primer guión. Aquí, en 30 minutos –con la codirección de David Covo– cuenta la historia del Drácula que solo se alimenta de las flores de los cementerios. Un día, en medio de la desenfrenada recocha del Carnaval de Barranquilla, conoce a Van Helsing. Los dos personajes de Bram Stoker se hacen amigos y se encierran en un baño a fumar marihuana y oler cocaína.

En este filme –dice Covo– Arocha deja sin inhibición su magia y singularidad. 'Empezó su carrera en los Estados Unidos y cuando llegó acá sacó todos sus conocimientos y generó un impacto en el cine colombiano. Trabajar con él era fácil, porque éramos muy buenos amigos; y él era una persona muy buena', expresa el también director.

Carlos Serrato y Germán Quintero, como protagonistas de la película, conformaban un equipo de producción de 28 personas, que filmó la cinta durante ocho días de rodaje en locaciones conocidas de la ciudad, como La Troja, el cementerio Universal, el hotel El Prado, el Castillo de Salgar y el edificio García.

Pero antes de que todo esto sucediera, la búsqueda artística del cineasta tuvo sus primeros pasos un verano de 1964 en Nueva York…

Más Filmografía.

Tras la invitación de su gran amigo, el pintor cartagenero Enrique Grau, Arocha se dejó encantar por el cine experimental del genio del Pop Art, Andy Warhol, y del cineasta Stan Brakhage. Asombrado por esas invenciones fílmicas que transformaban la escena artística neoyorquina a principios de los sesenta, el barranquillero compra una cámara de 8 mm con zoom automático y filma su primera película, La pasión y muerte de Marguerite Gautier.

Desde ese momento su vida profesional y personal giró en torno a las exploraciones del cine y del video arte. Llevando las transgresiones surrealistas al contexto tropical de su ciudad natal. 'Él fue mi alivio al llegar a Barranquilla, donde nadie entendía lo que hacía, porque ya había trabajado en varias producciones. De talento enorme, de una pureza y de una creatividad sin límites, una persona muy interior en su ser', describe Sara Harb, escritora, directora y guionista.

Creó una estética propia donde convergían el humor, la ironía, la crítica social, la seducción de lo monstruoso y el ensayo conceptual y técnico. En ese camino grabó varias joyas del cine experimental colombiano como Las ventanas de Salcedo (1966), inspirada en la obra del artista conceptual Bernardo Salcedo, y Azilef (1971), un filme de ocho minutos inspirado en la escultora Feliza Bursztyn.

Entre su filmografía también se destaca La subienda (1972) que codirigió con el escritor Álvaro Cepeda Samudio. Pero su fama llegó con el documental Al mal tiempo buena cara o La ópera del mondongo (1973), producido por Bolivariana Films. La película hace una crítica social a la Barranquilla de entonces a través de su carnaval.

Con La ópera del mondongo, Luis Ernesto Arocha se hizo merecedor de un premio India Catalina del Festival Internacional de Cine de Cartagena (FICCI), y fue homenajeado el año pasado en el Festival Internacional de Cine de Barranquilla (FICBAQ).

'Fue un cortometraje que irrumpió en Barranquilla por la autenticidad de sus tomas, donde aparece el pueblo espontáneo, con imágenes vivas de la gente en Carnaval, en sus barrios, con la alegría cotidiana. Usó recortes de las noticias de los periódicos, la voz de un locutor que escuchaba la costa por la veracidad de sus noticias, Marcos Pérez Caicedo. Luis Ernesto, logró, apoyándose en lo popular, mostrar con recursos de burla la realidad social de la ciudad de los años 70, que sigue vigente en muchos aspectos', afirma la socióloga Lucero Martínez Kasab, directora de la Fundación Artística Pierrot.

Ser de luz.

Pese a lo que más se conoce de Luis Ernesto Arocha, este mezclaba su faceta de cineasta con su profesión de arquitecto, no precisamente en sus películas. Sino en el desarrollo de un arte plástico de luz. Creó una serie de objetos luminosos como globos de cristal con mariposas flotando en su interior, o frondosas hojas de cristal que brillan con electricidad, o lámparas y fuentes de agua que iluminan la oscuridad.

Les llamaba objetos de luz –comenta su sobrina Silvia Pumarejo-, para los cuales usaba materiales como el bambú y las conchas marinas, con técnica de mosaico, colores fuertes y llamativos y ambientes tropicales. Muchos fueron expuestos en museos y galerías del país.

Y fue después de hacer cine –confesó él mismo en alguna entrevista- cuando decidió hacer la primera casa. Su oficio (arquitecto) se alimentó de su pasión (cine), dice.

La pérdida de Luis Ernesto Arocha, sin duda, toca las fibras más sensibles de la comunidad cultural de la ciudad. Del colega, amigo, creativo, cineasta, arquitecto y artista no queda nada esta mañana. Porque el álter ego que impregnó el vampiro de sus primeras búsquedas artísticas -y que revivió el año pasado-, recogió su capa para siempre.

Películas

‘El extraño caso del vampiro vegetariano’

En 30 minutos, el cortometraje sigue las andanzas de un Drácula que sale a plena luz del día a alimentarse de las flores de los cementerios. Buscando una víctima para saciar el hambre de su madre, en pleno Carnaval de Barranquilla, el vampiro conoce a Van Helsing, quien asiste a un congreso de psiquiatría. Ambos personajes –invenciones de Bram Stoker– se vuelven tan amigos, que hasta se esconden en un baño para fumar marihuana y aspirar cocaína.

‘La ópera del mondongo'

Por medio del carnaval, este documental revela el estado deprimente en el que se encuentra Barranquilla, que por once meses padece la falta de agua potable, alcantarillado, transporte, medios sanitarios, etc.

‘Las ventanas de Salcedo’

Inspirado en la obra del artista conceptual Bernardo Salcedo, el autor utiliza los objetos del pintor para mostrar la diversión suave y salvaje en la sociedad que trae el amor, el sexo y la violencia.

‘La subienda’

En 19 minutos el documental muestra la famosa subienda del río Magdalena –en particular en la ciudad de Honda– desde Bocas de Ceniza hasta San Agustín. Codirigido por el escritor Álvaro Cepeda Samudio.

‘Azilef’

Una extraña obra de video-arte de casi ocho minutos en los que partes de una máquina de escribir circulan como satélites en un espacio. Inspirado en el estudio a la escultora colombiana Feliza Bursztyn.