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'Me fueses dicho que no hubieron procesiones en la iglesia', '¿ya comistes?', 'dale, ves por la ropa'. Expresiones como estas las escuchamos a diario, pero no están bien dichas.

El español es una lengua romance, y una las más habladas alrededor del mundo junto al inglés y el mandarín; además de ser el idioma oficial de veintiún países, se estima que en el mundo hay más de 400 millones de nativos que hablan esta lengua.

Esta herramienta, útil y necesaria para el desarrollo de las sociedades hispanohablantes, cuenta con un sin fin de reglas, tanto ortográficas como gramaticales, que la conforman para dar estructura y coherencia de lo que se quiere comunicar. Sin embargo, en la actualidad, dichos parámetros son modificados y en ocasiones omitidos. Es el caso de la S al final en los verbos como comistes, vinistes, estudiastes, entre otros.

Según Eliana Díaz, profesora de literatura de la Universidad del Atlántico, 'la lengua española está viva, y no hay una sola forma correcta y pulcra en la que se pueda encajar, pues el idioma se adecúa dependiendo del contexto, y aquellos errores gramaticales que se cometen provienen de las transformaciones a nivel histórico, económico y cultural'.

En este sentido, el lenguaje está determinado por el espacio o el lugar que ocupa. Esto debido a que son los seres humanos quienes le dan el uso, ya sea adecuado o inadecuado, dependiendo de la necesidad de lo que se quiere comunicar y la esfera social en que nos encontremos.

Es por ello que muchas veces algunas de las palabras pueden tener diversos significados o variaciones, dados a partir de la región o el país en que se hable la lengua, es el caso del ajá, vaina o bollo dentro de Colombia.

Es necesario identificar esos pequeños errores dentro del idioma, que por más insignificantes y hasta jocosos que parezcan, se vuelven frecuentes en nuestra forma de hablar y escribir.