Rosario Caicedo, la hermana más cercana y cómplice que tuvo desde su niñez el escritor Andrés Caicedo, está exhausta, pero feliz.
Con motivo de la doble conmemoración que representan los 40 años de la publicación de ¡Que viva la música!, la novela mítica del autor caleño, y de la muerte trágica de éste –dos hechos cuyos aniversarios se cumplen exactamente hoy–, ella regresó a Colombia procedente de Estados Unidos, donde vive desde 1972, a fin de ponerse al frente de las actividades destinadas a celebrar la vida y la obra de su famoso hermano.
Llegó a Bogotá el 20 de febrero pasado y, desde entonces, no ha tenido un solo momento de quietud, pues la agenda que le ha tocado atender ha sido intensa. Lo que ha venido realizando es toda una verdadera gira que se inició el 22 de febrero en la capital de la República, que ha continuado por Bucaramanga, San Gil, Tuluá y Cali (donde se encuentra desde ayer), que proseguirá el próximo martes por Zarzal (Valle del Cauca) y que culminará en Popayán, donde presidirá actos entre el jueves 9 y el viernes 17 de marzo. En total, serán 24 días de gira que comprenderán 16 eventos culturales sobre las diversas facetas del genio creativo de Andrés Caicedo, entre conversatorios, conferencias, proyección de películas, representaciones teatrales, lecturas en voz alta de sus textos y recitales musicales. 'Cuánto me encantaría poder hacer también algo en Barranquilla', dice.
Rosario, quien reside en el pueblo universitario de Middeltown (Connecticut), se hallaba viviendo en New Haven, en el mismo estado del noreste norteamericano, cuando le llegó la noticia del suicidio de su hermano, ocurrido en Cali el 4 de marzo de 1977. 'No me sorprendió', admite. 'Estaba consciente de que Andrés lo iba a hacer algún día, pues él venía sumido en una crisis emocional desde hacía tres años y tenía una obsesión con la muerte'.
–¿Cuándo habló con él por última vez?
–Una semana antes, por teléfono. Lo noté mal.
–¿Percibió su cercanía al abismo?
–Andrés siempre estuvo cerca del abismo.
Al pedirle que precise esta última afirmación, ella cuenta que, siendo todavía un adolescente, el futuro autor de ¡Que viva la música! estaba lleno de esperanzas respecto a su trabajo literario. 'Aspiraba a ganarse la vida como escritor, a alcanzar la independencia económica con ello'. Agrega que era muy disciplinado, que escribía buena parte del día. 'Me despertaba en medio de la noche con el traqueteo de su máquina de escribir. Hasta la llevaba a las rumbas para no suspender su labor. Por eso sus amigos lo llamaban Pepito Metralla'. Sin embargo, añade, él perdió estas esperanzas al llegar a los 20 años. Empezó entonces a sentirse frustrado.
Fue a esa edad cuando escribió su novela corta El atravesado. Pero nadie quería publicársela. 'Escribió cartas a todas las editoriales, incluso a algunas del exterior. Pero o no le paraban bolas o le prometían que se la iban a comprar y al final le salían con nada', asegura Rosario, quien es una de las tres hermanas del creador precoz que les dio voz a los angelitos empantanados de su generación. Las otras son María Victoria y Pilar, las mayores, que todavía viven en Cali. Para publicar la mencionada novela, Caicedo tuvo que recurrir a su madre, doña Nellie Estela, quien le dio la plata para financiar la edición como regalo de cumpleaños. 'Por eso El atravesado
salió el 29 de septiembre de 1975, el día que Andrés cumplió 24 años'.