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Santiago Gamboa interrumpe su idea, hablaba de la herencia que obtuvieron algunos escritores latinoamericanos de estar comprometidos políticamente gracias a Francia, para anunciar que ‘llegó Daniel’.

Se refiere al argentino de apellido Mordzinski, mejor conocido como el ‘fotógrafo de los escritores’, ambos se abrazan, conversan un poco y se vuelven a poner una cita más tarde para almorzar. Son las 12:15 p.m., pactan encontrarse antes de la una.

Su amistad empezó muchos años atrás, en Francia, se encuentran ahora en Barranquilla precisamente para hablar de la Ciudad de la Luz, París, en el marco de Cátedra Europa.

Daniel, antes de irse, le advierte a su amigo que la historia de cómo lograron la publicación del libro con Norma la quiere contar él.

Santiago retoma su discurso comentando que, aunque la cultura francesa sigue estando muy activa en Latinoamérica, ya no cuenta con la misma influencia que tuvo en la época del boom.

'Para las generaciones más jóvenes París dejó de ser tan atractiva porque se volvió un lugar excesivamente poblado por la memoria' agrega Gamboa y señala que 'hoy los jóvenes escritores colombianos son muchos más anglófonos, el mundo anglosajón parece que hubiese ganado la gran carrera cultural'.

Para él fue distinto. Su generación creció con la idea de que para poder ser escritor había que vivir en París y por eso decidió mudarse en 1990. Se fue con la excusa de estudiar literatura en la Universidad de Soborna, pero con la intención de recorrer la ciudad, acumular vivencias y convertirse en escritor. Llevó consigo el borrador de una novela de 700 páginas que ya había iniciado en Madrid y que quería terminar ahí, en la Ciudad de las Luces.

Se encontró con una ciudad fría y llena de dificultades que desconocía, por lo que se tuvo que dedicar a la supervivencia, lo que marcó su momento de la 'salida definitiva al mundo'. Al principio no veía ese mundo literario con el que soñó alguna vez, pero luego descubrió que las cosas que le estaban sucediendo iban a ser fundamentales en su escritura.

'Hoy todavía considero que ese periodo de dificultad es el tesoro de mi vida. Mientras lo viví era muy incómodo, pero cuando recuerdo esa época considero que es lo mejor que he vivido, mucho más que haber estudiado en una universidad, y fue importante porque fue donde encontré un camino literario', afirma Santiago.

Y fue justo en París donde se conoció con Daniel, a quien considera uno de sus grandes amigos de la literatura. Llega la hora pactada del almuerzo y Mordzinski se vuelve a encontrar con Gamboa.

El fotógrafo, también hace parte de esa generación de jóvenes latinoamericanos que soñaba con la capital francesa y afirma que 'París era la patria de los que no teníamos otra', refiriéndose en parte al duro momento que atravesaba la región a causa de las distintas dictaduras.

Cuando se fue de Argentina ya había fotografiado a Borges, pero no sabía que ese se convertiría en su oficio. Intentó escribir durante un tiempo, pero cuenta que como era buen lector, pudo detectar que para eso no servía. Intentó hacer cine, también sin quedar satisfecho, hasta que se encaminó por la fotografía, retratando a escritores latinoamericanos residentes en París.

Juntó algunas fotografías y decidió armar una maqueta, hecha a mano, de lo que soñaba fuese su primer libro.

Junto a un amigo decidieron emprender un viaje a la feria del libro de Frankfurt, él con su maqueta y su amigo con un manuscrito. Les pareció buena idea intentar hablar con alguna editorial en medio de un evento para el que se habían pactado citas con meses de anticipación.

'Recuerdo como si fuese una fotografía la cara de Moisés Melo viendo a estos dos astronautas que llegaron a la hora del almuerzo, él se estaba comiendo un sándwich y nos dijo que nos sentáramos', narra Mordzinski, y adiciona que a esa reunión se unió Fernando Gómez, quien era el presidente de Norma.

Su amigo, el joven escritor, entregó el sobre con su manuscrito y Daniel sacó la maqueta que tenía entre cinco y seis retratos de escritores, que además tenían un texto inédito que contaba respondía a la pregunta de, ¿por qué París?

Al año de ese encuentro publicaron la novela de su amigo, que era Santiago Gamboa y entre dos y tres años salió el primer libro de Mordzinski titulado La ciudad de las palabras, ambos por la editorial Norma.