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Cuenta el escritor argentino Tomás Eloy Martínez que luego de que Luis Harss entrevistara a Carlos Fuentes, a mediados de los años sesenta del siglo pasado, este le afirmó que su proyecto quedaría incompleto de no incluir a Gabriel García Márquez en él. Fuentes se refería a Los nuestros, un libro en el que Harss buscaba reunir conversaciones con figuras latinoamericanas «que nos parecían la culminación o la superación de una tendencia literaria», como lo explicaría más adelante en el prólogo. Miguel Ángel Asturias, Jorge Luis Borges, Juan Rulfo y João Guimarães Rosa, todos escritores que ya contaban con cierto reconocimiento internacional, hacían parte de la lista.

Harss solo había leído La mala hora y Los cuentos de la Mama Grande, y de alguna manera una muestra de setenta páginas de Cien años de soledad que Gabo había repartido a varias personas llegó a sus manos. Harss le escribió a García Márquez: «me parece demasiado anecdótico», pero siguió la sugerencia de Fuentes y le envió las páginas a Paco Parrúa, su editor en Sudamericana.

Así es como García Márquez terminó formando parte de aquella lista que reunía también a Alejandro Carpentier, Juan Carlos Onetti, Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa y, por supuesto, a Carlos Fuentes. Los nuestros se convertirían en el proyecto responsable del fenómeno denominado El boom latinoamericano. El nombre y la carrera de Gabo recibirían un impulso astronómico luego de aparecer en este libro. Pero más importante aún, Parrúa compró, por quinientos dólares, Cien años de soledad y la publicó «dos años más tarde (en 1967) y cambió el mundo», en palabras de Harss.