Carlos Herrera no esperaba una casa, tampoco un carro, u otro tipo de obsequio económico, una vez falleciera su padre. La única herencia que él añoraba era un disfraz de Congo.
Su esperada adquisición le fue entregada hace casi 20 años, los mismos que lleva siendo parte de la danza del Congo grande de Galapa. 'Fue lo que me dejaron mis viejos. No me dejaron una casa, me dejaron un disfraz', compartió, luego de haber viajado un par de horas en bus desde Galapa con dirección a la Vía 40 el 25 de febrero. Sábado de Carnaval.
Ubicado sobre la calle 85 con la misma Vía 40 para desfilar en la Batalla de Flores, con su rostro pintado de blanco, llevando gafas oscuras y luciendo el vestido al que dice nunca haberle cambiado el diseño, contó sonriente que es ebanista, que disfruta trabajar a diario en un taller haciendo muebles, y que cada año piensa que no va a volver a vestirse de Congo. Eso cambia al llegar diciembre, diciéndose así mismo: '¡estoy vivo, voy otra vez!'. Ahora quiere llevar la herencia familiar de generación en generación. 'Quiero que hasta mis nietos, que ya les estoy haciendo los disfraces, no pierdan esta tradición'.